Cada momento se hace más evidente lo que hace tiempo denunciamos: Estados Unidos, nos ha declarado la guerra a su manera, con su según y como, que cambia según las circunstancias. Esta guerra, por ahora, no consiste abiertamente en el uso directo de su poderío militar. Deben abonar el terreno.

Saben perfectamente que la Revolución Bolivariana tiene una importante presencia moral en el alma de todos los pueblos latinoamericanos y buena parte de los pueblos del mundo.

Una agresión directa les exige mucho más que la fuerza pura y simple, esa que les sobra. Requieren construir, mentira sobre mentira, una razón. En esa acción está el poderoso imperio. Para ello moviliza sus divisiones de medios, periodistas, políticos y cuanto cipayo les convenga. Sus inmensos recursos financieros a través de USAID o la NED y todo el aparato desestabilizador de la CIA están para respaldar la acción.

Venezuela es sólo un eslabón más en la larga cadena de agresiones que los Estados Unidos, adelanta contra todos los pueblos del mundo que posean los recursos que necesitan y que se atrevan a defenderlos. Con insaciabilidad que el resto del mundo desarrollado parecería no advertir, al mejor estilo de los Daladier y Chamberlain previo a la II Guerra Mundial, los ESTADOS UNIDOS, protagoniza la escalada de agresiones directas más cruel y organizada de su propia historia de país con vocación imperialista. Siempre han estado activos en la agresión pero pocas voces con la amplitud y continuidad de estos días de Mr. Bush.

Los sucesos del 11-S le entregó en bandeja de plata al imperio la “cruzada contra el terrorismo”. Sobradas dudas hay acerca de la autoría de ese episodio. Desde ese momento, basados en la tal cruzada, los ESTADOS UNIDOS, han invadido Afganistán e Irak y adelantan una estrategia de aseguramiento geoestratégico progresivo en América Latina y el resto del mundo. Esta cruzada, que hoy se abate sobre Venezuela, responde a una lógica universal: Las potencias imperiales requieren de recursos naturales y mercados para su expansión. La historia es un profeta con voz fuerte y clara.

El siglo XX está allí para recordar esta lógica imperial, no sólo las decenas de acciones militares sobre los pueblos de Centro América y el Caribe, la voracidad terrófaga de la que fue víctima México, el asesinato de líderes políticos y sociales, los golpes de estado, la instauración de dictaduras militares a todo lo largo y ancho de nuestra América, la eterna conspiración y criminal bloqueo contra la Cuba socialista, sino también, la guerra de Corea, Vietnam, más recientemente Yugoslavia, Afganistán, Irak, las intervenciones descaradas en los países de la extinta Unión Soviética, y ahora, la amenaza directa contra Irán y Venezuela.

El 20 de septiembre de 2001, a sólo días del episodio de las torres gemelas, Mr. Bush dejó claro que no respetaría soberanía e independencia alguna de ningún país del mundo para emprender su cruzada hegemónica unipolar, al manifestar... ”Privaremos a los terroristas de financiamiento, los volveremos unos contra otros, los empujaremos de un lugar a otro, hasta que nos les quede refugio ni descanso. Y perseguiremos a los países que provean ayuda y refugio al terrorismo. Cada país, en cada región, deberá decidir ahora. O está con nosotros, o está con los terroristas. Desde hoy, todo país que continúe dando refugio o apoyo al terrorismo será considerado por Estado Unidos un régimen hostil”.

Obsérvese como en los últimos tiempos el discurso del Departamento de Estado sobre el “populismo radical” de Chávez desaparecido. Una nueva fase, previa al zarpazo está en marcha y todos los revolucionarios de Venezuela, América Latina y el mundo tienen que saber y tomar conciencia de ello.

La fase actual pasa por la grosera provocación de la DEA que dio pie a la digna reacción del gobierno revolucionario, realizada por esta agencia con miras a poner en estado crítico la colaboración antidroga y acentuar así el nuevo discurso: Chávez es protector del narcoterrorismo. Esas son aquellas “armas de destrucción masiva” de Saddam Hussein, en modelo tropizalizado y adaptado para aplicarlo a Chávez. Se cuidarán de aislar al líder, de modo que la subsiguiente agresión no será contra la nación venezolana, aunque en ella mueran, sin distingos de raza o condición social, muchos venezolanos. La acción será contra el “protector del narcoterrorismo” Hugo Chávez. Igualito que el genocidio iraquí no ha sido contra el pueblo iraquí. ¿Quién dijo?.

Esa acción se hizo para castigar al tirano Hussein, aunque éste continúe gozando de buena salud mientras decenas de miles de niños, niñas, hombre y mueres iraquíes hayan muerto.

La nueva fase que se cierne sobre la Revolución Venezolana no es un proyecto es un plan en marcha. En conocimiento de que las variadas estrategias utilizadas no les han funcionado sino más bien fortalecido a la Revolución, hasta ahora, desesperados porque los libretos no les han funcionado, ni golpe de estado, ni sabotaje económico y petrolero, ni guarimbas, ni paramilitares, ni financiamiento de partidos políticos y organizaciones, ni financiamiento de medios, ni referendo revocatorio, ni proclamación a coro de fraude electoral, etc., etc., ni nada de nada, el imperio ha puesto en marcha otra fase de su plan por extirpar la Revolución Bolivariana, apoderarse de los inmensos recursos petroleros del país y derribar el mal ejemplo integracionista latinoamericano que esta representa.

Una nueva fase más directa, atrevida y violenta. El pueblo venezolano debe estar preparado para toda clase de acciones destinadas a presentar a Chávez como protector del narcoterrorismo. No les faltará la colaboración activa y entusiasta de medios de desinformación, ONG”s, políticos y analistas bien organizados para tal fin.

Ya aparecerán las “pruebas” de financiamiento de guerrillas colombianas, de Evo Morales, del Chapulín Colorado, o cuanto se les ocurra para llevar a cabo el plan. Sobrarán los cipayos, deberán más bien quitarse de encima la sobre oferta de apátridas dispuestos a prestarles los “buenos oficios” a cambio de unos pocos dólares, alguna sonrisa condescendiente, un emocionado apretón de manos o un viaje a Disney World.