Estos últimos meses el «régimen naranja» de Ucrania se ha sumido en crisis. Pocos dudaban de que, al encontrarse en tal estado, él se tornaría incapaz de funcionar, y tarde o temprano el presidente se vería obligado a dar solución a las contradicciones internas por medio de tomar decisiones cardinales en materia de cuadros.

El problema consistía en si lograría o no el «poder naranja» llegar en tal estado a las elecciones. Pues todo el mundo estaba interesado en ello, tanto el presidente Victor Yuschenko como la primera ministra Julia Timoshenko. Pero no lo logró: tuvieron que dimitir tanto todo el Gabinete de Ministros como su contrincante principal: Piotr Poroshenko, cabeza del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa.

¿En qué redundará ello para Yuschenko?, ¿valía la pena tomar tal decisión conociendo las consecuencias que sobrevendrían obligatoriamente?

Lo fundamental que ha conseguido Victor Yuschenko con la dimisión de Julia Timoshenko es el surgimiento de una potente oposición «naranja», la que es capaz de privar del apoyo del parlamento al poder ejecutivo, ganando las elecciones el año que viene. Es poco probable que Timoshenko acepte ahora formar un bloque junto con el partido propresidencial Nuestra Ucrania, pues a la rivalidad política y administrativa se ha añadido una fuerte ofensa personal.

Según ha informado a la prensa una fuente del Gabinete de ministros, Timoshenko ha declarado que esta es la tercera ocasión que Yuschenko la traiciona: la primera vez lo hizo cuando ella era viceprimera ministra; la segunda, cuando él calificó de «fascista» al movimiento «Ucrania sin Kuchma», y esta última vez, cuando declaró que hacía falta reunir la respectiva documentación para tomar decisión sobre el asunto de Piotr Poroshenko.

Aparentemente el presidente no quiso escoger entre dos partes en conflicto: Piotr Poroshenko, quien intentó concentrar en sus manos todas las palancas administrativas de dirección del país y a quien llamaban cabeza de un Gobierno real, y Julia Timoshenko, persona que obtuvo su puesto debido al «aporte» hecho por ella al triunfo de la «revolución naranja» y pretende a ocupar el primer lugar en el sistema de poder de Ucrania. Los dos fueron cesados en sus cargos. Pero existen muchos fundamentos para suponer que la opción no se haya hecho a favor de Timoshenko.

Pese a haber sido cesado Piotr Poroshenko conservará en mucho grado su influencia política sobre el presidente, aunque ya de manera extraoficial, entre pasillos. Segundo, es de señalar que Poroshenko presentó la dimisión no con el fin de abandonar la política, ni mucho menos. En Ucrania existe la práctica de pedir la dimisión con el fin de quedarse.

El presidente, si quiere mantener en sus respectivos puestos a las figuras clave, manifiesta en público su confianza al solicitante y con ello priva a los adversarios de éste de la posibilidad de lograr que el contrincante abandone el puesto dirigente. O sea que Poroshenko llevó la delantera, presentando la dimisión en el momento mismo en que Timoshenko le formuló un ultimátum a Yuscheko: la autonomía de la primera ministra en la formación de «su parte» del bloque electoral a cambio de la dimisión del cabeza del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa.

Pero a juzgar por la decisión tomada, Victor Yuschenko no estaba preparado para despedir a su ayudante más cercano, fortaleciendo considerablemente con ello las posiciones de la presidenta del Gabinete de ministros.

Tampoco podía cesar solamente a Timoshenko, pues ello significaría una ruptura definitiva con ella y la imposibilidad de crear la coalición electoral, lo que tiene una importancia de principios para el futuro del «régimen naranja».

Como resultado, hacia la tarde del jueves el presidente de Ucrania se vio en una situación sin salida y tomó la decisión de cesar en sus cargos a ambos políticos. Según los cálculos de él, ello le compensaría en cierto grado a Timoshenko la pérdida de su puesto, con lo que queda la probabilidad de conservar relaciones aceptables con ella y, como consecuencia, cooperar durante la campaña electoral. Y segundo, la doble dimisión permite liquidar la crisis del poder, que se ha visto incapaz de desarrollar la gestión administrativa normal.

Pero los cálculos de Victor Yuschenko pueden resultar erróneos: Timoshenko difícilmente aceptará la «zanahoria» tendida en forma de la dimisión de Poroshenko, la ofensa personal de ella se dirigirá a formar un movimiento electoral autónomo, una oposición «naranja».

También es bastante dudoso de que el futuro Gabinete de ministros pueda obrar con eficacia: mientras que antes la línea de confrontación pasaba dentro del poder ejecutivo, en la nueva realidad puede pasar entre éste y el parlamento, en el que pueden surgir coaliciones coyunturales de la actual oposición con los diputados leales a Timoshenko. En todo caso resulta que la victoria de la «revolución naranja» llevó al poder a unas personas incapaces de edificar el sistema de dirección del país.

La gente que decidía el destino de Ucrania en la calle no se manifestaba a favor de Yuschenko ni de otras figuras concretas, sino a favor de la idea de «vivir como en Europa», cuyos exponentes eran, según le parecía, los líderes del movimiento «naranja». La gente votaba no tanto por Yuschenko o Timoshenko cuanto en contra del anterior sistema de poder, ajeno para Europa Occidental.

Pero ahora resulta que la integración en Europa se aleja siempre más, las nuevas autoridades por su incapacidad de conducir al país en la dirección escogida se han atascado en sus disputas internas, intentando pagar antes que nada la deuda contraída ante los «patronos» fundamentales de la «revolución».

Cabe esperar que en Ucrania estalle la lucha en torno a los «valores auténticos» de la «revolución naranja»: los partidarios de Timoshenko van a acusar a Yuschenko de haber traicionado los ideales, mientras que el presidente querrá cargar todas las desgracias sobre el populista Gobierno de la ex primera ministra.

Es obvio que va a crecer el desencanto popular, y el decrecimiento de la base social del «régimen naranja» ajado afectará su capacidad de realizar los objetivos proclamados. En vistas de ello la UE se pondrá a reflexionar sobre qué es este país que pretende ser su miembro de pleno derecho.

Fuente
RIA Novosti (Rusia)