Tras el atentado que provocó la muerte del ex primer ministro libanés Rafic Hariri y de otras 22 personas, vimos con qué rapidez los editorialistas y «expertos» atlantistas acusaron a Siria. Estos analistas prescindían de las pruebas para lanzar sus acusaciones contra Damasco, por lo tanto hoy aceptan sin la menor crítica el informe Melhis que confirma sus presupuestos iniciales. Así, la prensa occidental presenta el expediente abierto por el juez alemán como la prueba irrefutable de la culpabilidad siria en el atentado. Los análisis de quienes critican el expediente dan sin embargo una imagen muy distinta del informe.
Tras el atentado que costó la vida al ex primer ministro libanés Rafic Hariri y a otras 22 personas, vimos con qué rapidez los editorialistas y «expertos» atlantistas acusaron a Siria. Dichos analistas prescindían de las pruebas para lanzar sus acusaciones contra Damasco, por lo tanto aceptan hoy, sin la más mínima crítica, el informe Melhis que confirma sus presupuestos iniciales. Así, la prensa occidental presenta el expediente abierto por el juez alemán como la prueba irrefutable de la culpabilidad siria en el atentado y deduce que todos los atentados sufridos desde entonces por el Líbano formarían parte de un complot sirio para desestabilizar el país.
Al día siguiente del atentado contra Rafic Hariri, el editorialista de Le Figaro, Alexandre Adler, indicaba como culpable al ala dura del régimen sirio (que pretendía asociada a Al Qaeda en Irak) y veía en el crimen una prueba de fuerza de los adversarios de las reformas en Siria contra los allegados de Bachar El Assad. Tras la publicación del informe Mehlis, reitera su análisis sobre la situación en Damasco. Según Adler, hoy los reformistas sirios, viendo a su país cada vez más aislado, utilizan el informe Mehlis contra sus adversarios conservadores mientras que estos últimos se verían tentados a organizar un golpe de Estado en Damasco, por lo que pronostica un próximo estallido interno en Siria.
En un editorial que comprometía a toda la redacción del Washington Post, el diario norteamericano va aún más lejos al afirmar que no hay divisiones reales en el seno del aparato de Estado sirio y que Bachar El Assad es directamente responsable del asesinato de Rafic Hariri. El diario retoma los viejos argumentos contra Irak, afirmando que desde la caída de Sadam Husein ningún otro régimen apoya tanto el terrorismo como Siria. Poco importa a la redacción del Washington Post que el vínculo entre Irak y los atentados terroristas imputados a Al Qaeda hayan sido desmentidos desde hace largo tiempo, y retoma en dicho editorial el postulado de este vínculo para utilizarlo contra Damasco. El diario exige sanciones y retoma en su título una referencia al Syria Accountability Act, que autoriza a George W. Bush a atacar a Siria.
Sin embargo, no todos los análisis se basan totalmente en el informe Mehlis para exigir sanciones contra Siria.
Dudando tal vez de la capacidad de persuasión del documento, el editorialista y experto del gabinete de relaciones públicas Benador Associates Amir Taheri, se entrega en el Gulf News a una argumentación que evita el obstáculo de la verosimilitud o inverosimilitud de la responsabilidad siria. No se pronuncia explícitamente sobre el involucramiento de Damasco en este asesinato, pero afirma que Siria es responsable de un clima político regional que ha hecho este asesinato no sólo posible sino inevitable. Afirma que mientras Siria no haya cambiado de régimen, no se respirará un mejor clima en la región y que se perpetuarán los crímenes políticos. ¿Qué importa entonces el informe Mehlis o la muerte de Rafic Hariri? Es el derrocamiento de Bachar El Assad lo que importa.
El ex disidente soviético y ex ministro de Ariel Sharon, Natan Sharansky, no está lejos de compartir este punto de vista en el Jerusalem Post, donde apoya el derrocamiento del régimen sirio sin que esto tenga un verdadero vínculo con el asesinato de Rafic Hariri, hecho al que apenas hace alusión. Considera que Israel debe asociarse a la política de «democratización» del Medio Oriente proclamada por Washington (y de la que es uno de los inspiradores ideológicos oficiales) y apoyar a Washington en todo lo referente a Siria. Esta tribuna parece tener ante todo un objetivo de promoción de Sharansky, quien es un recurso posible para Washington como mandatario de Israel frente al a veces indócil Ariel Sharon. Insistiendo en una aparente insubordinación a una política supuestamente por él inspirada a Estados Unidos, se presenta como aquel que, al frente de Israel, podría mantener relaciones totalmente harmoniosas con el hermano mayor norteamericano.
Ahora bien, una vez derrocado el régimen de Bashar El Assad, ¿cuál colocar en su lugar? El ex analista de la CIA, Reuel Marc Gerecht, se pronuncia en Die Welt por una alianza con los Hermanos Musulmanes en el Medio Oriente. El autor no cita explícitamente a ningún país, pero cuesta trabajo no pensar en Siria y Egipto. El experto del Proyecto para un Nuevo Siglo Americano promueve esta organización como un medio para derrocar el «binladinismo» en el mundo árabe.
Frente a esta tentativa de persuasión de la opinión pública internacional, o al menos occidental, de la necesidad de sanciones contra Siria, algunas voces se hacen oír para cuestionar el contenido del informe Mehlis y subrayan las incoherencias del expediente.
La analista Linda S. Heard trata de realizar una lectura crítica del informe Melhis en el Gulf News. Es de la opinión de que existen puntos que van contra el discurso o las reclamaciones de los británicos y de los Estados Unidos que parecen abogar a favor de la independencia del informe. Sin embargo, considera que las incoherencias son más que los puntos positivos. Así, el informe afirma que Siria conocía siempre la localización exacta de Rafic Hariri, lo que hace preguntarse a la autora sobre la necesidad de una bomba para darle muerte y no de un sniper, táctica mucho más discreta y que deja menos trazas. No obstante, el principal argumento de la autora está relacionado con el hecho mismo de la realización de una investigación internacional. Si se lleva a cabo una investigación de la ONU es porque ello conviene a las potencias occidentales, de ahí que no podemos esperar otras conclusiones que no sean las que permitirán a Washington alcanzar sus objetivos estratégicos.
Señalemos además que como lo ha destacado Nafeez Mosaddeq Ahmed en el sitio Iraqwar.Ru, el procurador Detlev Mehlis desempeñó ya un papel en el pasado en la operación de una operación militar norteamericana. Había investigado el atentado cometido contra una discoteca frecuentada por soldados norteamericanos en Alemania en 1986. Sus dudosas conclusiones permitieron a Washington incriminar a Libia y bombardear Trípoli.
Otros periodistas se interesan por su parte en la credibilidad de los testigos interrogados por la comisión Mehlis.
El corresponsal del Guardian en Bagdad, Ghaith Abdul-Ahad, denuncia en Der Spiegel la falta de confiabilidad del principal testigo de la Comisión Mehlis: Suheir al-Sadik. Para el autor, se trata de un estafador pagado por Rifaat El Assad, tío y opositor de Bachar El Assad para intoxicar a la comisión. Basarse en su testimonio y tomarlo como válido haría perder toda credibilidad ala investigación.
El ex periodista de Newsweek, Robert Parry, también considera en su sitio Consortium News que este testigo es un charlatán a sueldo de los adversarios de Siria. Añade que es extraño que la Comisión Mehlis no cuestione más el recorrido de la camioneta en que haría sido puesta la bomba y que fue identificada como un vehículo robado en Japón. ¿Por qué no se interrogan más los investigadores sobre las contradicciones entre los testimonios que acusan a Siria?
En cuanto a los editorialistas árabes ya ni siquiera comentan la confiabilidad del informe. Lo consideran un documento por encargo que tiende a justificar sanciones o una agresión contra Siria.
Para el escritor egipcio Abdellah Assanaoui, en Arabrenewal, el informe Mehlis no es más que un prólogo, previsto desde hace mucho tiempo, para una condena a Siria y sanciones que tienen por objetivo un cambio de régimen. Todo ha sido pensado en función de eso, desde la selección de los testigos hasta las filtraciones a la prensa. El redactor jefe de Alquds al-Arabi , Abdel Bari Atouan, no da crédito al informe, pero lo encuentra instructivo en tres puntos. Al no citarse en el informe al difunto ministro del Interior sirio Ghazi Kanan, puede deducirse que su suicidio no está vinculado a la emisión del documento. El editorialista cree saber que el ministro fue asesinado, pues preparaba una colaboración con los Estados Unidos. El segundo punto es que las comunicaciones de los dirigentes árabes son todas grabadas y escuchadas. El tercero es el interés estratégico en incriminar a los palestinos con vistas a operaciones futuras. Como quiera que sea, considera que
Siria no tiene nada que ganar sometiéndose, pues haga lo que haga no cambiará en nada la situación.
Esta ofensiva anunciada contra Damasco preocupa a la izquierda norteamericana. En ZMag, los historiadores del movimiento social norteamericano, Jeremy Brecher y Brendan Smith, se muestran preocupados por el camino emprendido por su país con respecto a Siria. Según ellos, la administración Bush quiere atacar a Siria o a Irán para hacer olvidar los problemas en Irak y recomiendan a los ciudadanos del mundo hacer todo lo posible para impedir una nueva violación del derecho internacional y los principios constitucionales norteamericanos.
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