Chantier de la centrale de Bushehr en Iran

Estados Unidos acentúa su presión sobre Irán. Ya no se habla de sanciones económicas, desde que Irán adoptó un amplio acuerdo comercial con China, sino que se esgrime la amenaza militar [1].

La señorita Rice repite constantemente su voluntad de plantear la cuestión nuclear iraní ante el Consejo de Seguridad, o sea de obtener una resolución de condena contra Irán, al igual que su predecesor Colin Powell quien obtuvo que se condenara a Irak. La amenaza ha dejado de ser velada. Se trata de hacer que el Consejo acepte una falta de Irán que pueda servir de pretexto para una intervención militar preventiva estadounidense. El director del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), Mohamed El Baradei, le respondió de nuevo que se trata de un paso apresurado y contraproducente [2].

Desde hace dos años Washington y Teherán libran una prueba de fuerza por intermedio del OIEA. Los iraníes reconocieron no haber respetado ciertas obligaciones de declaración al no poner en conocimiento del OIEA algunas de las substancias que utilizan con fines civiles y procedieron a llenar satisfactoriamente esos trámites. Sin embargo Estados Unidos los acusa de haber ocultado esas substancias durante mucho tiempo para enmascarar un programa militar. Como ya hemos explicado detalladamente en estas mismas columnas, la diferencia entre nuclear civil y nuclear militar solamente tiene sentido cuando se alcanza un nivel elevado en el desarrollo de ese tipo de energía [3].

Todas esas técnicas son ahora duales, o sea, tienen aplicaciones civiles tanto como militares. La suspicacia, por consiguiente, es siempre legítima, como también es legítimo el derecho al desarrollo nuclear con fines pacíficos [4]. El único medio de salir de ese círculo vicioso es la realización de inspecciones profundas y frecuentes, cosa que Irán ha aceptado mediante la firma de un protocolo adicional al Tratado de No Proliferación.

En vista de ello, el Departamento de Estado ha hecho de todo para desacreditar al OIEA y a su director Mohamed El Baradei. Según un esquema ya conocido, los expertos «independientes» del International Institute for Strategic Studies (IISS) de Londres publicaron un informe perentorio para certificar la existencia de un peligro iraní, como antes sirvieron de expertos acusadores para atestiguar la existencia de las armas iraquíes de destrucción masiva [5]. Los Muyaidines del Pueblo [6], organización opositora iraní totalmente controlada por el Pentágono, han ofrecido numerosas conferencias de prensa para poner en conocimiento de los ávidos medios de difusión todo tipo de revelaciones absurdas sobre las instalaciones secretas de los mollahs, exactamente como el Congreso Nacional Iraquí que el Pentágono puso en escena para dar a la prensa detalles imaginarios sobre los programas de armamento de Sadam Husein. Mientras tanto, Mohamed El Baradei, como Hans Blix anteriormente, pide tiempo para realizar sus inspecciones y subraya que en el estado avanzado en que se encuentra su trabajo no ha encontrado aún el menor indicio que permita sostener las acusaciones estadounidenses. La historia se repite.

Para salir de ese enfrentamiento infernal, los iraníes recurrieron a los buenos oficios de la Unión Europea, la cual designó un grupo de tres negociadores (Reino Unido, Francia y Alemania) llamado «EU3». Para establecer su buena voluntad, los iraníes suspendieron provisionalmente el enriquecimiento de uranio e invitaron a los europeos a elaborar ellos mismos un protocolo de inspección más detallado.

Sin embargo, los británicos persuadieron a sus asociados europeos de que hay en Irán una línea pacífica, alrededor de los «reformistas», y una línea belicista, alrededor de los «conservadores». Convencidos de que los primeros ganarían ampliamente la elección presidencial, los europeos retrasaron las negociaciones creyendo que todo sería más fácil con el futuro ganador. Los iraníes interpretaron el nuevo plazo como una manera de aprovecharse de su buena voluntad para impedirles proseguir sus actividades civiles, sobre todo teniendo en cuenta que Estados Unidos no suspendió su campaña de propaganda contra la República Islámica durante ese
período [7]. Al comprobar que, llegada la fecha prevista, los europeos todavía no habían propuesto nada, los iraníes retomaron el enriquecimiento de uranio, cosa que autorizan los tratados internacionales. A fin de cuentas, los iraníes eligieron masivamente a un desconocido y este decidió rápidamente proseguir la obra de su predecesor ya que esta cuestión, contrariamente a lo que afirma el superficial análisis de los europeos, goza de un consenso nacional.

Decepcionados por la troika europea, los iraníes no tardaron en encontrar en otra parte un aliado de peso. La Federación Rusa, que va concretando poco a poco su regreso a la arena internacional, vino a recordar que los iraníes no hacían más que ejercer su derecho a dotarse de nuevas fuentes de energía. El asunto hubiera podido quedar en el plano de las declaraciones de principios, pero ambos Estados fueron más lejos.

Mientras que el Pentágono favorece la fuga de informaciones sobre sus preparativos militares y deja entender que podría probar sus bombas atómicas tácticas contra blancos iraníes [8], el vicepresidente de la República Islámica y presidente de la Organización de la Energía Atómica iraní, Gholam Reza Aghazadeh, fue recibido en Moscú esta semana. Se reunió no sólo con el ministro de Relaciones Exteriores, Serguei Lavrov, sino también con el de Defensa, Igor Ivanov, y con su homólogo de Rosatom, Alexander Rumiantsev.

Rusia está empeñada en terminar, a fines del año 2006, la construcción de la primera parte de la central eléctrica de Bushehr, en la costa del Golfo Arábigo Pérsico. Se trata de un reactor con enfriamiento hidráulico del tipo WER 1000, sistema considerado como uno de los más confiables del mundo en materia de seguridad. Este generador utilizará combustible que facilitará Rusia y que, después de utilizado, volverá a Rusia para ser tratado allí.

La empresa Atomstroyexport estudia también la posibilidad de terminar la segunda parte de la central eléctrica, que debería haber construido la firma alemana Siemens, la cual renunció a hacerlo. No se ha decidido aún si los rusos destruirán las «ruinas» que dejaron los alemanes y lo volverán a hacer todo utilizando su propia técnica o si realizarán el proyecto en otro sitio, por ejemplo, cerca de Ahwaz, lugar cercano a la frontera iraquí. Lo más importante es que han comenzado las conversaciones sobre la posible construcción por los rusos de 20 nuevas centrales nucleares en Irán con una potencia total de
20,000 MW [9].

En otras palabras, cuando haya técnicos rusos en todas las instalaciones nucleares iraníes, las acusaciones de Washington no estarán dirigidas ya solamente contra Teherán sino también contra Moscú, de hecho garante del carácter puramente civil del programa nuclear iraní. El juego cambiará entonces de dimensión.

[1«Face aux États-Unis, l’Iran s’allie avec la Chine», Voltaire, 17 de noviembre de 2004.

[2«IAEA opposes taking Iran to Security Council», Reuters, 14 de septiembre de 2005.

[3«Nucléaire iranien: le piège des États-Unis», por Paul Labarique, Voltaire, 19 de noviembre de 2003.

[4«François Géré: la position iranienne à propos du nucléaire est légitime», entrevista realizada por Ahmad Nokhostine, Voltaire, 22 de mayo de 2005.

[5«Les experts qui ont donné raison à la CIA», Voltaire, 4 de febrero de 2004. «Le Financial Times accorde encore de la crédibilité à l’IISS », Voltairenet.org, 7 de septiembre de 2005.

[6«Les Moudjahidin perdus», por Paul Labarique, Voltaire, 17 de febrero de 2004.

[7«Le duel Washington-Téhéran», por Thierry Meyssan, Voltairenet.org, 6 de septiembre de 2005.

[9«L’Iran entend accroître sa coopération avec la Russie», por Tatiana Sinistsyana, RIA Novosti, 12 de septiembre de 2005.