Al encontrarse en Afganistán, uno se pregunta involuntariamente: ¿podrá EEUU estabilizar la situación y realizar reformas democráticas allí? En el propio Kabul, éste es uno de los temas que más se debaten hoy día.

Tanto en los círculos políticos y militares, como entre los intelectuales locales y, por supuesto, simplemente «en la calle» gustan de trazar paralelos entre la presencia soviética y la estadounidense en Afganistán.

Muchos opinan que EE UU con mayor destreza - que los rusos en su tiempo - realiza la operación militar y aplica su política en general. Por otra parte, todos están seguros de que EE UU lo hace considerando la experiencia soviética.

Es obvio que las reformas que EE UU y otros países occidentales intentan efectuar en Afganistán por su esencia difieren poco de aquellas que antaño promovían los soviéticos: los derechos iguales y un igual acceso a la instrucción para el hombre y la mujer, la democracia electoral representativa y otras muchas cosas. La diferencia consiste sólo en que en aquel entonces las reformas se realizaban bajo la bandera roja, y actualmente, bajo los estandartes nacionales de más de veinte Estados.

Esta última circunstancia es muy sustancial: ni siquiera es posible sospechar que se trate de una ocupación de Afganistán por veinte países, lo que en su tiempo se le imputaba a la URSS.

Conviene hacer recordar asimismo que la presencia militar de la Unión Soviética en Afganistán fue recibida de uñas por parte de EE UU y otros países occidentales, los que invertían colosales recursos en la organización de un «yihad» contra los «shuravi» (soviéticos).

Hoy día Rusia, en su calidad de derechohabiente de la Unión Soviética, actúa en Afganistán dentro de la coalición antiterrorista, junto con EE UU y los países europeos.

Y, por último, precisamente gracias a los esfuerzos de la URSS en Afganistán fueron creadas las premisas necesarias - válidas hasta hoy día - para la realización de reformas.

Con la participación directa de los soviéticos, en la sociedad afgana surgió el grupo social de tecnócratas, el que sigue activo, decenas de miles de afganos recibieron buena instrucción en centros docentes superiores de la URSS, son ellos quienes hoy día constituyen la medula de los intelectuales afganos: casi todos los altos funcionarios de los principales ministerios estudiaron en la Unión Soviética y entre los idiomas extranjeros prefieren el ruso.

Los «tecnócratas» y los intelectuales «prosoviéticos» que se consolidan en torno a ellos son actualmente los principales aliados de EE UU y los países occidentales en la realización de reformas democráticas en Afganistán.

Se entiende que el éxito de las reformas depende, al fin de cuentas, de si las va a aceptar o no el resto, o la mayor parte, de la sociedad. Para las situaciones como ésta, los afganos tienen un buen dicho: «agua debajo de la paja». Ellos lo emplean cuando quieren indicar unos procesos complicados que se desarrollan imperceptiblemente. Ese dicho caracteriza muy bien a la situación que se vive actualmente en Afganistán.

Bajo la «paja» están madurando los problemas tradicionales: la disposición o la indisposición de la sociedad afgana a apoyar las reformas y de los islamistas radicales a hacer concesiones a los reformadores, así como el problema de relaciones mutuas entre el Norte y el Sur, entre los pushtúes y los no pushtúes. Precisamente estos problemas hicieron fracasar en su tiempo los esfuerzos reformadores que Moscú desarrollaba en el país.

La actual situación afgana está lejos de que se pueda calificarla de «sostenidamente estable». En las zonas intranquilas por tradición - las provincias de Kandahar, Pactia, Zabol y Helmend han intensificado sus acciones los principales enemigos de las reformas: los talibán, los extremistas de Hekmatiar y Al Qaeda.

Desempeña un papel especial el «factor islámico» que actúa de parte del Estado. Son los llamados jefes troperos, o ex mujaheddines, apoyados con entusiasmo en su tiempo por EE UU y los países occidentales en su lucha contra la URSS en Afganistán, los cuales hoy día les dan un fuerte dolor de cabeza.

Es una «quinta columna», capaz tanto de respaldar como, más bien, de minar cualesquiera reformas democráticas. Es también una fuerza que pretende obtener el mayor número de escaños en el nuevo parlamento (el escrutinio de los votos que se dieron en las recientes elecciones parlamentarias se concluirá hacia finales de octubre).

Al propio tiempo, los políticos y expertos norteamericanos están seguros de que entre los recalcitrantes jefes troperos goza del mayor prestigio Rusia.

Resumiendo se puede decir que existe demanda de la experiencia soviética acumulada en Afganistán, y en ello no haya nada paradójico, por lo visto.

Fuente
RIA Novosti (Rusia)