Alberto Kenya Fujimori amenaza desde su guarida volver nuevamente, en las
encuestas se perfila como un adversario de temer, es prófugo y, sobre todo, un
cobarde sin escrúpulos

Lo que parece curioso es que si hasta hace poco era, junto a su amigo y fiel
escudero Vladimiro Montesinos, los enemigos número uno del Perú, se haya
convertido en un referente de cuidado, en una supuesta nueva propuesta y quizá, si
Dios así lo desea, en el nuevo presidente de la república, después de todo
así sería la voluntad del pueblo que olvidando, fiel a una persistencia
histórica, las aberraciones de este renegado japonés, llegaría entre
aplausos y festines.

¿Será posible tamaña estupidez? Con el gobierno de Kenya Fujimori vimos
morir lentamente los valores de la sociedad, destruyó las instituciones
suplantándolas bajo los mandados de la corrupción, aniquiló los sindicatos,
remató como en una feria las empresas estratégicas llenándose los bolsillos,
hizo de un expulsado del Ejército, Montesinos, por traición, el hombre más poderoso y
siniestro a la vez, reprimió cualquier intento de justicia social amamantando
al pueblo con su política de asistencialismo, desorganizó el país y así,
citar los malos recuerdos sería una pérdida de tiempo. Lo que no sería
perder el tiempo es sorprenderse con su apoteósica aparición en las
encuestas, que su nombre figure como posible fuerza, es darse por hecho que
el pueblo sabe olvidar y muy bien, que perdona bajo la razón de la mano dura
y la asistencia. En suma, lo que algún día jamás imaginamos se hace posible
por la estupidez colectiva sugestionada bajo el embrujo de un presidente que
no dudó en escapar, poco hombre y sinvergüenza, de sus actos canallas.

La pasividad de la supuesta clase política no puede ser más evidente,
cómplice a este sistema y la forma de hacer política, plagada de corrupción
y de intereses partidarios, ha hecho que parte de la población vire al
siniestro Fujimori como el único capaz de poner orden y progreso.

Mientras no se ataque contundentemente el fondo del asunto, mientras en la
agenda política no figuren temas esenciales, más que las noticias del día, el
síndrome Fujimori seguirá creciendo a pasos agigantados.