En estos días, la Corte Suprema absolvió al ex general en la causa conocida como “Operación Cóndor”, es decir, lo declaró no culpable, después de un juicio que fue posible tras el desafuero o retiro de la inmunidad de “ex Presidente” por nueve secuestros y un homicidio calificado camuflados como muertes en el exterior en complicidad con los servicios de inteligencia del Cono Sur de los “70. Pero un día antes, la misma Corte abrió el camino para que avance otro juicio que debería esclarecer su responsabilidad en la “Operación Colombo”... una acción que formó parte de la “Operación Cóndor, articulada por la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA).

Probablemente, otro examen médico volverá a salvar a Pinochet por “loco”, o será perdonado de nuevo por “vejez” o “enfermedad”. Los abogados de casi todos los altos oficiales que han alcanzado edad avanzada alegan hoy que sus clientes no están capacitados para dirigir sus defensas.

¿Qué fue la “Operación Colombo”?

El ex magistrado Juan Guzmán Tapia resolvió –el 8 de febrero de 2005– dar curso a la solicitud de desafuero presentada contra Pinochet por su responsabilidad en la desaparición de 119 personas, en la llamada “Operación Colombo” de la DINA. El retiro de la inmunidad fue solicitado por el abogado Hernán Quezada, de la Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Cristianas (FASIC), en las causas por Bernardo de Castro López y por los hermanos Carlos y Aldo Pérez Vargas.

El caso, de 81 tomos y 47 episodios, investiga una acción internacional de “inteligencia periodística” adscrita a la “Operación Cóndor” montada en 1975 para encubrir la desaparición de 119 opositores al régimen militar aprehendidos en sus domicilios, lugares de trabajo o universidades. Todas las víctimas fueron trasladadas a centros secretos de detención, donde fueron vistas por otros detenidos, pero después desaparecieron para siempre (http://www.fasic.org/doc/inf05Iweb.pdf).

“Colombo” fue también una acción internacional de propaganda, desinformación y manipulación de información inspirada en los manuales de guerra psicológica de la Escuela de Las Américas. Intentó disfrazar la suerte de todos los desaparecidos reclamados ante una justicia sorda y ciega en mas de 200 recursos de hábeas corpus que se acumulaban en las cortes. “Colombo” comenzó haciendo “aparecer” cadáveres en Argentina para “demostrar” que las víctimas se habían ido del país.

Así ocurrió con David Silberman Gurovich, ingeniero civil comunista, ejecutivo de Codelco, secuestrado por la DINA desde la Penitenciaría de Santiago el 4 de octubre de 1974, donde purgaba una condena a 13 años. Desapareció en Villa Grimaldi, pero en abril de 1975 apareció su supuesto cadáver en un sótano de Buenos Aires, sin manos ni cabeza, imposible de identificar. Sin embargo, cargaba dos cédulas chilenas con su verdadera identidad.

El 11 de julio, aparecieron otros dos cuerpos en El Pilar, Argentina, con un cartel que decía “Dados de baja por el MIR. Brigada Negra”. La prensa chilena los “identificó” al día siguiente como los desaparecidos Jaime Robotham Bravo, 23 años, socialista, estudiante, arrestado el 31 de diciembre de 1974, y Luis Alberto Guendelman Wisniak, detenido en su domicilio el 2 de septiembre. Los familiares viajaron esperanzados a Argentina, pero no reconocieron los cuerpos como de sus seres queridos. Días más tarde, Robotham apareció de nuevo en la prensa, esta vez como “muerto en un enfrentamiento” con la policía argentina en Salta, Argentina.

En julio de 1975, otro cadáver encontrado en Buenos Aires fue adjudicado a Juan Carlos Perelman Ide, 31 años, ingeniero, militante del MIR, detenido el 20 de febrero de ese mismo año en Santiago junto a la periodista Gladys Díaz –quien sobrevivió– y sacado de Villa Grimaldi el 28 de febrero de 1975 en compañía de otros 12 detenidos.

“Terroristas”... fabricados

Los servicios de inteligencia sudamericanos de la “Operación Cóndor” terminaron abandonando el “lavado” de cuerpos uno a uno con un plan periodístico internacional que pretendió descalificar los reclamos de los familiares por sus desaparecidos. La “Operación Colombo” fue un montaje –pueril y burdo– de desinformación hecho con las ténicas de “inteligencia de la información” que la Dina impartió en su escuela de La Rinconada a un selecto grupo de reporteros reclutados en la fuente policial con la anuencia de sus jefes en los medios, la fotógrafa Celeste Ruiz de Gamboa, el reportero de televisión Pablo Honorato y el agente encubierto Ricardo Coya, entre muchos otros periodistas, según el testimonio de un participante en estos entrenamientos.

Fabricar terrorismo y manipular mentes de ciudadanos es un oficio antiguo. A dos años del golpe militar, la prensa chilena de 1975 venía preparando el ánimo con noticias falsas sobre supuestas actividades militares de “extremistas chilenos” en Argentina, en las que luego aparecerían “muertos en refriegas” 59 detenidos desaparecidos. “Extremistas asesinaron a un capitán del regimiento Talca”, tituló La Mañana de Talca del 6 de junio de 1975, alertando sobre una actividad guerrillera fronteriza que jamás existió. Apenas hallado muerto en su automóvil el capitán Osvaldo Heyder Goycolea, el diario aseguró que “el deceso se debió a una acción extremista”, sin mayores datos y antes que la policía resolviera el crimen.

La Tercera afirmó el 13 de junio que “Extremistas chilenos se adiestran en Tucumán”, citando “fuentes responsables del gobierno”. “Más de dos mil extremistas chilenos están recibiendo entrenamiento militar en la República Argentina para ingresar clandestinamente y operar en nuestro país”, dijeron los titulares. El Mercurio del 16 de julio publicó el supuesto hallazgo de los cuerpos de Robothan y Guendelman: “Se les reclamaba como “desaparecidos”: Miristas muertos en Argentina eran buscados en Chile”. El mismo día, Las Ultimas Noticias, también de El Mercurio, insistió: “En práctica nuevo plan extremista: Sangrienta “Vendetta” interna hay en el MIR”. La agencia Latin aportó el 2 de julio un cable publicado al día siguiente por La Tercera: “Capturan célula marxista internacional en Salta: Con ramificaciones en Chile, Bolivia y Uruguay”. Fueron “19 miembros de una célula guerrillera”, pero sin un solo nombre.

El 14 de junio, el ministro Secretario General de Gobierno, Hernán Béjares, advirtió en La Tercera: “La guerrilla no tendrá ningún éxito en Chile”. El 16 de junio, el mismo diario anunciaba que “Los esperan al otro lado de la Cordillera: Gendarmería argentina cerca a los guerrilleros de Talca”, una noticia EFE, despachada –supuestamente– desde Mendoza y sin fuentes: “La Gendarmería Nacional (policía de fronteras) habría montado una severa vigilancia en ciertos puntos de la alta cordillera con Chile, trascendió hoy aquí en fuentes oficiosas”, etcétera. La Tercera del 18 de junio aseguró que el dictador estaba al tanto: “General Pinochet recibió informe sobre guerrillas”. El director de ese diario era Alberto Guerrero y el jefe de informaciones, Héctor Olave Vallejos, Premio Nacional de Periodismo 2003.

Propaganda de guerra psicológica

La campaña mediática, orquestada con absoluta impunidad desde las oficinas de “inteligencia de la información” DINA, inventó cadáveres y “enfrentamientos armados”. Sin dar un sólo nombre de los detenidos, La Tercera del 26 de junio aseguró: “Cayeron otros 25 extremistas en Talca”, mientras La Mañana del 26 de junio titulaba “Detención de los 25 extremistas carece de confirmación en Talca. Se suman a los 14 anteriores. Estarían detenidos en Santiago”, etc.

El primer párrafo de la noticia rezaba: “De acuerdos a informaciones provenientes de la capital, 25 extremistas chilenos entrenados por instructores cubanos en Tucumán, República Argentina, fueron detenidos por fuerzas de seguridad de Talca”. Los familiares de los detenidos viajaron inútilmente a Talca a indagar sobre sus seres queridos. Jamás obtuvieron un solo nombre. Todo era mentira.

En esos tiempo, todos los medios de prensa de Chile apoyaban a la dictadura y colaboraron encubriendo crímenes atroces presentados a la opinión pública como “enfrentamientos armados”, incluso cuando las víctimas fueron periodistas como Augusto Carmona Acevedo, acribillado por la espalda, el 7 de diciembre de 1977, y el estudiante Juan Elías Espinoza Parra, asesinado en un falso enfrentamiento, el 29 de diciembre de 1985.

Infundio tras infundio, la “Operación Colombo” avanzó en un pais donde la justicia hacía la vista gorda ante 283 recursos de amparo presentados por los familiares de otras tantas personas que se encontraban desaparecidas, entre un total de 3.454 ciudadanos arrestados entre mayo de 1974 y febrero de 1975, según los anales del Comité Pro Paz citados en “La Gran Mentira, el caso de las Listas de los 119”, publicado en 1994 por el Comité de Defensa de los Derechos del Pueblo (Codepu).

“Colombo” alcanzaría el clímax con dos publicaciones “internacionales” que originarían el arbitrario listado de “Los 119”. El 25 de junio de 1975, el diario Novo O Día dio cuenta, en Curitiba, Brasil, de la muerte de 59 extremistas marxistas chilenos abatidos en Salta, Argentina, incluyendo sus nombres completos. Y 20 días después, 15 de julio, otra lista de 60 personas fue difundida en Argentina por la revista LEA, “semanario de interés general”, dirigido por un tal Juan Carlos Vivera, que apareció por una sola vez, solamente para entregar esa “noticia”. “La Vendetta Chilena” se tituló el informe de LEA: “60 extremistas chilenos han sido eliminados en los últimos tres meses por sus propios compañeros de lucha”. Las víctimas de los dos informes sumaron 119.