El ministro chileno de Economía, Jorge Rodríguez Grossi, ya ha anunciado que en noviembre, en ocasión de una cita de presidentes, se suscribirá el acuerdo que establecerá un anillo energético intrarregional para abastecer con el gas de Camisea a Chile, Uruguay, Brasil, Argentina y Paraguay. Como se nota, el principal país favorecido de algo que NO existe, Chile, ya da por hecho que este asunto es de una certeza al 100%.

Más aún, Rodríguez Grossi, también ha dicho que este acuerdo debe trocar en tratado internacional para, de ese modo, “entregar certeza jurídica para que los inversionistas se interesen en la iniciativa, avalada por el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID)”. ¿Es posible aceptar tanto maniqueísmo en el manejo de las relaciones internacionales?

Una pregunta: ¿anillo energético o negociado de algunos?

Hasta donde se tiene conocimiento no está garantizado el gas suficiente para el consumo de los peruanos. Si esto es así, ¿a cuento de qué exportar dando prioridad al exterior y descuidando el valioso mercado interno? ¿O es que hay compromisos secretos, bajo la mesa, de quienes son los delegados oficiales y que asienten a cuanto provenga desde fuera, como indicaciones, que diseñan cómo será el desarrollo presente y futuro de las reservas energéticas del Perú?

Para que este anillo energético o negociado de algunos, funcione, se tendería un gasoducto desde Pisco a Tocopilla (Chile), 1200 kms. y a un costo de US$ 2500 millones de dólares. Pocos días atrás se reportaron fallas en el gasoducto que parte desde Camisea a la Costa peruana y esto empieza a causar asombro e indignación. ¿Cómo, una obra de supuesta gran ingeniería, con menos de cinco años, empieza a conspirar contra el medio ambiente porque es de deficiente y pésima construcción?

Con el desdén increíble del mundo parlamentario, con la anuencia soterrada de las autoridades gubernamentales a quienes no molesta un ápice que les dicten desde el exterior qué y cómo hacer las cosas, el ministro chileno ya anuncia de modo contundente que esto será una realidad porque así lo dice él. No obstante, no hay mayores estudios sobre los impactos en las masas laborales y pueblos peruanos por donde pasaría la supuesta obra.

Los economistas hablan siempre del costo-beneficio. ¿Alguien sabe –o sólo supone interesadamente- cuáles son las ventajas para Perú de un anillo energético que aprovecharía el gas de Camisea?

Además, lo que se empieza a ocultar es que con el gas peruano se elaboraría energía eléctrica que el norte chileno vendería al sur nacional. ¡Chispas! ¿Y a cuento de qué tenemos que propender a planes económicos ajenos cuando podríamos llevar a cabo los propios ya que somos dueños de la materia prima, en este caso el gas?

Los medios dan cuenta alegre de lo que viene de fuera. Asombra como indigna la visión acrítica y cómplice de los sucesos. Ciertamente, los partidos políticos, o mejor dicho, los clubes electorales están estúpidamente preocupados por pagar a las encuestadoras, declinando una vital y genuina observación de hechos que nos ponen al borde del entreguismo más claudicante y vergonzoso de que se tenga memoria reciente.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!