El objetivo es el desarrollo de una estrategia comunicacional televisiva hemisférica de alcance mundial que impulse y consolide los procesos de cambio y la integración regional, como herramienta de la batalla de las ideas contra el proceso hegemónico de globalización.

No se trata solo de una herramienta, sino de retomar, recobrar la palabra que había sido secuestrada durante más de tres décadas por dictadores, políticos corruptos y genuflexos ante el gran capital, y los eternos «expertos» que convalidaron el saqueo de nuestras naciones, y que impusieron su potencial de ser los únicos profesionales de la palabra con derecho a dar visiones y versiones de la realidad. O mejor dicho…. de una realidad acomodada a los intereses de los poderosos.

Hoy se quiere reducir la realidad a la actualidad de los noticieros de televisión, que cada día se van pareciendo más a las telenovelas. Es que tratan de desprendernos de nuestra historia, quieren borrar nuestras huellas para que no sepamos de dónde venimos. Si no sabemos de dónde venimos no sabremos a dónde ir, ni vamos a enterarnos de cuál es nuestro otro destino posible.

Estamos convencidos de que no hay ninguna forma de cambiar la realidad si no comenzamos a verla como es, porque para poder transformarla hay que empezar por asumirla. Ese es el problema mayor que tenemos los latinoamericanos: hemos estado ciegos de nosotros mismos. Eduardo Galeano, integrante de de este Consejo Asesor, dice que durante 513 años hemos sido entrenados para vernos con otros ojos, con ojos de extranjeros.

Hoy comenzamos a vernos con nuestros propios ojos, cansados de que nos expliquen quiénes somos, cómo somos, qué debemos hacer. Desde el Norte nos ven en blanco y negro –sobre todo en negro…: solo aparecemos en las noticias si nos ocurre una desgracia- y, en realidad, somos un continente en technicolor. Comenzamos a vernos con nuestros propios ojos, a reconocernos, a ganar confianza, para poder integrarnos. Descolonizarnos, sureñizarnos.

Se trata de recobrar la palabra, de recuperar la memoria, las tradiciones, nuestros propios conocimientos ancestrales. Es hora de mirarnos al espejo y pasar del eterno diagnóstico inmovilizador a la acción.
Hay quienes dicen que otro mundo es posible. Pero nosotros, los latinoamericanos y caribeños hace muchos años que sabemos que otro mundo no es posible sino necesario, imprescindible, y que debemos construirlo todos los días, y todos juntos, unidos.

La política de dominación y expoliación, ha sido, por 513 años, la de dividirnos. Y estamos convencidos que no podemos coadyudar a este proceso de integración regional que avanza impulsado por nuestros estados y también por los movimientos sociales que impulsan la unidad, si no nos conocemos y si no confiamos entre nosotros.

Telesur es un canal para tender nuevos puentes, para construir espacios de integración, de encuentro, de afectos. Es un lugar para descubrirnos, querernos y reinventarnos a través de una lente propia, escapando de los estereotipos en que nos han enmarcado las miradas de otros. Con un lenguaje propio, con una identidad visual que nos permita mirarnos desde una perspectiva diferente: la nuestra.

Latinoamérica es un continente en gerundio, en permanente construcción. Es un territorio que ebulle y se inventa, repleto de contradicciones, alegrías, texturas, colores; de luchas, fracasos, frustraciones y riquezas, de intentos, de historias, de glorias, de verde, de luz, de agua, de dignidad y, sobre todo, de una fuerza vital incontenible.

Hoy, frente al intento de imponer un pensamiento, un mensaje, una imagen únicos, Telesur surge en plural, reivindicando el nosotros, el sueño colectivo de una América.

El tema de los medios de comunicación tiene que ver con el futuro de nuestras democracias. Hoy en día, la dictadura mediática intenta suplantar a la dictadura militar. Son los grandes grupos económicos que usan a los medios y deciden quién tiene o no la palabra, quién es el protagonista y el antagonista. Lo cierto es que aún no hemos asumido que el discurso comercial -bombardeado a través de información, publicidad y cultura de masas, con un mismo envase, disfrazándolo de realidad o de hechos naturales- es también un discurso ideológico, agresivo, limitante de nuestra libertad de ciudadano.

Lo grave es tener la verdad y compartirla apenas con uno mismo. Nadie duda de la necesidad de impulsar medios comunitarios, espacios realmente horizontales de información y formación, constructores de ciudadanía. Ellos son un paso en la dirección de la democratización, pero por sí mismos no son suficientes. Podemos tener centenares de medios comunitarios, pero si el 93% de la audiencia está controlada por una estructura monopólica de los medios corporativos, será poco lo que habremos avanzado en la dirección de la democratización.

Por cierto, aquellos que durante años hemos militado en la concepción de la comunicación alternativa no hemos sabido hacer bien nuestras tareas. Vamos perdiendo -por goleada- la batalla de las ideas, atomizados en pequeños nichos. Ya era hora de pensar en grande, de construir un medio de comunicación audiovisual hemisférico que difunda una visión real de nuestra diversidad social y cultural.
Se trata de una estructura de alcance mundial y alta calidad para la transmisión de contenidos progresistas, para ofrecer las realidades del continente de forma inmediata, veraz, creíble, balanceada, contextualizada, que estimule matrices de opinión favorables a la integración de nuestros pueblos.

Se trata de difundir perspectivas diversas y plurales en torno a los grandes temas y preocupaciones que afectan a los colectivos, para el fomento del debate y la conciencia crítica ciudadana.

Se trata de promover la diversidad cultural a fin de fortalecer la memoria histórica y la identidad colectiva de nuestros pueblos, de fomentar la participación protagónica, organización y articulación de los pueblos mediante la creación de espacios para la difusión de las voces de nuestras organizaciones sociales. Se trata de democratizar la producción de contenidos para garantizar esa diversidad y pluralidad.

Hablaba de rescatar la memoria, y recuerdo ahora unos versos de Silvio Rodríguez, otro de los miembros de este Consejo Asesor. Decía el poeta: soy feliz, soy un hombre feliz y quiero que me perdonen los muertos de esta felicidad. En este momento nos sentimos felices por ver hoy que nuestro sueño se convierte en realidad, cosa que ha sido harto difícil en nuestra generación. Y ello fue posible por la lucha de muchos compañeros que fueron asesinados, secuestrados, desaparecidos, torturados por tener el mismo sueño, como Víctor Jara, Marcelo Quiroga Santacruz, Manuel Cepeda, Jaime Garzón, y mis compañeros de trabajo y lucha, Haroldo Conti, Zelmar Michelini, Paco Urondo, Rodolfo Walsh, Jarito Walker, entre tantos otros.

Desde antes siquiera de conocernos, intentaron desacreditarnos. Era obvio y esperable: comenzamos a desalambrar los latifundios mediáticos latinoamericanos en este largo camino que emprendimos hacia la democratización del espectro televisivo. Era obvio y esperable, porque después de 513 años los latinoamericanos y caribeños nos sobreponemos a nuestra afonía y conquistamos nuestra propia voz.

Sólo un muchas gracias, a los presidentes que confiaron en nosotros e hicieron posible la concreción de este sueño, a todos los compañeros, trabajadores fundadores de Telesur y a ustedes, los integrantes de este Consejo Asesor. Porque Telesur, hermano latinoamericano donde quiera que estés, Telesur… somos todos.

Palabras en el acto de lanzamiento de la programación experimental del canal. Teatro Teresa Carreño, Caracas, 24 de julio de 2005.