¿Qué garantía hay que las estadísticas que hoy otorgan una clara preferencia por Lourdes Flores en su carrera presidencial, se mantengan invariables hasta el final de la campaña?: ¡Ninguna! Por tanto, es preciso recordar el dicho: no por mucho madrugar se amanece más temprano. A tenor de experiencias anteriores, en 24 ó 48 horas, el electorado puede trocar su simpatía y dejar con los crespos hechos a cualquiera que crea que ya tiene todo “asegurado”.

¿Cuál es el juego que persuade a la robusta postulante de acendrado conservadurismo en torno a que “impactando” desde ahora, preludia su triunfo comicial de julio del 2006? En primer término, las encuestadoras están haciendo su agosto. En un sentido u otro. Los partidos, sin excepción, contratan a estas organizaciones que si algo saben es arrojar veredictos episódicos con mayor o menor exactitud. Para eso les pagan. Quien esté detrás, obviamente, recibirá la recompensa que su dinero sufraga.

La política no es cuestión de género. Se puede ser profundamente inmoral, ladrón y vendepatria como hombre. Y lo propio como mujer. Pretender que Lourdes Flores, por el solo hecho de ser fémina, reúne condiciones de honorabilidad, destreza política, patriotismo o sagacidad a la hora de la prueba, es reducir la circunstancia a un maniqueísmo monstruoso. Por ejemplo, si eso fuera cierto, ¿cómo es que el voto de esta candidata, en el Congreso durante el fujimorato, estuvo entre los que regalaron Tiwinza al Ecuador?

¿Hay alguna diferencia patente en el modus operandi de los candidatos? Todos organizan polladas, almuerzos, convites de diferente ruido o motivo. El único objetivo inmediatista y miope, es asegurar el voto. Todos los partidos políticos en el Perú son clubes electorales. La diferencia ideológica es cuasi imperceptible. Son matices los que hay entre una postura política y otra, no temas de fondo ni de desarrollo como país en un indetenible como agresivo proceso de globalización al que hay que responder modernamente.

¿Qué hacen los medios? Bailan según los vientos alisios que traen recursos o promesas con recursos de pitanzas o caminos a posteriori. No hay principios, sólo conveniencias. Carecemos de discusión ideológica, pero sí hay afeites sobre temas absolutamente deleznables. El viejo Estado inmoral, insuficiente, aherrumbado, entreguista y claudicante NO es cuestionado por ninguna colectividad porque ¡precisamente! no hay voluntad de cambio, sino de acomodos para que las cosas sigan como están!

La estupidez tecnocrática y, por tanto, vendepatria por excelencia, ha regado el discurso que hoy ya no debe discutirse de ideas sino que hay que aceptar las privatizaciones o concesiones porque el Estado está huérfano de dinero. Entonces, cualquier cosa, del modo en que venga y bajo las peores condiciones laborales y espirituales, será buena o siempre mejor que lo que aquí tenemos. Aceptar acríticamente esta barbaridad es moneda común entre los partidos que NO impugnan, sólo hacen fantasías para las tribunas pero jamás un planteamiento radical. Todos los movimientos políticos nacionales han abandonado cualquier camino revolucionario y para cualquier dirección.

Al humalismo le encasillan como fascista. Y la verdad de este asunto es que hay miedo, mucho miedo. Cuando el terror dicta la conducta pública, entonces se puede esperar cualquier cosa porque no habla la razón sino los fantasmas y las frustraciones mediocres. Encasillar las opciones entre Lourdes Flores y Ollanta Humala suena bonito pero también huele a manipulación. Si Humala provoca inquietud, entonces, ¿hay que votar por la Flores y “por el respeto a las buenas costumbres y a la ley”? ¿Se puede ser tan imbécil o creer que todo el mundo lo es?

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!