Todas, así mismo, han sufrido frecuentes enjuiciamientos por burlar en su propio país leyes antimonopolio y pagar sobornos a congresistas, periodistas y autoridades. La prueba más contundente de lo aseverado la tenemos hoy con la guerra de Iraq, guerra petrolera por los cuatro costados, dirigida al asalto de la segunda reserva del mundo, después de Arabia Saudita.

No en vano el equipo que gobierna los Estados Unidos forma parte de la mafia de Houston, una de las más tenebrosas y nefastas de las que despellejan y acuchillan a los pueblos.
Ninguna de las petroleras norteamericanas es santa, decimos, pero falta agregar que la peor de todas es sin duda la Occidental Petroleum Company u OXY, actualmente enjuiciada en los propios Estados Unidos por la masacre campesina de Santo Domingo, en Colombia, ejecutada por medio de bombardeos.

Además, tanto en este país como en Estados Unidos existe una enorme cantidad de información respecto de que OXY es uno de los principales soportes financieros del Plan Colombia y que ha venido auspiciando la formación y las acciones de los paramilitares de ultraderecha, condenados por la conciencia universal a causa de las atrocidades de todo tipo cometidas impunemente en el país hermano.

En el caso ecuatoriano, el siniestro rol de la OXY recién comienza a desnudarse, y se convertirá en uno de los más nauseabundos y sorprendentes de este largo festín del petróleo que padece nuestra Patria.

Por ahora adelantemos un dato que lo conocemos perfectamente: el gobierno de Osvaldo Hurtado convocó una ronda petrolera para entregar ricas concesiones en la Amazonía a favor de las empresas extranjeras. Intrigado porque no quiso presentarse ninguna, Hurtado mandó un comisionado a Estados Unidos para que averiguara los motivos de tan rara abstención.

El delegado, un tal Pástor, volvió e informó: las empresas norteamericanas, encabezadas por la OXY, se negaban a participar en cualquier contratación con el Ecuador mientras éste no aceptara cerrar la frontera y colocar los hitos conforme lo determinaba el Protocolo de Río de Janeiro. Para ello contaba con el pleno respaldo del gobierno yanqui. Como ya concluía el gobierno de Hurtado, el arreglo limítrofe al gusto de OXY y sus congéneres quedó pendiente , para ser ejecutado en 1998 por su pupilo Jamil Mahuad.

Una de las principales razones para esta brutal exigencia, que sacrificaba los derechos territoriales del Ecuador, consistía en el hecho de que el gobierno peruano había acordado efectuar sendas concesiones a favor de OXY y otras compañías al otro lado de la línea del Protocolo. Querían, pues, gozar de “seguridad jurídica» para el futuro.

¡A esta mafia petrolera antiecuatoriana es que sirven los René Ortiz y los círculos oscuros que imponen sus designios al endeble gobierno de Alfredo Palacio!

Altercom