Pocas semanas atrás, el mandatario colombiano Alvaro Uribe se fue hasta Crawford el rancho de descanso de George Bush. Como lo denuncian sus connacionales, necesita in situ, rendir pleitesía y garantizar que el TLC con Gringolandia está en camino irremisible. Nuestro presidente, Alejandro Toledo, no fue tan lejos. Sólo a Santafé y charló con Uribe. Todo pareciera estar listo para que el próximo octubre, Colombia y Perú, firmen el TLC con Estados Unidos. La posta vasalla se la turnan y también su infame capacidad de arrodillarse ante el gran imperio. ¡Cosas veredes Sancho! ¡Merecen el Nobel al vasallaje!

¿Cómo puede entenderse que Alan García otorgue su espaldarazo a la visita de Toledo a Uribe, sin mayor análisis ni diferenciación soberana siquiera de lo más mínimo que se espera de un político que aspira al sillón de Palacio? ¡Para colmo de males, García, presume que luego de este cónclave, Perú y Colombia, afinarán una estrategia “agresiva” al decir del ex mandatario. Una cosa es agresividad y competencia decente. Pero lo que se practica en Perú y Colombia, es una olímpica política de estar de rodillas perennemente. Y si se trata de Estados Unidos, ¡mucho más!

Llama a plena y cabal desconfianza que la cortesía y solidaridad se confundan con estolidez consuetudinaria y cabeza gacha como saludo usual. Toledo se comunica con Donald Rumsfeld, Secretario de Defensa de EEUU y, se lee que hay por el norte, gran preocupación por la irrupción política de Ollanta Humala a quien responsabilizan de un “chavismo a la peruana”. La Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso, tiene entre sus planes estratégicos, viajar a Estados Unidos para expresar su congoja apenada por el aterrador huracán Katrina y sus daños múltiples. ¿Qué, no hay internet o teléfono o correo electrónico? ¡No es buen momento para hacer turismo en Gringolandia!

La verdad genuina e incontestable es que la última pizca de dignidad que parecían tener nuestros políticos, se ha perdido. No queda resabio valedero o germen renacentista. Ahora, se trata de dar muestras de buen comportamiento a la Casa Blanca y obtener, de ese modo, el visto bueno, el okey “generoso”, el go ahead and good luck (adelante y buena suerte) de los chicos de Capitol Hill y del gobierno. ¿Por causa de qué no condecoramos con la Orden del Sol a los 600 ó más congresistas gringos? ¿Y les hacemos una pachamanca de rompe y raja?

La inercia, abulia y absoluto deshonor pareciera inundar todos los predios políticos. Se da por hecho, e inconcusa, la firma de un TLC que sólo aumentará a límites aberrantes nuestra dependencia con Estados Unidos. Si se presentan broncas y litigios, los tribunales ad hoc, por encima de las leyes nacionales, resolverán con justicia. Ciertamente, con la justicia que cumple la regla de oro de nuestros tiempos: ¡quien tiene el oro, impone la regla! Pero la preocupación pasa por el retorno al Congreso y a la administración de tropas de secretarias, brigadas de asesores y ejércitos de custodios.

En las calles se respira vientos de fronda porque el impacto del alza descontrolada del petróleo presagia consecuencias directas en el bolsillo de los más pobres que en Perú son 25 de los 26 millones. En las empresas que cierran o que botan a sus empleados con subterfugios mil, para achicar sus gastos corrientes, sólo hay horizonte difuso. Y los desocupados o asesinan o roban o violan. No es un panorama muy lindo el que aquí vivimos. ¡Y así nos hablan de democracia, de derechos humanos, de gobernabilidad y adefesios parecidos!

Cuando se tenga que escribir la historia infame del TLC, el vasallaje oprobioso de que hicieron gala los gobernantes y sus secuaces pseudo-negociadores, ocupará páginas de infamia y serán los pueblos los que castiguen a los vendepatria y traidores.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!