En el caso de Turquía, Europa no ha estado nunca demasiado lejos. Incluso antes de la construcción del puente, bastaba pagar algunos kurus para llegar allá en barco y de camino comerse uno o dos pasteles de almendra. Sólo el olvido y la ingratitud transformaron el Bósforo en una frontera.
¿Qué es en realidad una frontera como no sea una línea trazada un día por alguien luego del paso de una guerra? Mucho más importante es la línea difusa que delimita vagamente un territorio mal definido y que se identifica como una patria o un lugar de origen. Por consiguiente, ¿cuál es entonces esta «civilización europea» de la cual seríamos excluidos? Europa contempla con orgullo sus grandes ciudades, habitadas por ciudadanos bien alimentados y alfabetizados, ahora bien, ninguna de esas cosas que la enorgullecen son de origen europeo. Si dejamos a un lado la técnica de captura de jabalíes ilustrada por Obelix, Europa ha inventado pocas cosas por su propia iniciativa. Desde la invención de las ciudades, la agricultura, la escritura, las matemáticas y la legislación, pasando por todas las religiones que ocupan en la actualidad un lugar preponderante en Europa, todo nació en Oriente mucho tiempo antes. El problema de saber si Cristo es un hombre, un dios, o ambas cosas, fue negociado en Nicea, Asia Menor, no lejos del sitio donde vivió la mayoría de los filósofos de la antigüedad así como el poeta Homero. Inglaterra, por su parte, fue objeto de las misiones y civilizada por un hombre proveniente de Cartago.
Hubo una época cuando toda persona que atravesaba el Bósforo era recibida con los brazos abiertos pues se sabía que por lo general era portadora de algo interesante, innovador, jamás visto en los bosques de la localidad, llenos de jabalíes. Gutemberg no hizo más que reinventar la imprenta en Europa y el gran logro de Lutero consistió en volver a traducir la Biblia. El genio europeo se manifestó en el aprendizaje, la conservación y el perfeccionamiento. Las contribuciones originales de Europa sólo datan de los últimos 200 años. Y de forma general hizo falta que transcurriera un tiempo enorme para que la Europa geográfica lograra alcanzar una autonomía cultural suficiente como para poder aportar algo al resto del mundo e imponerle su punto de vista. Claro está, esta comunicación no fue siempre pacífica, pero incluso los medios que le permitieron hacerlo, y que son también fuente de sus grandes crímenes, mencioné la pólvora negra, el arte de la navegación y la utilización del papel y de la tinta, tres pilares del dominio europeo sobre los demás continentes, fueron extraídos de Oriente.
¿Cómo se puede hacer alusión solamente a Europa sin pensar en la ruta de la seda, en Mesopotamia y en los doctores de Bagdad y de Córdoba? ¡Sin ellos Europa no sería nada, una landa cubierta de árboles, una simple península de la placa continental euroasiática! Lo que se denomina «espacio cultural europeo» nació al este del Bósforo y al oeste del río Amur. Sin embargo, somos testigos de una extraña amnesia general. Europa se tornó mezquina, despectiva y avara. No, esta Europa arrogante no tiene nada de patria y, sobre todo, nada de acogedora. Los que recientemente en Marruecos arriesgaron su vida en los alambres de púas, los que tuvieron que sacrificar uno de sus pies para venir aquí lo saben muy bien.

Fuente
Frankfurter Rundschau (Alemania)
Le Frankfurter Rundschau est un quotidien généraliste diffusé à 180 000 exemplaires. Il s’agit un des plus grands quotidiens nationaux d’Allemagne. Les Droits de l’homme, les minorités et l’environnement y sont des thèmes récurrents.

«Ein Katzensprung von Kontinent zu Kontinent», por Hilal Sezgin, Frankfurter Rundshau, 13 de octubre de 2005.