Ha dicho José Morales Dasso, presidente de la Confiep, la organización empresarial cómplice del delincuente Kenya Fujimori: “que el TLC debía ser política del Estado y no política”. Es casi seguro que a este señor no se le ha ocurrido reflexionar que el Estado lo conforman 26 millones de peruanos. Los gobiernos entreguistas de los que se favorecen comerciantes y pusilánimes que todo le arriman al Estado, pasan; en cambio, los convenios, los grilletes, las asimetrías monstruosas, quedan de generación en generación. Morales Dasso es ¿ignorante o pícaro?

Cuando un gobierno firma tratados “sí o sí”, pone la soga al cuello a los peruanos actuales por largo tiempo. Los empresarios, las más de las veces, siempre están del lado que propicia cualquier negocio o cuchipanda. Particularmente, el empresariado peruano es de una cobardía tal que jamás pelea con sentido nacional o nacionalista, sólo se humilla y propicia la intromisión de los grandes capos mundiales que, vía TLC, se dan sus tribunales ad hoc, por encima de las leyes nativas; anclan al país en un sistema económico sin valor agregado y, claro está, las exportaciones suben su valor y los pobres siguen siendo más pobres.

Las paparruchas de los Morales, los Ferreros, los de la Flor, los medios de comunicación comprados por publicidad y los cómplices pagados desde esas tribunas muy bien engrasadas, empiezan a comprender que su TLC y toda la fiesta de supuestas bondades, carecen de sustento real y efectivo y se basan más en la invasión mediática que atosiga al ciudadano. Sin embargo, no hay sustituto aún para el hambre que siente el hombre de a pie y mucho menos cuando se da cuenta que le están engañando miserablemente.

Morales sostiene que la gente debe comprender lo positivo del TLC. ¿Y por qué no invertimos la figura y preguntamos por lo negativo contra nuestros productos agrícolas; la producción cultural; el precio de las medicinas; la prevalencia inconcusa de los fallos de tribunales ad hoc aún en contra de las legislaciones locales? ¿Qué tanto miedo? La verdad es que los vendepatria saben muy bien que jamás conseguirían respaldo, entonces se trata de sacar el TLC ¡a como dé lugar!

Cuando la semana pasada el ministro del TLC y Asuntos Foráneos, oficialmente de Comercio Exterior, Alfredo Ferrero, sugirió rogar porque nos prolongaran el ATPDEA, mostró sin vergüenza, con descaro y profundo desprecio por el resto de los peruanos, su rostro genuino de servil orgánico, un auténtico tecnócrata al servicio de las transnacionales. De repente, el disparate aquel del “sí o sí”, no fue idea de Toledo, de las pocas o escasas que tiene, sino de Ferrero. The man is the style.

Una política de Estado debía promover la dignidad ciudadana en cada acto público. De ese modo, los quintacolumna y descarados vendepatria, tienen que ser señalados por la ciudadanía y apostrofados por la bajeza de sus actos contra el país. Ni la globalización tiene que ser aplicada cómo nos la traen de fuera y mucho menos, hay que aceptar como iguales a quienes sólo socavan, chantajean, traicionan y violan el ineludible derecho y deber a pensar en un Perú libre, justo y culto.

Cuando el pueblo vota con los pies marchando por las calles en repudio del TLC, no hay medio de comunicación capaz de disfrazar la protesta verdadera porque la rabia del pueblo es mucho más grande y poderosa que los dólares que pagan a quienes están al servicio de otros intereses, casi siempre anti-nacionales.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!