Imposible declararse en desacuerdo con los dos principios rectores y los cuatro grandes objetivos de la propuesta “Visión Colombia II Centenario: 2019” , con la que el gobierno nacional pone a discusión el derrotero que en su concepto debe seguir el país de aquí a quince años, cuando estemos cumpliendo doscientos años de la independencia y libertad sellada en Boyacá el 7 de agosto de 1819.

Consolidar un modelo político profundamente democrático y afianzar un modelo socioeconómico sin exclusiones, basado en la igualdad de oportunidades y con un Estado garante de la equidad social, son principios rectores que nadie puede rechazar. A la vez, construir una economía que garantice a todos mayor nivel de bienestar, una sociedad más igualitaria y solidaria, una sociedad de ciudadanos libres y responsables y un Estado al servicio de los ciudadanos son objetivos que, si se lograran, llenarían de paz y felicidad a todos los colombianos.

Con los principios y objetivos no hay discusión. La pregunta que surge al lector de la Visión versa más bien sobre el cómo el gobierno piensa que aquellos se pueden lograr, y aquí las dudas no son de poca monta. La lectura desprevenida del documento no puede menos de hacer surgir la inquietud de si lo que allí se sugiere no es una estrategia continuista que irremediablemente equivale a seguir transcurriendo por la senda del subdesarrollo que ha recorrido de forma constante y persistente el país durante 185 años. ¿Vamos a seguir siendo un país atrasado tecnológicamente, incapaz de incursionar en los sectores de punta? Pregunta a la que en estas líneas intentamos esbozar una primera respuesta para el área económica, dejando a especialistas de esas disciplinas la tarea de abordarlas para el campo político, social y cultural.

Para cumplir este propósito analizamos a continuación las estrategias e instrumentos contemplados en esta Visión que tiene, por otra parte, el mérito innegable de plantear un plan de largo plazo; es la primera vez en la historia del país que se intenta formular un plan a quince años.

Un punto de partida real

El documento parte de destacar objetivamente los logros alcanzados por nuestra economía en el último siglo y caracterizar la situación actual mediante indicadores convencionales. La pobreza, medida por necesidades básicas insatisfechas y calidad de vida, ha mejorado continuamente, y medida por ingresos, pasó de azotar en 1900 al 92% de una población de 4,7 millones de personas, a golpear al 52,6% de los 45,3 millones de los habitantes estimados en 2004. En el mismo lapso de tiempo el Producto Interno Bruto (el valor de todos los bienes y servicios producidos en el año al interior del país) se multiplicó por 10, y el ingreso por habitante (per cápita, como dicen los economistas) por 9. La economía nacional ha mostrado una estabilidad apreciable, como lo muestra el hecho de que en todo el siglo tan solo una vez se contrajo, en 1999, y mostró a lo largo del tiempo tasas de crecimiento, si no altas, sí por lo menos medianas para parámetros internacionales.

A pesar de estos avances, en el documento se reconocen las grandes brechas que aún persisten. Enormes desigualdades entre géneros y entre regiones en el disfrute de los servicios sociales, en el acceso a servicios públicos y en el desarrollo de la infraestructura. Importante rezago con respecto a otros países en los niveles de ingreso, por los que permanecemos por debajo de los llamados países de ingresos medios, los cuales, según datos del Banco Mundial, obtuvieron en el período 1990-2002 un ingreso promedio de US$4.655, mientras Colombia se quedaba con US$2.288, en tanto que los países de ingresos altos llegaban a US$30.450. Además, señala el documento, contamos con una distribución del ingreso de las más desiguales del mundo, incluso comparados con los países en desarrollo.

Nuevas oportunidades, nuevos retos

La Visión señala tres condiciones que determinarán el desarrollo colombiano en el futuro próximo. La primera, un mundo en transformación con cambios dramáticos en la economía mundial, liderados por la irrupción de China, seguida por India y Rusia, como potencias económicas mundiales. Proceso que tendrá como repercusiones el incremento de los precios de los bienes básicos, al igual que el de los bienes de capital, acompañado de la caída de los precios de los bienes manufacturados intensivos en mano de obra, causada por su abundancia en esos países. Los países mencionados incrementarán sus inversiones en el resto del mundo en procura de insumos y materias primas, minerales y productos agrícolas, y buscando competir en grandes mercados externos.

De aquí se derivan oportunidades gigantescas para la economía colombiana, que no estarán restringidas a la existencia de relaciones directas con los mercados chino, indio y ruso, pues los efectos del crecimiento de esas economías se trasladan a la demanda global elevándola conjuntamente con los precios de estos productos. El reto para Colombia, aduce la Visión, es apropiarse de estas oportunidades que se están generando en la actualidad.

La segunda condición reside en el territorio privilegiado de Colombia. El país solo podrá beneficiarse de las oportunidades de la expansión de la economía mundial si aprovecha plenamente la variedad y situación geográfica de su territorio, a la vez que asimila la condición de contrapartida que radica en los costos que el territorio le genera para proveer bienes públicos como gobernabilidad y seguridad. El Plan destaca que el modelo económico debe ser “consistente con la extraordinaria localización de Colombia, con sus dos océanos, sus fronteras, su carácter de país ecuatorial intertropical, sus minerales, sus ríos y su variedad climática” (p. 12), recursos que históricamente jamás se aprovecharon y ahora se requieren más que nunca para la integración a la economía mundial en expansión.

La Visión señala el incremento de la productividad como una de las consecuencias más benéficas que ofrece el comercio internacional a Colombia. Por eso le presta atención especial a la consolidación del mercado externo con base en el desarrollo de sectores con gran potencial. Y considera que el sector agropecuario es uno de estos sectores. “Su desarrollo se deberá basar en el aumento del área sembrada, la recomposición del uso de la tierra de acuerdo con su verdadera vocación, el aumento de la productividad y en la agregación de valor” (Idem). En el sector agropecuario hay ventajas comparativas que se deben utilizar productivamente, “agregando valor a los productos y servicios de exportación, a través de la innovación tecnológica, la diferenciación de los productos, y los llamados encadenamientos “hacia delante” y “hacia atrás”, generando por esta vía las ventajas competitivas que le permitirán una inserción exitosa en los mercados externos” (Ídem).

La tercera condición radica en los cambios demográficos, que consisten en el crecimiento de la población, el cual implicará que en 2019 el país tendrá 10 millones de habitantes más, en el envejecimiento de la población y en su ubicación predominantemente urbana. Esto conlleva una demanda creciente de servicios como cupos escolares, servicios de salud, vivienda, zonas verdes y pagos de pensiones. Ello va a repercutir en una mayor presión sobre los recursos públicos, lo que hace más imperioso mejorar la calidad del gasto y asegurar una situación fiscal equilibrada y sostenible.

Una economía que garantice un mayor nivel de bienestar

Muy apropiado y bien definido está el objetivo de la Visión 2019 en el campo económico: generar una base material que haga posible un mayor bienestar por las vías de incrementar el ingreso por habitante y poner a disposición del Estado los recursos necesarios para distribuir equitativamente los frutos del crecimiento económico. El documento pone de presente atinadamente que los recursos del Estado provienen de la economía, fundamentalmente de las empresas privadas por la vía de los impuestos que pagan sus dueños y sus trabajadores, por lo que, cuanto más crezcan y se desarrollen las empresas, mayores recursos se generarán para la inversión social por parte del Estado.

Para lograr el objetivo propuesto, la Visión Plan plantea desarrollar una estructura productiva que aproveche –además del capital y el trabajo- todos los recursos como “la tierra, los mares, la biodiversidad, el paisaje y la localización geográfica”. Para hacer esto posible considera que el país debe estar integrado al mundo, pues el mercado interno es demasiado pequeño para absorber el potencial de producción agropecuaria, minera, manufacturera, de servicios y de talento humano. Como ejemplo cuenta que el área agrícola sembrada es de 4,2 millones de Hectáreas, cuando su potencial llega a 10 millones de hectáreas, y aún así Colombia es exportador neto de productos agrícolas. De donde concluye que un incremento de la producción tiene que realizarse especialmente para los mercados externos.

No cabe duda de que una mayor apertura al mercado internacional le abre al país grandes posibilidades de crecimiento. Sin embargo, no puede ocultarse el peligro que esta orientación conlleva desde el punto de vista de la equidad, ya que parte de la convicción implícita de que el mercado interno está condenado a no crecer en el corto plazo. Concepción estática que supone que los 22 millones de colombianos pobres no van a lograr la elevación de sus ingresos a no ser porque se insertan en la producción de los bienes exportables y no se dedican a elevar la producción que ellos mismos van a consumir; ello en concordancia con el argumento expresado anteriormente a propósito del papel del mercado interno cuando mejora la distribución del ingreso.

En términos de metas la Visión establece que para el año 2010 la economía debe estar creciendo al 5% anual y, a partir de 2014, al 6%. De esta forma el Producto Interno Bruto se duplicará y el ingreso por habitante se elevará a US$3.811 para 2019. Metas que, de lograrse, efectivamente harían posible avanzar en la ingente tarea de la superación de la pobreza, para lograr la cual se sabe desde hace años que nuestra economía debe crecer por encima del 5%. Por este motivo, estas metas se acogen con entusiasmo en estas páginas.

Para lograr las metas propuestas la Visión propone ocho estrategias que se exponen y discuten a continuación.

Consolidar una estrategia de crecimiento

El documento es realista: no propone nada para los dos próximos años pero sí comienza la ruta del desarrollo en 2008. Para ese año nuestra economía deberá crecer al 4,5%, a partir de 2010 a más del 5%, y desde 2014 al 6% anual. Parte de este crecimiento podrá lograrse con las empresas, sectores e inversionistas actuales, pero ellos no son suficientes, por lo que hay que atraer nuevas empresas e inversionistas a nuevos sectores y regiones.

Para tener éxito en este propósito se cree necesario aplicar políticas en dos direcciones. En primer lugar introduciendo cambios tanto en la oferta como en la demanda de la estructura productiva; en segundo lugar, asegurar la apropiación de los retornos esperados de la inversión.

Los cambios en la demanda se lograrán haciendo que el crecimiento esté jalonado por la inversión, la cual debe subir del 17,1% actual al 25% del PIB en 2019, y por las exportaciones. El crecimiento de la inversión se logra aumentando la demanda por maquinaria y equipo en la industria manufacturera y la agricultura, la construcción y las obras de infraestructura, y de manera drástica en cultivos de tardío rendimiento. Las exportaciones se aumentarán a base de elevar la producción interna de bienes primarios.

Aquí añade la Visión que a estos bienes debe agregárseles progresivamente valor para convertir las ventajas comparativas en ventajas competitivas, lo que exige como condición ampliar la cobertura y calidad de la educación en todos los niveles y mejorar drásticamente la infraestructura.

Para atraer la inversión extranjera hay que minimizar los riesgos de apropiación de sus retornos a través de la consolidación de la política de seguridad y la racionalización del sistema tributario, profundizar el ajuste fiscal e incrementar el ahorro nacional. Finalmente, para hacer sostenible este aumento de la inversión, es preciso mejorar la infraestructura del sistema educativo, la inversión en ciencia y tecnología y la capacidad para innovar.

Afianzar la consistencia macroeconómica – Condición necesaria pero no suficiente

La segunda estrategia consiste en asegurar un ambiente macroeconómico favorable a la inversión que garantice la meta del 25% del PIB y que cree un ambiente internacional favorable a la economía colombiana. Se plantea impulsar el ahorro nacional hasta el 23,9% del PIB, y mantener un déficit de la cuenta corriente del 2,2% para 2010. La cuenta de capitales debe basarse en la inversión extranjera directa y no en el crédito externo. Se espera una acumulación de reservas de 0,4% de PIB anual para llegar en 2019 a US$23.000 millones.

Se propone un incremento fuerte de la inversión privada y uno menor de la pública, así como del ahorro de los dos sectores. El déficit público debe bajar al 0,6% y el ajuste del exceso de gasto del sector público se financiará con ahorro externo, lo cual es sostenible pues se espera reducir la deuda pública a menos del 38%. La inflación, según la meta del Banco de la República bajará al 3% anual.

El documento sostiene que Colombia requiere un sistema tributario más equitativo y racional que el actual, el cual se logrará con una serie de modificaciones a pensiones, impuestos nacionales, territoriales, transferencias, rentas parafiscales; para tener ese sistema hay que eliminar la transitoriedad de los impuestos, simplificar el sistema y hacerlo predecible.

A la Visión hay que darle la razón en su concepción de que un marco macroeconómico de estabilidad, de austeridad del sector público para que no vegete a expensas del sector privado y de seguridad económica es una condición necesaria para lograr un crecimiento económico alto y sostenido. Efectivamente, déficits fiscales y de cuenta corriente que obliguen cada dos años, y de acuerdo con la última moda, cada año, a proponer y negociar nuevas reformas tributarias hacen imposible a los empresarios realizar cálculos económicos y financieros confiables que les den base sólida para invertir, y a la postre llevan a que la inversión privada caiga por debajo de su potencial real.

Otro tanto hay que afirmar sobre la inflación, la cual además de dificultar los cálculos económicos produce de manera permanente una injusta distribución regresiva del ingreso en contra de los asalariados y a favor de los empresarios, que además hace imposible la elevación del salario real, fuente directa de demanda doméstica que sustenta el mercado interno. Este proceso habría que confrontarlo con el que lleva, adelante desde siempre países como los Estados Unidos que tienen el consumo interno como el primer motor del crecimiento y el bienestar.

Desarrollar un modelo empresarial competitivo

Para 2019 el sector productivo deberá estar en capacidad de aprovechar las ventajas comparativas y generar ventajas competitivas, innovando y generando valor agregado, adaptándose a los mercados internacionales y aprovechando y creando nuevas oportunidades. Para lograrlo hay que asegurar la estabilidad jurídica de la inversión con medidas como la racionalización tributaria mencionada. Además se debe elevar el financiamiento a las empresas. Gracias a estas medidas las exportaciones deben pasar del 17% actual al 25% del PIB y la inversión extranjera del 22,8% actual al 30%.

Las empresas deberán desarrollar la cultura de la calidad y obtener la certificación y la normalización técnica, logrando que en 2019 el 80% estén certificadas. Por otra parte se debe elevar la inversión en Investigación y Desarrollo del 0,21% actual al 1,5% del PIB.

Las metas propuestas a propósito de esta estrategia son satisfactorias pero abstractas. ¿Las exportaciones que van a llegar al 25% del PIB son predominantemente de bienes primarios? ¿La inversión en Investigación y Desarrollo, se va a concentrar en el sector agropecuario? Si ello es así, como ya se planteó, ¿renuncia el país a desarrollar una industria manufacturera fuerte, renuncia para siempre a crear dentro de ella el subsector de bienes de capital, sector en el que se incorporan el conocimiento, la ciencia, la tecnología?

Si ello es así, ¿la inversión extranjera buscada va a consistir en importar la tecnología incorporada en los bienes de capital para con ellos producir de manera incrementada bienes primarios que van a posibilitar el desarrollo en el resto del mundo de la manufactura que, como se ha dicho, domina el mercado mundial? En los párrafos siguientes desarrollamos estas inquietudes.

Aprovechar las potencialidades del campo

Para la Visión “el sector agropecuario deberá ser un motor del crecimiento, de la generación de empleo y de la modernización del aparato productivo en los próximos años” (p.16). Como metas se plantea ampliar el área sembrada en más de 2 millones de hectáreas, incrementar la producción en 27,3 millones de toneladas y generar casi 3 millones de empleos nuevos derivados directamente de la producción primaria. Se deberá mejorar la eficiencia en el uso del suelo y disminuir la concentración en la propiedad de la tierra.

La propuesta es reconvertir la ganadería con sistemas pecuarios semi-intensivos que incrementan la capacidad de carga de 0,6 a 1,5 reses por hectárea, introducir sistemas productivos de acuerdo con la vocación del suelo; estimular el mercado de tierras; y redistribuir la tierra resultante de la extinción de dominio. Además, aumentar la cobertura de los distritos de riego en unas 300.000 hectáreas.

Como instrumentos se habla en primer lugar de desarrollar la oferta de servicios financieros para el sector rural. En segundo lugar, del aprovechamiento de los recursos genéticos, que incluye desarrollar la producción de semillas y materiales reproductivos y un impulso a la caracterización y evaluación de los recursos genéticos. Además, lograr que el 100% de las cadenas agropecuarias y alimentarias cuenten con status sanitario.

Aquí es el lugar de plantear la discusión de fondo a la Visión. Nada más sabio y apropiado para el país que convertir al campo en motor de desarrollo, superando el error cometido en los últimos años de abandonarlo a su suerte, lo que significó su ruina con las secuelas de narcotráfico y violencia. Pero uno se pregunta: ¿y la industria manufacturera qué? En las 384 páginas del documento brilla por su ausencia. Es verdad que en el recuento del pasado y de la situación actual se mencionan las posibilidades no aprovechadas de desarrollar industrias como la del papel a partir de la actividad forestal, y en el capítulo sobre la estrategia y de aprovechamiento de las potencialidades del campo se mencionan las cadenas productivas con los encadenamientos hacia atrás y hacia delante, pero nada de ello se desarrolla como producción industrial o agroindustrial.

Ello hace pensar en una visión de país centrado en la producción agropecuaria y minera que importa bienes de capital con la tecnología incorporada en ellos, de la misma manera que en el siglo XIX y XX desarrollamos los cultivos del tabaco, del caucho y del café, y extrajimos oro y petróleo.

No puede negarse validez al argumento según el cual los bienes primarios van a seguir experimentando, como en el presente, una demanda y unos precios crecientes como consecuencia de la irrupción en el mercado mundial de las nuevas potencias económicas lideradas por China.

Pero ello no puede hacer olvidar hechos fundamentales de la evolución del comercio mundial en los últimos diez años: primero, que el comercio mundial es predominantemente comercio de manufacturas; segundo, que desde la segunda mitad del siglo XX los bienes primarios vienen perdiendo sostenidamente peso dentro del mercado mundial; tercero, que los bienes tecnológicos basados en la microelectrónica (bienes de los sectores de la informática y la telemática o comunicaciones) mantienen un liderazgo creciente en dicho mercado; cuarto, que el desarrollo tecnológico se está concentrando en esos sectores y de manera ampliada en el sector productor de bienes de capital (de ahí el crecimiento de los precios de este último sector, reconocido en la Visión, junto con el de los de los bienes primarios).

El desarrollo del campo y la minería tiene sentido sí se agrega valor a sus productos, tal como lo plantea la Visión, pero el proceso de agregación de valor solo es sostenible si se traduce en la producción de bienes de toda la cadena productiva, llegando hasta los bienes de capital, tal como lo llevaron acabo países como Suecia que pasó de la producción forestal a la de madera y pulpa de madera, a la de papel y derivados, pero desarrollando a la par la producción de la maquinaria y equipo que todos estos eslabones de la cadena requería. O como se desarrollaron Australia y Nueva Zelanda produciendo y transformando, a la vez que carne y lana, la maquinaria y equipo necesarios para hacer la transformación pretendida.

Pensando en la Colombia del año 2019 la Visión deja dos preguntas sin responder:

¿Vamos a renunciar para siempre a incursionar en los sectores tecnológicos de punta (microelectrónica)?

¿Vamos a renunciar para siempre a producir bienes de capital y tecnología resignándonos como hasta 2005 a importarlos con los recursos provenientes de nuestras exportaciones de bienes primarios?

Uno pensaría que al plasmar la Visión Centenario 2019 es necesario pensar y decidir, si, por el contrario, no ha llegado el momento de proponernos penetrar con una industria promovida e impulsada por el Estado, en los sectores tecnológicos de punta, en los sectores de producción de bienes de capital.

Aprovechar los recursos marítimos

La Visión prevé que para 2019 Colombia haya replanteado su visión de los océanos, incorporando los 928.660 kilómetros cuadrados de territorio marítimo al desarrollo del país, aprovechando las potencialidades del mar y de las zonas continentales a través del biocomercio y el turismo, y potenciando su función de enlace por mar entre los países del Caribe, el Pacífico, Suramérica y el mundo.

Para ello propone promocionar la cultura marítima desde las instituciones educativas y generar conocimientos científicos y tecnológicos sobre el tema. Para hacer esto posible se debe crear una nueva institucionalidad.

Generar una infraestructura adecuada para el desarrollo

Colombia, plantea la Visión, requiere una infraestructura eficiente para el crecimiento económico y el desarrollo social: con cobertura universal, al alcance de toda la población y las empresas; que permita aprovechar las oportunidades de la globalización e integre al país con el mundo; con esquemas empresariales eficientes; con creciente participación del sector privado; y con un marco institucional que fomente la inversión, la eficiencia y la innovación.

En transporte se propone promover el uso de diferentes modos e incentivar el transporte multimodal con centros de transferencia en lugares estratégicos. En carreteras, consolidar los corredores de velocidad, ampliando el kilometraje de carreteras con capacidad vial ampliada. En infraestructura aérea, aprovechar la situación estratégica del país para convertirlo en proveedor regional de servicios aeronáuticos. En puertos, aprovechar la situación estratégica sobre el principal corredor de tráfico mundial de comercio ampliando de 150 a 285 millones de toneladas por año la capacidad portuaria de uso público. En navegación fluvial, revivir el modo fluvial para carga y pasajeros pasando de 39 a 80% de navegación mayor permanente y de movilizar el 3 a movilizar el 10% de la carga nacional.

En telecomunicaciones incorporar continuamente los últimos desarrollos tecnológicos, particularmente adecuarse a la convergencia de redes, terminales y servicios, ampliar cobertura y acceso universal para toda la población, con el fin de contribuir a consolidar una sociedad informada, conectada e integrada al entorno global. Para ello desarrollar un marco institucional que fomente la competencia, incentive la innovación y reconozca la convergencia de los mercados.

En minas y energía posicionarse como cluster regional energético, garantizando el abastecimiento en el largo plazo con señales claras de formación de precios, utilizando las posibilidades en los biocombustibles, armonizando los marcos regulatorios e identificando las señales económicas para la expansión de la oferta del sector eléctrico y de las actividades de distribución y comercialización, aumentando a 99,4% la cobertura en zonas interconectadas. En hidrocarburos continuar vinculando al sector privado a los proyectos de inversión. En gas natural, consolidar la política de libertad de exportaciones. En minería, mantenerse entre los cinco países de Latinoamérica destino de las inversiones del mundo y duplicar la producción minera.

Asegurar una estrategia de desarrollo sostenible

Las metas de desarrollo propuestas deben lograrse con fundamento en el aprovechamiento sostenible del medio ambiente, los recursos naturales y la biodiversidad. Para 2019 deberán haber disminuido o revertido los procesos de pérdida o degradación de los recursos naturales y los ecosistemas estratégicos así como los problemas de contaminación en los centros urbanos.

Se plantea pasar de reforestar 16.000 a reforestar 40.000 hectáreas anuales y disminuir a ese nivel la tasa de deforestación, y a la vez alcanzar una oferta forestal productiva de 1,2 millones de hectáreas, cuando hoy solo se tienen 145.000. En 2019 las cuencas, páramos y ecosistemas acuáticos que abastecen poblaciones de más de 50.000 habitantes deberán tener planes de manejo implementados y todas las ciudades y corredores industriales cumplir con las normas de concentraciones máximas de partículas en la atmósfera. Para esto habrá que ajustar el sistema nacional ambiental.

Fundamentar el crecimiento en el desarrollo científico y tecnológico

La ciencia y la tecnología se presentan como fundamentales para aprovechar plenamente las ventajas comparativas del país y transformarlas en ventajas competitivas. Hay que superar obstáculos tales como falta de financiación pública, escaso apoyo y apropiación del sector privado, y escasa relación entre universidad y empresa.

Para lograr que en 2019 la economía esté fundamentada en la producción, difusión y uso del conocimiento, se considera necesario crear un nuevo marco institucional que consolide un sistema nacional de información e indicadores en ciencia, tecnología e innovación.

En 2019 al menos 0,1% de la población estará consagrada a estas actividades, se contará con 20 centros de investigación de excelencia y desarrollo tecnológico consolidado y se pasará de 1 a 5 universidades ubicadas entre las 400 mejores del mundo.

Todas ellas metas de la mayor importancia para el país. Pero de nuevo asalta la pregunta: ¿el desarrollo científico y tecnológico se va a realizar en qué sectores? ¿Va a seguir encerrado en los sectores tradicionales de la producción primaria o va a intentar penetrar en los sectores de punta? ¿Va a centrarse en cómo producir mejor papa con tecnología, maquinaria e insumos importados? ¿O va a incluir el esfuerzo de explorar las posibilidades de producir tecnología, maquinaria e insumos colombianos?