La producción nacional del trigo se desincentivó en el Perú años atrás, por el alto riesgo que había en el Perú de las razas de “roya negra” –enfermedad que ataca este cultivo- abandonándose a extensiones dispersas de muy baja productividad; actualmente –según estadísticas del MINAG- menos de 140,0000 hectáreas (80% de las cuales se concentran entre Piura, Lambayeque, Cajamarca, La Libertad y Ancash) con una productividad promedio de aprox. 1.4 TM/ha, lo que equivale a tan sólo unas 28,000 hectáreas o menos de producción, a nivel competitivo.

En el año 2003, el señor Emilio Rojas Mendoza, ingeniero agrónomo de la UNA, La Molina, Master of Science de la Oklahoma State University, Stillwater y experto internacional en trigo, escribió: “... En la “Estación Experimental Agraria de La Molina” (hoy INIEA) se hicieron trabajos de mejoramiento de trigos resistentes a las razas de roya negra y aún no se aprovecharon las colecciones de trigos de la “élite mundial” que la Estación recibía cada año entre 1950 y 1955, compuesta de 105 entradas de diferentes especies, de cuyos resultados de resistencia se informaban a la Estación Experimental de Beltvile Maryland, EEUU.

Los trabajos de la Sección de Inmunología Vegetal se interrumpen en 1956 después de haberse identificado más de 15 razas de la roya y el Programa Nacional de Trigo se deja a la deriva, a pesar que la “E.E.A. de La Molina” fue considerada por los científicos norteamericanos como el lugar ideal para trabajar en la búsqueda de cultivares resistentes a la roya negra, declaraciones del doctor E.C. Stakman (autor de investigaciones de royas y sus razas fisiológicas) y de los doctores Hayes, Bourllaug, Loegering, Clarke, etc.

Luego, hasta al año 2003, no se avanzó nada, debido a la fuga de investigadores y por falta de interés de los gobiernos que protegerían a los importadores, manteniéndonos dependientes del exterior sin reparar en la enorme fuga de divisas, actualmente del orden de US$ 240 millones para importar las 1’200,000 TM que consumimos y que seguirá en aumento. No producimos ni el la quinta parte de nuestro consumo, con una productividad muy baja. Podemos cultivar 200,000 hectáreas en el invierno de la Costa entre abril y mediados de agosto, todos los años.”

“Con el trigo, fácilmente podemos inmediatamente producir lo que consumimos, empleando cultivares resistentes a las royas (enfermedades ampliamente superadas y controlables), de corto periodo vegetativo (100 días), sembrando en las mismas tierras en que hoy se cultiva arroz (cultivo que debe pasar a la Selva por su alta demanda de agua y de elevadas temperaturas) y con rendimientos de 7 a 8 TM/ha, como se logró en 1986 con el cultivar L.M. 82 en los valles del Majes y Camaná. En Cañete el mismo cultivar produjo 5.3 toneladas por hectárea en 100 días en 1984. Como referencia mencionamos que en California-EEUU. en 1980, se obtuvieron cosechas de trigo de 8 TM/ha y con calidad en proteína de 16%. Perú no está lejos de ese nivel e incluso puede superarlo.

El cultivo de arroz hay que intensificarlo por la costumbre de nuestra población en consumirlo, pero en la zona de Selva, donde hay abundancia de agua y altas temperaturas, evitando que se siga malogrando las tierras cultivables de la costa que son salitradas por el arroz. En cambio el trigo -que puede cultivarse en el invierno de la Costa (abril a agosto)- se puede rotar con cultivos de verano, produciendo a los agricultores que hoy siembran arroz, más altas rentabilidades ..”.

Comentario

Si conservadoramente aceptamos promover la reconversión del 50% de los arroceros de la Costa Norte (más de 300,000 hectáreas a nivel nacional con 70% concentradas de Ancash para arriba incluyendo Cajamarca) en trigueros (unas 110,000 hectáreas), mejoramos gradualmente el manejo de las hectáreas actuales y hacemos una conveniente extensión del cultivo, podemos totalizar unas 280,000 hectáreas de trigo; y asumiendo conservadoramente que se produzcan 5 TM/ha, se totalizarían las casi 1’400,000 TM anuales que se importan (en el 2004 la importación fue de 1’385,325 TM a un costo promedio CIF de US$185.35/TM) o el total que requiere el mercado peruano a costos competitivos. Considerando que el costo de una hectárea de trigo duro es aproximadamente en promedio de US$910.00 (agricultor Antonio Cáceres Muñoz - Valle de Majes) y el precio de importación actual (CIF + internamiento) esté en unos US$210.00, bastará con llegar a producir unos 7.0 TM/ha –lo que perfectamente posible y ya han sido obtenidos- para lograr un margen del orden de US$ 500.00 por hectárea o más, en tan sólo 100 días; ¿no resulta esta una actividad rentable?.

Si se sigue la intensificación con manejo mecanizado, se puede incrementar las hectáreas y el rendimiento, por tanto bajar el costo manteniendo alta rentabilidad y proyectando el trigo peruano incluso a la exportación. ¿Es esto en opinión de las autoridades del sector un imposible, es muy difícil, es difícil o es algo que en un país como el Perú -donde existen además muchos profesionales capaces- con un gobierno normal se puede alcanzar?; o mejor seguimos negando la palabra “normal” en nuestro diccionario, que sí existe entre otros, en los diccionarios chileno, argentino, brasilero, colombiano y boliviano, donde sí se harían sin problemas emprendimientos de esta magnitud e incluso mayores. ¿Qué nos hace falta en el Perú?; o debemos preguntarnos ¿qué o quiénes impiden que esto se haga en el Perú?. No es suficiente entretener a la opinión pública con algunos cientos de hectáreas de experimentación por más de 10 años y ponerse modestos objetivos para el 2007 en términos de extensión. Hay que acometer frontalmente un desarrollo serio e intensificar la producción de Trigo en el Perú para reemplazar la importación competitivamente, generando empleo sostenible para los agricultores peruanos.

Para lograrlo, simplemente hay que proteger el trigo en el TLC, por un periodo no menor de 5 años y llevar adelante un Programa de Inversión serio para hacerlo competitivo con la organización capitalizada de los agricultores asociados a la inversión privada; capacidad profesional y técnica en el Perú, sobra; lo que se requiere son instrumentos financieros y la organización, que ya están contemplados en la Ley 28298 promulgada por este gobierno, pero que extrañamente aún no se reglamenta.

¿Y el arroz?; en mi opinión, no hay que protegerlo mientras los agricultores se empecinen en producirlo en la Costa; sí se debe establecer su protección temporal para promover su extensión en la zona de Selva, especialmente porque no hay aún las facilidades óptimas para transportar el producto al mercado de la costa y ello debido a que los gobiernos no han desarrollado la infraestructura adecuada, por tanto –si se quiere- el Estado está obligado a proteger este producto proveniente de la Selva, mientras no desarrolle lo que es su obligación desarrollar: la integración vial eficiente de la Costa-Sierra-Selva peruanas. Ah!, por cierto hay formas harto más rápidas, efectivas y económicas que carreteras transoceánicas -de las de más de US$800,000 por kilómetro- solución absurda no sólo por su inusitado alto costo, sino por la depredación y contaminación que este tipo de soluciones prospectan para la Amazonía peruana, como lo demostrarían estudios de impacto ambiental serios y transparentes.

¿Y qué hacemos con el resto de las hectáreas que hoy producen arroz en la Costa?. Simplemente se convierten a caña de azúcar para etanol –cuanto más al norte, mejor-, reduciéndose así consecuentemente la demanda de agua a la cuarta parte de lo que se consume hoy con arroz, con una actividad mucho más estable y rentable, como veremos en el sub-siguiente artículo de esta serie.

¿Cómo manejar el tema arancelario para en este tránsito no perjudicar la economía familiar?; muy sencillo, con protecciones topes flexibles que son factibles de establecerse en función de la progresión de la producción local y de su nivel de competitividad en un plazo dado, previsto un bien planteado programa de implementación. ¿O es que también la imaginación creativa se recorta o retacea a los profesionales peruanos por decreto de gobierno y de las fuerzas económicas prevalecientes con poder de influencia en las decisiones de Estado?.