Entre los artículos que abordaron la conmemoración de la matanza de Beslán, muchos de ellos imputan la responsabilidad del resultado final a las fuerzas rusas. No se trata de que se reproche a las fuerzas del orden el no haber sabido proteger a los rehenes, sino que se les acusa de haber matado a los niños durante un asalto irracional. En la imaginación occidental, el ruso, de todos es conocido, aún cuando no tenga un cuchillo entre los dientes, sigue siendo un ser cruel.

Con las declaraciones desesperadas de los parientes de las víctimas en las que condenan al presidente Putin, la prensa atlantista mezcla peligrosamente el resentimiento de las familias con los resultados insatisfactorios de la investigación, de modo tal que la tristeza se instituye como verdad y ya no se trata en lo absoluto de los secuestradores.

Es el caso del periódico Libération, con su titular «En Beslán, Putin trata de comprar el silencio de las víctimas».

Partiendo del axioma según el cual Vladimir V. Putin es el responsable de la matanza, el artículo presenta las indemnizaciones pagadas a las familias de las víctimas como un medio para el Poder de comprar el silencio de las familias y dividir al mismo tiempo a la población de Beslán entre pobres y «nuevos ricos». Sigue una descripción del comportamiento de los indemnizados que muestra que en Rusia la gente común no es mucho más afortunada que sus dirigentes.

Por otra parte, Libération no interpretó la indemnización a las familias de las víctimas de los atentados del 11 de septiembre como un intento de la administración Bush de comprar su silencio. Ahora bien, en ese caso, debería haberse basado en eso precisamente ya que la indemnización estaba sometida a condiciones: las familias debían comprometerse por escrito a renunciar a todo proceso judicial, es decir, renunciar a conocer la verdad. En cambio, el gobierno federal ruso no impuso ninguna cláusula para las indemnizaciones a las familias de las víctimas de la toma de rehenes en Beslán.