Es
que la historia nos tiene que poder mostrar por qué el proceso
constituyente acaba entrampándonos en un cuarto intermedio
electoral en el que el poder constituyente ha sido sustituido por el poder constituido.

Muchas cosas, talvez todas ellas o ninguna ciertas, se han dicho
sobre este proceso. Pero aquí estamos donde estamos, metidos
en un juego electoral que simplemente apareció en el camino
como una especie de paradero para una bocanada de aire que le
ha puesto pausa al dinamismo de los movimientos sociales y que
le ha permitido una nueva dieta al apetito de las transnacionales. Y aquí estamos como estamos, con un gobierno de transición y un
presidente al que muchos bolivianos y bolivianas todavía no
conocen, impulsando un proceso electoral que ha abierto otra vez
la voracidad política por el poder, realimentando las diferencias
antes que los encuentros.

El mayo y junio recientes los movimientos sociales y regionales
condensaron en las calles dos agendas que son mucho más que
dos demandas: por una parte la “Agenda de Enero”, que
empezando el 2005 culmina un proceso por las autonomías
regionales y la convocatoria a elecciones de Prefectos o
gobernadores regionales. Mientras esto ocurre en la amazonía
boliviana, en sus tierras altas del altiplano, la “Agenda de Octubre”, a
partir de la denominada guerra del gas de octubre de 2003 en la
ciudad de El Alto, vecina de la ciudad de La Paz, sede del
gobierno, logra legitimar dos reivindicaciones: la nacionalización de los hidrocarburos y la Asamblea Constituyente.

Además, y en el fondo de los temas de estas dos agendas, un
motivo moviliza a las organizaciones indígenas de oriente y de
occidente, del sur y del norte: su inclusión soberana con su tierra y
territorio, con sus particulares formas de organizarse, con sus
propias costumbres, lenguas y formas de ejercitar su justicia. Y
otro tema más colma la paciencia popular: la ineptitud de los
operadores de la democracia representativa, especialmente de la
democracia pactada, que ponen en cuestionamiento este sistema
para sostener el alcance, dimensión, densidad y profundidad de
las transformaciones que apuntan a una Bolivia distinta,
desconcentrada, soberana y participativa.

Y aquí estamos, en el inicio de un nuevo proceso electoral, con un
contexto parecido al de muchas otras jornadas, con las calles de
las ciudades arremolinadas en garrafas vacías que esperan un gas
que se esconde. Y aquí estamos, como en muchas otras
jornadas, iniciando un proceso electoral con campesinos pobres y
sin tierra ocupando territorios. Y aquí estamos, iniciando otro
proceso electoral, cosechando los fracasos de un modelo de
acumulación privado empresarial que ha llevado a la ruina a las
escasas empresas estatales, y que ahora mismo tiene en la punta
del iceberg la venta posible de las acciones mayoritarias de
inversores italianos en la empresa telefónica. Y estamos
empezando un proceso electoral con un nuevo conflicto regional
entre oriente y occidente, alimentado esta vez por la Corte
Suprema de Justicia, que en un acto legal, pero inoportuno, anula
un artículo de la Ley Electoral que define la distribución territorial de
parlamentarios, cambiándola por otra que basándose en el
Censo Nacional de Población del 2001 le otorga más curules a los
departamentos del oriente restándoles escaños a los del
occidente.

ALAI-AMLATINA