Un documento que citamos más adelante califica al Instituto de Historia Social de «organismo movido por un fuerte anticomunismo que recicla fascistas» [1].

Se trata de un invento estrictamente patronal, más precisamente del banco Worms, espina dorsal de la sinarquía, que contó con un apoyo financiero patronal masivo; específicamente de parte del presidente del Consejo Nacional Patronal Francés que reemplazó en 1946 a la Confederación General Patronal Francesa, el «metalúrgico» Georges Villiers, uno de los delegados del Comité de Forjas, amo de la política interna y exterior de Francia al igual que la
sinarquía-que-no-existe [2] y el Banco de Francia [3]. Los patronos inscribieron aquel invento, o más aquella renovación, en el marco de una ofensiva ideológica más amplia que el propio Instituto, ofensiva que había comenzado desde el momento mismo en que terminó la ocupación nazi.

Formado definitivamente en marzo de 1954, el «Instituto de Historia Social y Sovietología» había sido una «asociación fundada en 1935 por Souvart, cuyo verdadero nombre era Lifchitz Boris, conocido como Boris Souvarine» y presentada entonces como «filial del Instituto Internacional de Historia Social» de Ámsterdam. Aquella institución recibió en 1956 el nombre de Instituto de Historia Social que aún conserva [4] [La sigla RG designa en Francia el cuerpo de policía política conocido como Renseignements généraux. NdelT...].

Esa (re)creación tardía completa las diversas actividades ideológicas que el banco Worms encomendó a Georges Albertini con el objetivo de alejar del comunismo a la clase obrera y a los trabajadores franceses, y de evitar que simpatizaran con la URSS. Para ello, Hippolyte Worms contrató «desde que fue liberado» de prisión [5] –en febrero de 1948– al ex socialista y lugarteniente de Marcel Déat, de quien fue segundo en el RNP y director de gabinete en la Secretaría de Trabajo (1944), Georges Albertini. El presidente de banco, Hippolyte Worms, recicló al ex secretario general del RNP para asignarle la misma misión anticomunista y antisoviética que había cumplido antes de la guerra y durante la ocupación nazi.

Georges Albertini se había encargado en aquel entonces de la dirección de publicaciones, cuyo número se multiplicó durante los años 40, y de otros instrumentos de la guerra de clases cuyas placenteras denominaciones «económicas y sociales» tanto apreciaban los dueños de negocios desde la época que antecedió a la guerra [6].

Durante los años 30, el banco Worms se había asegurado la garantía de los servicios de Marcel Déat, que había dejado la SFIO durante la escisión de 1933 junto a Renaudel y Marquet [7], y era sinarca de la categoría ideológica [8]. El banco disponía de este y del propio Georges Albertini durante la ocupación nazi, como queda establecido en las casi auténticas memorias (depositadas en los archivos de la Prefectura de la policía) de Pierre Nicolle. Vocero de la CGPF desde principios de los años 30, aupado por el Comité de Forjas (y sobre todo por el barón Petiet, tesorero de la CGPF, que lo envió como delegado a Vichy a partir de julio de 1940), Nicolle estuvo también al servicio de diferentes políticos, como Laval (de quien fue un importante lugarteniente durante la ocupación nazi) [9]. El gran banco sinárquico recicló también a Boris Souvarine, otro personaje que ya había utilizado antes de la guerra, tránsfuga del PCF –como de costumbre–, del que fue expulsado en 1925. Este ex comunista se convirtió en el ídolo de la «izquierda» antibolchevique declarada, «extremista» o no. Jean-Louis Panné, su reciente biógrafo, autor sobre todo de Boris Souvarine, le premier désenchanté du communisme, París, Robert Laffont 1993, comparte ese interés con Pierre Rigoulot, quien dirigió durante tanto tiempo el Instituto de Historia Social, fue miembro de su consejo de administración, «encargado de investigaciones y publicaciones» y autor, entre otros, del artículo «L’URSS en 1930 de Boris Souvarine», publicado en Cahiers de l’IHS n° 9. Durante las dos últimas décadas, la confusión, convertida en cuestión académica, entre nazismo y comunismo confirió legitimidad científica a cualquier descubridor de los «horrores» soviéticos sobre los que Boris Souvarine fue tan prolijo.

No es, sin embargo, sobre una base de «izquierda» que se desarrollaron sus críticas contra el comunismo soviético sino en el marco de servicios prestados a la clase patronal y pagados como tales. Souvarine es un caso típico del período que se vivió entre las dos guerras, el de los tránsfugas del PCF que la gran empresa utilizó a partir del momento en que salieron de aquella organización (y a veces incluso antes de su salida oficial). Su trayectoria antecedió a otros casos notorios como Charles Vioud, quien «en 1929» […] dej[ó] el Partido Comunista, para ponerse inmediatamente al servicio de la patronal» [10], y Jacques Doriot, cuyos innegables talentos utilizaron la derecha (con Laval a la cabeza) y el patronato antes de su ruptura oficial con el PCF [11]. Las decisiones económicas y sociales de estos tres tránsfugas tienen poco que ver con la realidad de la URSS. No es posible atribuir a la insatisfacción ante las realizaciones del socialismo y a la decepción de hombres de buena fe operaciones que no son más que la compra de un representante de las clases dominadas por un (o varios) emisario(s) de las clases dominantes. La consulta de archivos policiales me hace ser categórica.

Boris Souvarine

Boris Souvarine, compinche de Georges Albertini durante la posguerra, fue contratado por el banco Worms en los años 30. Trabajaba entonces en Les Nouveaux Cahiers, publicación bimensual creada en 1937 (su primer número apareció el 15 de marzo de ese año) por la sinarquía para seducir, sobre todo después de la victoria electoral del Frente Popular, a la izquierda socialista y radical antibolchevique [12]. La aureola de izquierda que conservaba Boris Souvarine lo convirtió, a su entrada en la revista, en autor estrella de artículos contra la URSS de Stalin y la República española, presentada como esclava de la
primera. [13]. Bajo la dirección del jefe ideológico de la sinarquía, Jean Coutrot, Les Nouveaux Cahiers dependían esencialmente, léase exclusivamente en el plano financiero, de uno de los verdaderos jefes de la sinarquía, Jacques Barnaud, director general del banco Worms. Organizador de la escisión de la CGT, a penas reunificada esta (durante el congreso de Toulouse, en marzo de 1936), Barnaud actúa en ese medio tan poco familiar para los banqueros mediante René Belin (lugarteniente y sucesor reconocido del secretario general Leon Jouhaux), de quien financió el periódico y la tendencia Syndicats creados desde el momento de la reunificación. El sinarca Emile Roche, radical, director del periódico La République, y miembro del Comité Francia-Alemania a partir de su creación en 1935, y Marcel Déat fueron instrumentos claves de sus negociaciones.

Barnaud se convirtió, bajo el régimen de Vichy, en uno de los principales jefes de la Francia ocupada mientras que el banco Worms batía récords en materia de colaboración económica [con el ocupante nazi]. Redactor de la ley del 16 de agosto de 1940 sobre los comités de organización y de la carta laboral de octubre de 1941, delegado general para las relaciones económicas franco-alemanas (hasta 1943), Barnaud fue el verdadero titular de los puestos ministeriales que ocupó René Belin (entre julio de 1940 y abril de 1942). Después de la Liberación siguió siendo un hombre clave del banco Worms, luego de haber sido una de las glorias de una depuración que nunca tuvo lugar en las filas patronales (al igual que su patrón, el propio Hippolyte Worms) [14]... La especialización «soviética» de Souvarine plantea la interrogante, a la que no encuentro respuesta en los archivos consultados de los RG, de la contribución de preguerra del banco Worms al financiamiento del Instituto de Historia Social, dedicado a los mismos temas que los artículos entregados a Les Nouveaux Cahiers.

Souvarine dejó Francia en 1940 y se pasó la guerra en New York donde se puso en contacto los servicios de espionaje, oficialmente consagrados en aquel entonces a la guerra contra el Eje (sobre todo la Office of Strategic Services (OSS), antecesora de la CIA). No volvió a Francia hasta 1947 [15]. Los trabajos estadounidenses sobre la contribución de la CIA a la conquista de los intelectuales de Europa Occidental, mediante el Congress for Cultural Freedom (CCF) fundado, luego de una serie de intentos anteriores, en junio de 1950, le confieren ciertamente menos importancia que a otros tránsfugas del comunismo. Entre estos, aparece en primer plano Arthur Koestler, agente de los servicios británicos desde la época de la guerra y del Information Research Department (IRD), servicio creado con vistas a la cruzada anticomunista y antisoviética en febrero de 1948 por el Foreign Office y su secretario, uno de los dirigentes del Labour Party y ex jefe de la principal federación sindical británica, miembro encarnizado de la cruzada contra los rojos, Ernest Bevin [16]. Es entonces que Arthur Koestler estableció vínculos estrechos con la CIA, alianza que se consagró durante un largo viaje triunfal a Estados Unidos durante el cual se reunió con el jefe de la OSS, William Donovan (quien trabajaba en New York, ya convertido en dirigente de la CIA, y otras personalidades en Washington. Koestler se convirtió entonces para los estadounidenses en uno de los personajes claves de la Non Communist Left Policy(«política de la izquierda no comunista»). Entre la OSS y la CIA (1945-1947), el Departamento de Estado estimó que era efectivamente indispensable, para garantizar la hegemonía política e ideológica de Estados Unidos sobre su esfera europea de influencia que acababa de salir de la ocupación alemana, utilizar «el socialismo democrático» como antídoto ante la radicalización de los pueblos surgida de la crisis y la guerra. En esta necesaria fase de transición hacia el regreso a las fórmulas de derecha de la preguerra [17], se hacía necesario, según «la agencia» de espionaje, recurrir a los tránsfugas del comunismo ya que «¿quién mejor para combatir a los comunistas que los ex comunistas?»

Sin llegar a ser un agente tan importante como Arthur Koestler, Boris Souvarine desempeñó su papel.

Arthur Koestler

Peter Coleman, autor de una tesis pionera sobre el Congress for Cultural Freedom, lo presentó como autor habitual de las publicaciones de ese niño mimado de la CIA, que lo aupó durante cerca de 20 años. Souvarine, quien no lograba encontrar quien lo editara, como tantos otros intelectuales anticomunistas sin público en el período que va de la Liberación al fin de los años 40, fue publicado gracias a los enormes recursos editoriales del CCF. La historia de ese «Congreso», que se inscribió en el marco de la tutela de Estados Unidos sobre su «esfera de influencia» [18], no se ha agotado aunque ha avanzado mucho gracias a trabajos cada vez más audaces [19]. El CCF, enteramente financiado por la CIA, casi siempre mediante «fundaciones» con objetivos no lucrativos y culturales (Farfield, Ford, Rockefeller, Kaplan, etc.), estuvo oficialmente bajo la dirección de Michael Josselson, ex miembro de la OSS transferido a la CIA en 1948. Josselson (que seguía siendo un agente secreto) presidió el comité estadounidense del CCF, o sea el propio CCF, desde su fundación hasta su desaparición (bajo aquella apariencia, ante el escándalo que provocó, en 1967, la revelación de que todo era un montaje financiado por la CIA). Souvarine, uno de los antibolcheviques europeos situados bajos la protección del tándem CCF-CIA, escribió también en Preuves, una de las numerosas revistas anticomunistas fundadas, en este caso en marzo de 1951, bajo la égida supuesta del CCF, en realidad bajo la de la CIA. Preuves acogió a numerosos autores antibolcheviques, entre ellos a uno de los heraldos del CCF, Raymond Aron [20].

Es evidente que el antibolchevique y colaborador pronazi Georges Albertini no necesitaba a Boris Souvarine para vincularse a los estadounidenses. En el marco de su programa económico europeo de expansión inmediata en Europa Occidental y sus planes de expansión hacia el Este, por aquel entonces limitados debido a los victorias políticas y territoriales soviéticas de mayo de 1945, Estados Unidos necesitaba apoyarse en los mejores especialistas anticomunistas y antisoviéticos de las décadas anteriores [21], línea de conducta que nunca describen quienes tratan de meter a nazis y comunistas en el mismo saco. Al igual que durante la guerra anterior, no bajo los efectos de la guerra fría, Washington decidió, a penas incorporado a la Segunda Guerra Mundial, reconstruir el Reich. Había tenido que hacerle frente cuando este se apoderaba de sectores del comercio exterior estadounidense, habiendo perdido en ese sentido –sobre todo a partir de 1934– el espíritu de compromiso [22].

Pero aquel país [Alemania] momentáneamente enemigo contenía y había hecho fructificar –más que nunca luego de su rearmamento a marcha forzada– las gigantescas inversiones estadounidenses acumuladas a partir de los años 20 (varios miles de millones de dólares). Ese objetivo, excluyendo que se aportara el menor retoque al statu quo socioeconómico que la era nazi había preservado, abortó de entrada toda desnazificación
seria [23].

Estados Unidos comenzó por tanto el rescate y reciclaje de los criminales de guerra en 1942-1943, o sea partir del momento en que tuvo en sus manos prisioneros alemanes, prestando su ayuda operacional y financiera al
Vaticano [24]. Estados Unidos se transformó, a partir de entonces, en salvavidas de todas las categorías de colaboradores [del nazismo], desde industriales y banqueros (en ese caso a partir de 1941-1942 [25] hasta todo tipo de individuos utilizables. En lo tocante a estos últimos, la siguiente observación de los RG, con fecha de abril de 1946, es cosa de rutina (y lo afirmo formalmente después de haber leído numerosos expedientes nominales de dichos servicios): «ciertos antiguos elementos del Rassemblement national popular (Agrupamiento Nacional Popular), recientemente transferidos a Francia, informan que Marcel Déat, después de refugiarse en el Tirol austriaco, se encuentra actualmente en Roma, bajo la protección de las autoridades estadounidenses. […] Simon Sabiani, ex miembro del Buró Político del Partido Popular Francés, parece encontrarse en la misma situación y estaría encargándose de la organización de grupos anticomunistas italianos.» [26]

No bajo el doble efecto –a pesar de las convicciones bien establecidas actualmente– de una brusca agravación del estalinismo sino de la «derechización» de la política interna francesa a la que contribuyó sensiblemente la poderosa influencia estadounidense, los intelectuales de derecha o los «arrepentidos» de izquierda o de origen antibolchevique obtuvieron hacia los años 40 el éxito que no habían encontrado luego de la Liberación. Al no poder establecer aquí una bibliografía desarrollada de esa evolución, que caracterizó a Europa Occidental en su conjunto, me limitaré a las obras dedicadas al CCF, que describen los aspectos intelectuales de la expansión estadounidense en Europa. Scott Lucas, más rigurosamente que Irwin Wall, analiza con precisión sus lazos políticos con la tutela que estableció Estados Unidos sobre los «países Marshall» (expresión utilizada por el Departamento de Estado) [27].

El componente sindical estadounidense del trabajo en el que participó Boris Souvarine fue tan decisivo, o más, como la dimensión «cultural», incluyendo al propio CCF, designado por la OPC (Office of Policy Coordination) de la CIA con el código QKOPERA. El Instituto de Historia Social y las publicaciones patronales francesas anteriores o asociadas también gozaron del aporte de fondos estadounidenses, oficialmente provenientes de los «sindicatos americanos» [28]. Los trabajos fundamentales sobre el sindicalismo europeo y estadounidense realizados por Anthony Carew [29], los
míos [30] así como la obra de Frances Saunders sobre el CCF establecen la mezcla total entre los dólares «de los sindicatos americanos» y los del Estado estadounidense. El Departamento de Estado intervino en ello mediante los servicios de espionaje, o sea la OSS, reemplazada después de una fase de transición (de septiembre de 1945 a julio de 1947) por la CIA, creada esta última bajo la «ley de seguridad nacional» del 26 de julio de 1947. Irving Brown, emisario de la AFL, transferido él mismo de la OSS a la CIA, gran cerebro de las escisiones sindicales europeas de la posguerra, empezando por las de Francia, fue nombrado miembro del comité de dirección del CCF constituido poco después de su conferencia fundadora de Berlín (24-29 de junio de 1950). Anteriormente había estado a punto de ocupar el puesto de jefe de la OPC, entregado finalmente al encarnizado anticomunista y ferviente pronazi Frank Wisner [31], otro desmentido categórico para los promotores de la amalgama entre comunismo y nazismo.

A su regreso a Francia, Souvarine se puso nuevamente al servicio de los medios sinárquicos para los que había trabajado ya en tiempos del Frente Popular (Barnaud, Worms, etc.; Jean Coutrot ya no estaba [32]. Las actividades del Instituto de Historia Social se vieron afectadas por la doble influencia patronal, francesa y estadounidense, que dio lugar a la creación de las publicaciones anticomunistas y antisoviéticas cuya lista citamos más abajo. Según los RG, , en enero de 1968 Boris Souvarine acababa de tomar medidas destinadas a limitar «la excesiva influencia que tomarían, en el seno de la asociación, los sovietólogos estadounidenses.» [33] La ficha policíaca citada fue redactada en los meses siguientes al enorme escándalo que provocó, en abril-mayo de 1967, la afirmación argumentada del New York Times de que el CCF era una «creación» de la CIA... Aquel escándalo llegaba después de muchos otros, surgidos de las revelaciones de 1966, publicadas en el mismo diario, sobre los «trabajos sucios» que realizó la agencia durante los casi veinte años anteriores en Irán, Guatemala, Vietnam (país que se encontraba aún en plena guerra estadounidense), etc.

Aquella revelación sobre los vínculos con la CIA, cuyos crímenes contra la democracia y contra la expresión de la soberanía popular en diferentes países acababan de aparecer a la luz, desmentía las pretensiones de la organización «cultural» de encarnar la moral y la libre expresión de los intelectuales en el «mundo libre» contraponiéndose al infierno que reservaba a estos el diablo soviético. El efecto devastador se vio amplificado por un provocativo artículo del director de la división de organizaciones internacionales de la CIA, Tom Braden, quien afirmaba el 20 de mayo de 1967: «me regocijo de la inmoralidad de la CIA». Braden había sido el subordinado del jefe de la OSS en Europa, y más tarde responsable de la CIA (antes de convertirse en jefe supremo de esta, durante el gobierno de Eisenhower), Allen Dulles, hermano y socio de John Foster, de la «Dulles, Sullivan and Cromwell», el más importante gabinete estadounidense de negocios internacionales, intimamente ligado a las finanzas alemanas.

Allen Dulles

Después de haber dirigido de hecho, bajo el control directo de Dulles, el CCF, Braden reivindicaba con arrogancia en el Saturday Evening Post las acciones de la CIA, en particular el financiamiento de Force ouvrière y las iniciativas culturales [34].

En ese viejo y notorio episodio [35] Frances Saunders ve una decisión estratégica de abandono de la Non Communist Left Policy («política de la izquierda no comunista») [36] : el Estado norteamericano había decidido abandonarla en el plano cultural al cabo de veinte años, mucho después de haberla sacrificado en el plano político [37] decisión temporal, como veremos. El objetivo de Souvarine es reducir la cantidad visible de sovietólogos estadounidenses en el seno del Instituto de Historia Social tiene que ver probablemente (aunque la ficha de los RG no lo precisa) con la agitación que dio lugar a la liquidación del CCF.

Las buenas relaciones franco-estadounidenses se mantuvieron sin embargo en el seno de ese mecanismo de la guerra fría cultural y sindical. Detrás de la vieja generación vino una nueva y el abandono del CCF fue seguido de un marcado apoyo estadounidense a la izquierda anticomunista, empresa que conocería un éxito superior al de las dos últimas décadas de la posguerra [38]. Jean-François Revel, presidente del Instituto de Historia Social a partir de 1998 [39], estaba siendo entrenado en 1992 por el «escritor historiador» Rémi Kauffer como heraldo del antibolchevismo intelectual, «vejado[…] por la intelectualidad procomunista». La historia pareció repetirse a partir de mediados de la mitad de los años 70. «La versión estadounidense de […] La tentation totalitaire», obra de 1976 «cuyo título no requiere explicaciones», había sido un fiasco, « [al estar] los intelectuales de izquierda del otro lado del Atlántico muy influenciados aún por las ilusiones maoístas.

Jean-François Revel

Revel conocía «un poco» al reconocido agente de la CIA y artífice de las escisiones europeas y africanas de la posguerra. ¿Desde cuándo? ¿A título de qué? R. Kauffer no lo aclara –«confía a Brown sus reservas. Y el responsable sindical monta en cólera inmediatamente. Sus amigos de la AFL-CIO se encargan entonces de la gira estadounidense del escritor francés. El autor de Ni Marx ni Jésus hablará entonces ante un público poco habitual: los cuadros y militantes sindicalistas estadounidenses. Encantado por la experiencia, trabará amistad con el representante de la AFL-CIO en París.» [40]

Por consiguiente, luego de haber conocido «un poco» y de haber recibido el enorme apoyo de alguien que casi no conocía, Revel goza de una ayuda financiera sustancial para su éxito editorial. Es como si volviéramos a leer a Frances Saunders sobre las lujosas giras, a partir de 1950, de los intelectuales antibolcheviques estadounidenses y europeos del CCF, giras financiadas por fondos astronómicos; o sobre la vida cotidiana de estos, la de los establecimientos de lujo. Los huéspedes de la CIA ni siquiera tenían que pagar la cuenta en los restoranes ya que, cuando hacían ademán de sacar la billetera, sus agentes les decían: «¡No, se preocupen! ¡Esto va por los contribuyentes
estadounidenses!» [41] Fórmula incompleta ya que el contribuyente estadounidense pagaba también, y muy caro [42].

Dicho de otra forma, la CIA mantuvo sus relaciones privilegiadas con el Instituto de Historia Social, escribía en 1992 R. Kauffer, quien se sumó más tarde al equipo del Instituto y alerta a los lectores de su revista sobre «el terrorismo intelectual [rojo] de 1945 a nuestros días» [43]. Junto a Roger Faligot, Kauffer dedicó parcialmente en el pasado dos obras al reciclaje de los colaboracionistas [pronazis] por los grandes empresarios, quienes los pusieron inmediatamente a la cabeza de sus propios organismos de propaganda anticomunista y antisoviética, y al financiamiento estadounidense de tales actividades: Les résistants. De la guerre de l’ombre aux allées du pouvoir, 1944-1989 [44] y Éminences grises [45]. Ambas obras están bastante bien documentadas a pesar de algunos errores, entre otros, sobre el «mito de la sinarquía» y las circunstancias del encuentro entre Georges Albertini e Hippolyte Worms, que data de la presencia de ambos hombres en la prisión de Fresnes, durante el otoño de 1944 [46].

Kauffer y Faligot describen la continuidad de una acción ideológica patronal directamente ligada al esfuerzo tendiente a reducir los salarios sin ceder a los impulsos sobre el amor de la «libertad» que inspiraría esos intentos. Kauffer se interesó también en el pasado
1° en el financiamiento estadounidense de los sindicatos franceses, específicamente de la fracción minoritaria de la CGT que se transformó en Force ouvrière (con un journal asociado) a partir del otoño de 1945, fase preparatoria de la escisión de la Confederación de noviembre de 1947 (todo esto tuvo mucho que ver con el activo Irving Brown y con sus inagotables fajos de
dólares [47], gastados con una indecencia y un exceso que subrayan todos los especialistas [48]);
2° en la contribución del Vaticano (y de su agente el cardenal francés Tisserant, secretario de la Congregación para la Propaganda, a la reconstitución de la derecha en Francia) a la huida y al rescate y reciclaje de los criminales de guerra [49].

[1Fuente Internet, «mémoire juive et éducation», «The destiny of 1019 nazi criminals and accomplices», aparece en título correspondiente a Georges Albertini citado más abajo

[2Modelo en la materia, Olivier Dard, La synarchie ou le mythe du complot permanent, París, Perrin, 1998, y números siguientes

[3Lacroix-Riz, Industriels et banquiers français sous l’Occupation: la collaboration économique avec le Reich et Vichy, París, Armand Colin, 1999, índice Georges Villiers, y Le choix de la défaite

[4Ficha RG, enero de 1968, GA (rapports des RG), J 4, Marcel Jeanjean, APP, documento citado infra

[5Ficha RG, agosto de 1952, GA, W 1, Hippolyte Worms, APP

[6Patrick Fridenson, Histoire des Usines Renault 1. Naissance de la grande entreprise, 1898-1939, París, Seuil, segunda edición, 1998; Ingo Kolboom, La revanche des patrons. Le patronat français face au Front Populaire, París, Flammarion, 1986; Le choix de la défaite

[7RG, desde el 18 de julio de 1933, BA (rapports des RG) 2019, Adrien Marquet, APP

[8Listas de la sinarquía, sobre todo F7, 15343, sinarquía, AN, citadas en Le choix de la défaite

[9Sobre la preguerra, Le choix de la défaite; sobre la ocupación nazi, Journal de Pierre Nicolle, PJ 39, Archives de la Préfecture de police (APP), ejemplar (un poco) menos arreglado que sus memorias impresas de 1947, Cinquante mois d’armistice. Vichy 2 juillet 1940-26 août 1944. Journal d’un témoin, París, edición André Bonne, 1947, 2 vol.(la demostración que se desprende de la comparación entre ambos documentos se hace aquí imposible). Citas, infra

[10SF/n° 531, 11 de mayo de 1949, F7 15285, RPF, AN

[11Sobre los tres, Le Choix de la défaite, index

[12Olivier Dard, quien analiza la sinarquía proclamando que no existe, se refiere a su papel en Nouveaux Cahiers, Le rendez-vous manqué des relèves des années trente, París, PUF, 2002, p. 256-257

[13ver dossier infra

[14Sobre Roche, Déat, Barnaud y Worms (así como sobre el banco Worms), Annie Lacroix-Riz, Industriels et banquiers, Le choix de la défaite, índice, y «Les comités d’organisation et l’Allemagne: tentative d’évaluation», in Hervé Joly, dir., Les comités d’organisation et l’économie dirigée du régime de Vichy, Centre de recherche d’histoire quantitative, Seconde Guerre mondiale, Caen, 2004, p. 47-62

[15Kauffer y Faligot, «La revanche de M. Georges», p. 150, y, de próxima publicación, Emmanuelle Loyer, Paris à New York Intellectuels et artistes français en exil (1940-1947), Grasset, 2005

[16Peter Weiler, British Labor and the Cold War, Stanford, Stanford University Press, 1988; Ernest Bevin, Manchester, Manchester University Press, Saint-Martin’s Press, 1993

[17Joyce y Gabriel Kolko, The Limits of Power. The World and United States Foreign Policy 1945-1954, New York, Harper and Row, 1972; Rice-Maximin, «The United States and the French Left, 1945-1949: the view from the State Department», Journal of Contemporary History, vol. 19, 1984, p. 729-747; Lacroix-Riz, «Du bon usage de la politique de la gauche non communiste», chirm, n° 30, 1987, p. 75-104; aspectos culturales, número siguiente

[18ver, Peter Coleman, The Liberal Conspiracy: the Congress for Cultural Freedom and the Struggle for the Mind of Postwar Europe, New York, Free Press, 1989, con un enorme indice sobre Koestler, p. 323-324; Frances Stonor Saunders, The cultural Cold War: the CIA and the world of art and letters, New York, The New Press, 1999, p. 58-63 (citación, p. 62), e índice, considerable sobre Koestler p. 495-496; sobre las fundaciones, capítulo 9, «The Consortium»; ver también Scott Lucas, Freedom’s war. The American crusade against the Soviet Union, Manchester, Manchester University Press, 1999, p. 25, 98, 111, 117, etc., y número siguiente.

[19Agregar a las referencias anteriores y posteriores, Christopher Simpson editor Universities and Empire: money and politics in the social sciences during the Cold War, New York, New Press, 1998, y Sigmund Diamond, Compromised Campus: the collaboration of Universities with the Intelligence Community, 1945-55, Oxford University Press, New York, 1992, dedicados a la subordinación de las grandes universidades a la política exterior estadounidense, comenzando por Harvard en tête

[20Coleman, The Liberal, p. 2, 8, 42, 54-55. Pierre Grémion, Intelligence de L’Anticommunisme: Le Congrès pour la Liberté de la Culture à Paris 1950-1975, París: Fayard, 1997, ha estudiado ampliamente el tema; y Saunders, en diferentes obras

[21Es esencial en este sentido la consulta de Christopher Simpson, Blowback. America’s recruitment of Nazis and its effects on the Cold War, New York, Weidenfeld & Nicolson, 1988. Bibliografía especializada en la excelente sínthesis de Jacques Pauwels, Le Mythe de la bonne guerre: les USA et la Seconde Guerre mondiale, Ediciones Aden, 2005

[22Harold James, The German Slump. Politics and Economics, 1924-1936, Oxford, Clarendon Press, 1986

[23Factor esencial et curiosamente olvidado por Pauwels (cf. infra), Bower Tom, Blind eye to murder. Britain, America and the purging of Nazi Germany, a pledge betrayed, London, André Deutsch, 1981

[24Lacroix-Riz, Le Vatican, chap. 10-11, y bibliografía. ver también, Lacroiz-Riz «Le Vatican, de l’antisémitisme des années trente au sauvetage-recyclage des bourreaux», Voltaire, 18 février 2002.

[25Richard Vinen, The politics of French business 1936-1945, Cambridge, Cambridge University Press, 1991, p. 202-203 y 212 y Lacroix-Riz, Industriels et banquiers, capítulo 9, «De l’alliance allemande à l’alliance américaine: les étapes»

[26RG, 11 de abril de 1946, GA, S 3, François y Simon Sabiani, APP

[27Foreign Relations of the United States, desde 1947; Scott Lucas, en diversos trabajos; Anthony Carew, Labour under the Marshall Plan, Manchester, Manchester University Press, 1987; Irwin Wall, L’influence américaine sur la politique française 1945-1954, París, Balland, 1989; Lacroix-Riz, Le choix de Marianne: les relations franco-américaines de 1944 à 1948, París, Editions Sociales, 1986; «Avant le Plan Marshall: Prêt-Bail et consensus américain», Cahiers d’histoire de l’Irm (más lejos, chirm), n° 54, 1994, p. 115-140, «Le Plan Marshall, ses clauses et ses conséquences», n° 55, 1994, p. 115-153, etc

[28Roger Faligot y Rémi Kauffer, «La revanche de M. Georges» (Albertini), Éminences grises, Paris, Fayard, 1992, p. 149

[29Carew Anthony, Labour under the Marshall Plan; «The Schism within the World Federation of Trade Unions: Government and Trade Union Diplomacy», International Review of Social History, 1984, part 3, p. 297-335; «The origins of CIA financing of AFL programs», Covert Action Quarterly, spring-summer 1999, 56-60, versión extractada de «The American Labor Movement in Fizzland: the Free Trade Union Committee and the CIA», Labor History, vol. 39, n° 1, 1998, p. 25-42; «Conflict within the ICFTU: Anti-Communism et Anti-Colonialism in the 1950», International Review of Social History, 41, 1996, p. 147-181

[30Lacroix-Riz, Le choix de Marianne; «Autour d’Irving Brown: l’AFL, le Free Trade Union Committee, le Département d’État et la scission syndicale française (1944-1947)», le mouvement social, abril de 1990, p. 79-118; «Avant le Plan Marshall: Prêt-Bail et consensus américain» y «Le Plan Marshall, ses clauses et ses conséquences», Cahiers d’histoire de l’Institut de recherches marxistes n° 54, 1994, p. 115-140, y n° 55, 1994, p. 115-153 (bibliografía)

[31Los dos anteriores y Saunders, The cultural Cold War, p. 86-87, y trabajos diversos. Sobre Wisner, ver también Burton Hersh, The old boys: the American elite and the origins of the CIA, New York, Scribners, 1992, y Simpson, Blowback

[32Sobre la muerte de este último, en mayo de 1941, ver Le choix de la défaite, capítulo 1

[33RG de enero de 1968, GA (rapports des RG), J 4, Marcel Jeanjean, APP

[34«I’m glad the CIA is immoral», Saturday Evening Post, 20 mai 1967

[35El mejor estudio sobre sus aspectos sindicales es la obra de Anthony Carew, «The American Labor Movement in Fizzland: the Free Trade Union Committee and the CIA», Labor History, vol. 39, n° 1, 1998, p. 25-42

[36Frances Stonor Saunders, The cultural Cold War, p. 381-424, y todas las demás obra sobre el tema

[37Edward Rice-Maximin, «The United States and the French Left, 1945-1949: the view from the State Department», Journal of Contemporary History, vol. 19, 1984, p. 729-747; Lacroix-Riz, «Du bon usage de la politique de la gauche non communiste», chirm, n° 30, 1987, p. 75-104

[38Sobre la atmósfera que dio lugar al éxito de Furet-Courtois bajo la égida del gran capital francés, ver Lacroix-Riz, L’histoire contemporaine sous influence, Paris, Le temps des cerises, 2004, p. 11 sq

[40«Irving Brown, un Américain à Paris», Éminences grises, París, Fayard, 1992, p. 173-208, citación, p. 202

[41Ejemplo de la British Society for Cultural Freedom, Saunders, The cultural Cold War, p. 112

[42Sobre la asignación de los fondos de contraparte (5% y más tarde 10% del monto de los préstamos o de las supuestas donaciones estadounidenses), desde supuestos gastos «de productividad», hasta fondos para propaganda, organización de escisiones sindicales y políticas, viajes de sindicalistas, etc., n. 32-34

[43Art. cit., Cahiers de l’IHS, n° 14, verano de 2000; en el n° 13, invierno de 1999-2000, «Le PCF et les enjeux politiques de la Résistance»

[44Paris, Fayard, 1989

[45« Irving Brown », loc. cit., y «La revanche de M. Georges» (Albertini), Éminences grises, p. 135-170

[46«La revanche», Éminences grises, p. 142-143, e infra

[47Kauffer, «Irving Brown. Vie et mort du plus grand aventurier des syndicats depuis la Seconde Guerre mondiale», Penthouse, mayo de 1989, p. 11-17, e «Irving Brown», loc. cit

[48Numerosos ejemplos aparecen en las referencias citadas supra, sobre todo de la n. 44 a 47

[49«Le cardinal-spahi», Éminences grises, p. 173-208. Completar con Lacroix-Riz, Le Vatican; «Le Vatican et les juifs de l’entre-deux-guerres au sauvetage-recyclage des criminels de guerre», Marie-Danielle Demélas, edit, Militantisme et histoire, Mélanges en l’honneur de Rolande Trempé, Presses Universitaires du Mirail, París, 2000, p. 293-320; «L’Église de France et la reconstitution de la droite après la Libération, 1944-1946», coloquio sobre «la reconstitución de la derecha de 1944 a 1948», Rennes, 22-24 de mayo de 2003, Gilles Richard y Jacqueline Sainclivier, dir., La recomposition des droites en France à la Libération 1944-1948, Rennes, Presses universitaires de Rennes, 2004, p. 111-124. Las fuentes de este género de producción están mal identificadas o no lo están en lo absoluto, pero sus informaciones coinciden a menudo con las que las que aparecen en la correspondencia diplomática y policíaca...