Denunció ayer Javier Diez Canseco, durante la presentación del libro de Raúl Wiener, LAP: un fraude en 3 letras, que la privatización del Estado era un hecho claudicante que debía estar en la agenda de todas las colectividades políticas con el claro e irrenunciable propósito de reivindicar al Estado como custodio de los grandes intereses nacionales. Citó como ejemplo, la concesión tramposa del Aeropuerto Jorge Chávez a una empresita sin mayor solvencia técnica ni financiera como Lima Airport Partners, LAP, como uno de los casos más abominables de los últimos tiempos.

En efecto, no es sólo que el Estado peruano ha abdicado vergonzantemente de su mínimo papel de representante del pueblo en sus diversas gamas y pluralidades, culturales, raciales o productoras, sino que ha devenido en servil portero y guardián de las empresas transnacionales que aseguran sus “bondadosas” inversiones con contratos con fuerza de ley; convenios mañosos que les permiten tributar menos de lo que deberían y, múltiples mecanismos que institucionalizan que la carnecita sea para esos negocios y el hueso para 26 millones de peruanos.

¿Cómo se entiende el colectivo social peruano con el resto de las instituciones? A través del Estado, que es perenne y que debe tener alguna definición o plan trazado. Si el Ejecutivo se desentiende de su papel, entonces ocurre cualquier cosa. Verbi gracia, que una empresa sin mayor prestigio ni acreditación en el ramo aeroportuario como Lima Airport Partners, LAP, se haga del primer terminal aéreo, no haya invertido nada y encima, ha comprometido al Estado peruano ante bancos norteamericanos y alemanes, en préstamos por el orden de US$ 125 millones de dólares. Y si no paga LAP, que vive de los ingresos corrientes, ¡tendrá que hacerlo el Estado! ¿Y quiénes conforman el Estado?: ¡todos los peruanos! Recordó Diez Canseco: ¡como ha ocurrido con el Banco Wiese y el caso de Delgado Parker!

Ningún partido hasta hoy ha propuesto un examen serio sobre el Estado. En cambio, todos sí han contribuido, por omisión o comisión, en su hecatombe progresiva, imagen que hoy se patentiza en la ineficaz, cuasi muerta, capacidad del Estado para imponer hasta las más minúsculas reservas de protección ante las transnacionales.

¡Es en ese contexto que el gobierno de Toledo está empeñado en dejar al Estado peruano engrilletado a un TLC con Estados Unidos que adolece de múltiples vicios de personalidad, comenzando con el estribillo aquel que proponía su firma “sí o sí” o que discurre por rogativas que indignan porque pareciera ser que se está en búsqueda de la “filantropía” estadounidense que, bien lo saben todos, simplemente ¡no existe!

Pueden formularse temas y paliativos, inmediatistas o efectistas sobre los comicios del próximo año. Pero, sería inadmisible que faltase en cualquier plan de gobierno, un severo y honesto juicio sobre el Estado, su propósito, sus metas, su estructura y su plan de trabajo para los próximos 50 años. País que no entiende que debe manejar un Estado nacional y nacionalista, camina por la disolución social y el caos errático, frente a lo cual, no son pocos países a los que gustaría “brindar” soluciones al problema, comenzando con el mordizco de territorio y patrimonios peruanos.

La privatización del Estado brinda el triste espectáculo legal que hoy solemniza la enajenación del país. ¿Estaremos condenados a cantar salmodias en recuerdo de lo que alguna vez fue Perú, su mito, tradición e historia? ¡Qué pronóstico tan dramático!

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!