Nuestra sección Tribunas Libres Internacionales cambia su nombre por el de Tribunas y Análisis al llegar a su cuarto año de existencia. Este cambio de título no anuncia una transformación importante, sino que es el resultado de haber tomado en cuenta una evolución en curso. Cuando la creamos en septiembre de 2002 considerábamos que las tribunas y páginas de «opinión libre» de los grandes diarios internacionales eran un lugar de debate donde los encargados de tomar las decisiones en el mundo podían explicar sus políticas y sus ideologías. No éramos tan ingenuos como para no ver que se trataba ante todo de un enfrentamiento entre miembros de un círculo restringido y que las presentaciones de los acontecimientos estaban a veces impregnadas de mala fe con el objetivo de engañar a la opinión pública en cuanto a las reales intenciones de los autores. Sin embargo, entonces pensábamos que el simple resumen del discurso era suficiente para dar una imagen de los debates internacionales.
En la medida en que hemos profundizado en nuestro trabajo, nuestra visión ha cambiado. Hemos podido observar que lejos de ser un lugar de debate, las páginas de «tribunas» y «opinión libre» constituyen un lugar de influencia global. Progresivamente fuimos descubriendo la importancia de las oficinas de relaciones públicas que permitían a sus diferentes clientes presentar un mismo punto de vista en la totalidad de la prensa internacional y todo bajo etiquetas diferentes y, claro está, sin precisar que los textos formaban parte de una campaña de comunicación global. A medida que tomábamos conciencia de ello se fueron desarrollando nuestros análisis. Para mostrar mejor el funcionamiento de esta «fábrica del consenso, decidimos igualmente distanciarnos de la actualidad inmediata y trabajar por temas agrupando tribunas publicadas sobre una misma cuestión más que textos del mismo día pero sin que necesariamente tuvieran una relación entre ellos.
El título Tribunas Libres Internacionales que sólo reflejaba la materia prima de nuestro análisis no nos parecía apropiado, de ahí el cambio. La nueva denominación, Tribunas y Análisis, ilustra nuestra voluntad de brindarles un análisis cada vez más preciso de la forma en que los encargados de tomar las decisiones y los expertos mediáticos orientan el debate acerca de las grandes cuestiones geopolíticas.

Esta orientación de la opinión mediante un pluralismo anémico se manifestó una vez más durante este verano en la forma en que la prensa occidental trató el plan israelí de retirada de Gaza. Se resaltó el punto de vista israelí o sionista, mientras había una ausencia casi total del punto de vista árabe, palestino o incluso judío antisionista.
Hace algunos meses tratamos un texto de Meron Bevenisti que denunciaba en Ha’aretz la falsa disputa que oponía a partidarios y oponentes de la retirada de Gaza en Israel. Se trataba de dos grupos que compartían la misma ideología. Dicho texto ilustraba el punto de vista de una parte de la izquierda israelí que denuncia la duplicidad del gobierno Sharon en este asunto. Nada de este debate aparece en la prensa internacional que prefiere presentar únicamente el conflicto que opone a Ariel Sharon y sus aliados laboristas a la extrema-extrema derecha del Likud. A partir de esto, es fácil esquematizar esta oposición entre un grupo por la paz alrededor del general Sharon, que es conveniente apoyar, y un grupo nacionalista y hostil a toda solución del conflicto. Claro está, denunciar el plan de retirada de Gaza es acercarse peligrosamente al segundo campo.
Sin embargo, habría motivos de inquietud acerca de las reales orientaciones de este plan. Recordemos que durante su primera presentación, es decir durante el discurso del general Sharon en Herzliyya, el 18 de diciembre de 2003, la retirada de Gaza era presentada como complemento de la construcción de la «barrera de seguridad» a fin de que Israel pudiera redefinir sus fronteras por la fuerza y mantener zonas de ocupación más seguras y menos costosas. Más tarde, el consejero del Primer Ministro, Dov Weisglass, afirmara a la prensa israelí que la retirada de Gaza era ante todo un medio para conservar Cisjordania, donde ha sido reasentada una parte de los colonos expulsados de Gaza. En fin, el plan de retirada en si mismo, validado por Washington, no expresa ninguna voluntad israelí de someterse al derecho internacional, único medio de lograr la paz.
La diplomacia israelí ha desplegado grandes esfuerzos en la prensa internacional para propagar una visión maniquea del debate sobre la retirada de Gaza y considerar cualquier oposición al plan Sharon como una oposición a la paz. Ha movilizado a sus embajadores en cada país para que transmitan un discurso bien estructurado. El ideal tipo de este discurso salió de la pluma de Naftali Tamir, embajador de Israel en Australia. En The Australian, éste afirma que su país, a pesar de los sufrimientos soportados en los años 90, trata de llevar a cabo una política valiente y corre un gran riesgo a favor de la paz al abandonar Gaza. Por consiguiente, evidentemente, corresponde a los palestinos realizar los esfuerzos necesarios para lograr una paz duradera. Israel es el único habilitado para decidir si estos esfuerzos son suficientes. Lógicamente, esta visión de las cosas es retomada por el viceprimer ministro israelí, Shimon Peres, en el Times de Londres donde invita a la comunidad internacional a apoyar la acción de su gobierno y de las grandes empresas para la reactivación de la economía israelí. Señalemos que Israel se ha comprometido en un amplio proceso de privatización y liberalización de su economía y de la de Palestina, lo que incluye la privatización de los puertos palestinos.
Estos textos tienen un tono muy diferente al empleado en la intervención televisiva de Ariel Sharon al iniciarse el proceso de retirada el 15 de agosto. Esta imagen de un doble discurso, destinado a la opinión pública internacional o a los colonos israelíes según el caso, está reforzada por la lectura en The Independent de fragmentos del discurso dirigido por el presidente israelí Moshe Katzav a los colonos de Gaza el día en que se iniciaron las operaciones de evacuación. Hizo un gran llamamiento a la unidad nacional y para ello agitó la amenaza árabe «proveniente del este». Llamó a la unión de los colonos y del resto de la población judía de Israel para realizar el sueño sionista. Estos conceptos son intencionalmente indefinidos y pueden tener numerosas interpretaciones lo que hace difícil deducir intenciones políticas precisas. Sin embargo, una cosa está clara: no se trata del mensaje de paz que dan los voceros de Israel al resto del mundo.

Sobre la base del discurso de la diplomacia israelí, los partidarios de Ariel Sharon expresan apoyo a su política. El alto representante de la Unión Europea para la Política Exterior y de Seguridad Común, Javier
Solana, muestra su satisfacción en Ha’aretz y luego en Le Figaro por la retirada de Gaza, asegura a Tel Aviv su apoyo contra los oponentes al plan Sharon, considerados una vez más como ultranacionalistas, y afirma que el plan es un medio para reactivar la «hoja de ruta». Sin embargo, ésta preveía un congelamiento de la colonización de los territorios palestinos por parte de Israel mientras que la retirada de Gaza marcha a la par de la construcción del Muro de anexión y de nuevos asentamientos en Cisjordania. Por otra parte, el plan Sharon no prevé nuevas evacuaciones territoriales.
También en Le Figaro, el ex ministro socialista francés, Jack Lang, y el responsable del Consejo Representativo de las Instituciones Judías de Francia (CRIF) y de SOS-Racismo, Patrick Klugman, aseguran que esta retirada no sólo permite una reactivación de la hoja de ruta, sino que es compatible con la Iniciativa de Ginebra de Yossi Beilin y Yasser Abed Rabo, un punto de vista que el propio Beilin no osaría verdaderamente adoptar en su [texto explicativo publicado en Ha’aretz sobre el apoyo de su partido a Ariel Sharon. A partir de este análisis, ambos autores llaman al «pueblo de izquierda» a apoyar al general Ariel Sharon, a pesar de ser el ideólogo del colonialismo y criminal de guerra así declarado por la justicia de su propio país. Este llamamiento, publicado exactamente antes de la universidad de verano del Partido Socialista Francés en La Rochelle no fue objeto de debate… quizás porque fue publicado en Le Figaro, diario poco leído por el «pueblo de izquierda».
En Estados Unidos, el ex coordinador para el Medio Oriente de la administración Clinton, Dennis Ross, llama a la administración Bush a apoyar el plan de Sharon. En el Boston Globe, alaba el valiente acto político del general Sharon y considera que a partir de ahora corresponde a los palestinos dar otro paso. Llama al gobierno de Mahmud Abbas a mostrarse más agresivo con respecto a los grupos armados e invita a Washington a apoyar financieramente esta política. Si los palestinos pueden ver los beneficios económicos de la lucha contra los grupos armados, Abbas tendrá mayores posibilidades para actuar en el sentido deseado por Estados Unidos e Israel. El ministro palestino de Relaciones Exteriores, Nasser Al-Kidwa, también reclama una ayuda económica internacional en Nezavissimaia Gazeta pero sin abordar la cuestión de los grupos armados. Tratando de echar por tierra los presupuestos desarrollados en la prensa occidental, recuerda que la causa del problema es ante todo la ocupación israelí y que ésta no ha terminado.

En el sitio web en lengua árabe Islam online, el redactor jefe de Monde diplomatique, Alain Gresh, denuncia el análisis difundido en la prensa occidental sobre las ventajas del plan Sharon. Afirma que esta retirada no es más que una cortina de humo cuyo objetivo es distraer la atención internacional y garantizar el control de Cisjordania. El autor pretende que los palestinos no son tontos y que si Tel Aviv prosigue por esta vía estallará una nueva Intifada. También el director del Instituto del Medio Oriente de Moscú, Evgueni Sanatovsky, comparte este punto de vista al considerar en Gazeta que esta retirada es sobre todo útil para el clan Sharon para enmascarar la política de privatización en Israel, de la que se beneficia, y los casos de corrupción en que se ha visto involucrado. Considera que la Intifada es inevitable y que los territorios palestinos estallarán en pequeños potentados en manos de señores de la guerra como sucedió en Afganistán tras la retirada soviética.