Antes de su denuncia de ayer sobre la influencia norteamericana en el «golpe de Estado anticonstitucional en Kirguizistán» que lo destituyó, Askar Akáiev usó un término interesante para denunciar a los que sembraron el desorden en el valle de Ferghana, una región rica en drogas. Habló de una «tercera fuerza criminal», vinculada a la mafia de las drogas. Esa expresión de «tercera fuerza» sirvió primero para designar las operaciones secretas contra el régimen de apartheid en Sudáfrica, luego a los movimientos «democráticos» proestadounidenses en Irán en noviembre de 2001. Por último, esa expresión logra su consagración en un libro publicado por la Carnegie Endowment for International Peace que detallaba la forma en que las ONG podían servir para propiciar los cambios de regímenes en Asia Central.

La tercera «revolución popular» en Asia Central, luego de las de Georgia y Ucrania, muestra que el espacio postsoviético recuerda en la actualidad a la América Central de los años 70-80, cuando Estados Unidos promovía golpes de Estado para reafirmar su control regional. Algunos de los responsables de esos derrocamientos de regímenes realizan hoy día ese mismo trabajo en el mundo postsoviético. Ese es el caso de Michael Kozak, actual embajador en Bielorrusia, quien afirmó en 2001 que hace hoy en Minsk lo que hacía antes en antes Nicaragua: «apoyar la democracia».

La izquierda no parece comprender esa continuidad y se entusiasma, junto a la prensa, con la expresión del «poder popular» en la calle. Los regímenes de la ex URSS que nos presentan como dictaduras son de hecho los regímenes más débiles del mundo. El embajador norteamericano en Bichkek reconoce que Kirguizistán es el primer receptor de ayuda de Washington en Asia Central y que esa ayuda está destinada principalmente a las ONG. En la prensa kirguizia, 60 periódicos de la oposición son financiados por la Freedom House, que dirige el ex director de la CIA, James Woolsey y Estados Unidos apoyaba también las emisoras de radio y televisión.

Akáiev, como Shevardnadze o Kuchma, fue un aliado de Estados Unidos, pero cuando dejó de ser útil, lo reemplazaron. Ese cambio de dirigente servirá a Estados Unidos en su trabajo hacia las poblaciones musulmanas de China.

Fuente
The Guardian (Reino Unido)

«The mythology of people power», par John Laughland, The Guardian, 1ro de abril de 2005.