En el recién publicado informe de la ONU «Rusia hacia 2015. Objetivos y prioridades de desarrollo» se señala que en el país existe atraso en materia de igualdad entre la mujer y el hombre.

Al mantener buenas posiciones en las esferas de instrucción y ocupación, las mujeres sin embargo no tienen igual acceso que los hombres a los escalones supremos del poder, dice Victoria Zotikova, secretaria de prensa de la oficina rusa del Programa de Fomento de la ONU. Las propias políticas rusas comparten tal opinión.

La élite política rusa tiene un rostro puramente masculino, dijo el 7 de octubre en la conferencia internacional «Las mujeres y la democracia» Ekaterina Lajova, presidenta del comité parlamentario para asuntos de la mujer, la familia y los jóvenes. Las mujeres ocupan el 56 por ciento de los puestos federales y el 70 por ciento de los municipales, pero cuanto más alto es el nivel de la toma de decisiones tanto menos participan en ello las mujeres, señala Lajova, quien encabeza también el movimiento social «Las mujeres de Rusia».

Entre los 450 diputados de la cámara baja del parlamento, la Duma de Estado, hay sólo 44 mujeres, y entre los 180 de la cámara alta, el Consejo de la Federación, sólo 9. La única mujer que está a la cabeza de una región es Valentina Matvienko, gobernadora de San Petersburgo, antes ella se desempeñó como vicepresidenta del Gobierno encargada de los asuntos sociales y como diplomática: fue embajadora de Rusia en Malta y Grecia.

Estos datos estadísticos les dan motivo a las feministas para afirmar que en el país existe una cultura política masculina y patriarcal, que las mujeres supervisan sólo un número limitado de cuestiones: la familia, la sanidad, la maternidad y la infancia y la instrucción. ¿No será muy poco ello para un país en que más del 50 por ciento de la población son mujeres y un 30 por ciento de las damas ganan más que sus maridos?

Las rusas suelen mostrarse más activas en las épocas de cambios radicales. Baste con recordar a la revolucionaria, la primera diplomática y predicadora del «amor libre» Alexandra Kolontay. Durante la perestroika y los años posteriores se hicieron populares la diputada Svetlana Goriacheva y la “disidenta número uno de Rusia” Valeria Novodvorskaya, la diputada chechena Sazhi Umalatova y la esposa del célebre físico Andrey Sajarov, Elena Bonner.

También conviene recordar a la sin par Raísa Gorbachova, quien, aunque no ocupaba ningún puesto oficial, no quiso jugar el papel de una sin opinión esposa de un líder y se percibía en Rusia y el exterior como una fiel compañera de su marido, como «lady de la perestroika». Siguiendo el ejemplo precisamente de la esposa de Gorbachov, las políticas rusas empezaron a vestir con más elegancia.

Una de las más notables mujeres en la política rusa actual es Liubov Slizka, vicepresidenta de la Duma de Estado. Ella tiene encanto femenino y al propio tiempo una mente masculina. En opinión de Slizka, «las diputadas son más concienzudas y responsables, enfocan de modo creativo las tareas encomendadas, disciplinan el ambiente que reina en la Duma, descuellan por buenos conocimientos, erudición y dominio de sí, se muestras benévolas para con los opositores».

La política tiene que ser bisexual, se hace eco con ella Irina Jakamada, líder de las fuerzas de derecha, una dama extravagante, con su propio estilo, la que difícilmente va a contentarse con su actual condición de «outsider». También se mantiene en la sombra actualmente la ex ministra Ela Pamfilova, que presentaba su candidatura a la presidencia del país y hoy encabeza el Consejo de Apoyo al Desarrollo de las Instituciones de la Sociedad Ciudadana y los Derechos Humanos, dependiente del presidente de Rusia.

Pero ni siquiera las damas como éstas ejercen influencia real sobre el proceso político, afirma la famosa feminista rusa María Arbatova. Es sabido que si las mujeres son menos del 20 por ciento en el parlamento, funcionan mal las leyes de protección de los derechos del niño. Los movimientos femeninos deben incorporarse más enérgicamente en la labor de los partidos políticos, sostiene Ekaterina Lajova.

En la ciencia y la libre empresa las mujeres están representadas más ampliamente. A menudo se organizan foros de empresarias, famosas actrices, moderadoras de televisión, deportistas, médicas y profesoras crean sus empresas: desde las de fabricación de perfumes y conservas hasta los servicios «fitness» y de alta costura.

La empresa grande sigue en manos masculinos, pero entre las business ladies rusas ya hay millonarias. La revista «Forbes» cataloga entre éstas a la esposa del alcalde de Moscú, Elena Baturina. De cada veinte millonarios rusos, una es mujer que cría a su niño sin marido, dice Natalia Tijonova, vicedirectora del Instituto de Estudios Sociales Integrales de la Academia de Ciencias de Rusia.

Las rusas saben adaptarse mejor y más rápido a las nuevas condiciones económicas y sociales, afirma Irina Gorbulina, presidenta de la Academia de la Libre Empresa de Rusia. – La pequeña empresa rusa tiene rostro femenino. En muchas regiones del país a la cabeza de más de la mitad de tales empresas están mujeres. A la mujer rusa no le da tiempo para protestar contra el desnivel existente entre las posibilidades y los derechos de ella y los del hombre.

En Rusia se ha formado la imagen de una empresaria inteligente, fuerte y firme en el propósito de conseguir la meta planteada. Damas rusas ocupan con siempre mayor seguridad los primeros puestos en bancos. La rusa en puesto dirigente es encarnación de una firme voluntad, flexibilidad, pragmatismo, propensión a perfeccionarse y alto sentido de responsabilidad social, dice Gorbulina.

Fuente
RIA Novosti (Rusia)