(Diario Gestión 27/10/2005): Will Martin, economista líder del grupo de investigación para el desarrollo del Banco Mundial, dijo que los países desarrollados deben recortar sus aranceles agrícolas más elevados en un 75 % para que las naciones pobres puedan beneficiarse con un pacto comercial global (léase TLC y OMC); "A menos que haya una reducción del 75 por ciento en los aranceles más altos, habrá pocos resultados. Una reducción del 50 por ciento en los aranceles no es suficiente; un (recorte) del 75 por ciento generaría una mejora en el bienestar global de cerca de 75,000 millones de dólares sobre una ganancia potencial de 182,000 millones de dólares si se liberalizara la agricultura"

Julio 2005: La misión del FMI acaba de concluir las conversaciones con el gobierno peruano y recomienda que se adopte una política cambiaria "más flexible", dejando que el tipo de cambio flote libremente o permitiendo que el BCR intervenga únicamente en el mercado de divisas cuando se den cambios bruscos de la paridad. Según el comunicado 05/137 del FMI, ello "ayudaría a aislar a la economía contra choques externos y flujos especulativos de capital".

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Felizmente el BCR –tal vez contrariando al MEF- fue de otro criterio y no hizo caso a esa recomendación que hubiera llevado a revaluar el sol hacia los S/ 3.00 por dólar, ya que ello habría originado el riesgo que el tipo de cambio del dólar baje aún más respecto al sol, en función al enfriamiento de la economía y comercio mundiales por los déficit externo y fiscal de los EEUU y el manejo monetario de China; con lo que ocurriría todo lo contrario a lo que afirmó el FMI y sólo se salvarían los exportadores de minerales que aún gozan de alto precio y los importadores de los “productos sensibles” mientras se aguante esta situación con un gobierno incapaz de generar empleo en medio de una economía que sigue bebiendo de sus buenos resultados macro y destacando el mayor consumo en los grande almacenes y supermercados, como si ello midiese el bienestar del poblador peruano.

Al BM-FMI y a sus patrocinadores no les interesa que se reactiven los mercados internos generando empleo sostenible; lo que les interesa es que se abaraten las importaciones en países como el Perú, para que sigamos importando p.e. los productos básicos (maíz, trigo, algodón, etc... ) de EEUU, donde estos productos (como en la UE) son monumentalmente subsidiados. Si el sol se revaluase -que es lo que pretendía el FMI- nuestras exportaciones se encarecerían y nuestras importaciones a la inversa, se abaratarían; resultado: precios más accesibles para el consumo sí, pero a la vez, menos, mucho menos empleo, más pobreza y mayor concentración de la riqueza económica en manos de los “afortunados” importadores. ¿Cuánto se podrá aguantar?; ¿es ese el Perú que queremos?. No se equivoquen: la presión social se desbordará y se generará uno de los mayores caos de la historia moderna en el Perú.

Echar cifras diciendo que ... una reducción del 50 por ciento en los aranceles no es suficiente; un (recorte) del 75 por ciento generaría una mejora en el bienestar global de cerca de 75,000 millones de dólares sobre una ganancia potencial de 182,000 millones de dólares si se liberalizara la agricultura”, resulta una apreciación globalizada que puede o no ser válida; ¿pero quiénes se beneficiarán de ese bienestar y esa ganancia potencial?; le dejamos la respuesta al economista Martin que sin duda goza de importantes ingresos como funcionario notable de la burocracia dorada del Banco Mundial y que no se beneficiará directamente o no sufrirá en lo más mínimo de las consecuencias que conlleva su afirmación si se llegase a hacer realidad, si tuviese o no razón, lo que finalmente al él poco le debe importar.

Mientras el señor Martin se diera el tiempo para ensayar una respuesta a la pregunta planteada en el párrafo anterior, nosotros ensayaremos la respuesta para el caso del Perú, donde el amigo Martin está lejos, muy lejos de tener razón.

¿Por qué?; porque el Perú para la agricultura, es una excepción ya que en nuestro país se puede cultivar o plantar y cosechar materialmente cualquier producto agrícola de manera competitiva durante todo el año gracias a sus ventajas comparativas naturales únicas en el mundo; y porque lo normal –palabra que parece no existiera en el diccionario del castellano de Perú- es que con una realidad así, se prioricen los productos de consumo masivo con mercado interno asegurado, v.g. los productos denominados “sensibles” en la negociación del TLC (los que el señor Martin quiere liberalizar bajando el arancel o eliminando cualquier otro tipo de mecanismo que proteja la producción nacional): el maíz amarillo duro (aquí se da el mejor maíz del mundo y se puede hacer ya a nivel competitivo); el trigo (aquí se puede producir con la misma productividad que en EEUU); el algodón (en el que el Perú fue líder productor 40 años atrás y en el que inverosímilmente se ha retrocedido de 253 mil hectáreas en 1962 a 118 mil en 1990 y 65 mil en el 2003; y el mejor algodón del mundo -el pima- va hacia su extinción; ¿incapacidad o intencionalidad?); la caña de azúcar (bis, aunque la realidad de este sector amerita una reorientación del producto industrial final, priorizando el etanol sobre el azúcar); y el arroz (fundamentalmente en la Selva, previendo las adecuadas vías de comunicación para ponerlo en el mercado, ya que en la costa este producto es alto demandante de agua y depredador de suelos que pueden dedicarse a otros cultivos más rentables y competitivos).

Si a ello agregamos los otros productos de consumo como la papa, la yuca, el camote, etc ..., además de productos únicos de altísimo valor nutritivo, en el Perú –normalmente- no debería haber hambre, que es la premisa sobre la que basa su afirmación el señor Martin. Y si lo hay, es simplemente por la incapacidad y desinterés de los sucesivos gobiernos, para resolver este problema que únicamente requiere de voluntad política y de un poco de organización que el presente gobierno ha dado ya con la “Ley Marco para el Desarrollo Económico del Sector Rural”, ley 28298, que no se reglamente porque hay intereses que no quieren que el sector rural se desarrolle y con ello la economía y el bienestar de los peruanos.

Que hay que impulsar los otros productos –hoy promovidos como estrellas a propósito del TLC- nadie lo discute, adelante; pero pretender afirmar que estos productos (espárrago, palta, mandarina, uva, mago, pimiento, cebolla, aceituna, limón ..) son mayores generadores de empleo sostenible cuando se comparan con el que se generaría de reemplazar la importación de maíz amarillo y el trigo, a la vez de recuperar el potencial del algodón, relanzar la caña de azúcar atada a la producción de etanol; es por lo menos falaz.

En los siguientes tres artículos de esta serie, analizaremos lo que significa el futuro de la economía agrícola y agroindustrial peruana, si se lograse proteger selectiva y temporalmente estos productos, logrando como consecuencia, la mejora sustancial y sostenida de la “balanza comercial peruana” que es el objetivo fundamental de un TLC y evitando las insultantes “propinas” que el gobierno anuncia entregar como compensación por el daño que se ocasionaría a los actuales agricultores que trabajan hoy el trigo, el algodón y el maíz; cuando de lo que se trata es de hacer lo “normal”, es decir, promover intensivamente y con tecnología la producción de esos productos para llevarlos a niveles de competitividad, que en el Perú serán de los más altos del mundo, con mercado interno asegurado y con posibilidades de orientarse incluso a la exportación. ¿Porqué si Chile, Argentina, Brasil, Colombia y hasta Bolivia tienen mecanización intensiva en las labores agrícolas, eso ha sido y sigue siendo negado o evitado reiteradamente por los gobiernos y las fuerzas económicas en el Perú?.