La semana que se inicia este 14 de noviembre -mientras cerramos edición- es crucial para el Ecuador. No por la ya agotada discusión sobre la posible asamblea constitucional o constituyente, sino porque se inicia en Washington la última ronda de negociaciones del Tratado de Libre Comercio (TLC) con los Estados Unidos, Perú y Colombia, y porque vence el plazo para que el Ministro de Energía se pronuncie sobre la caducidad del contrato que mantiene el Estado ecuatoriano con la petrolera transnacional Occidental (Oxy).

Son dos temas de real trascendencia para el país, tanto que muchos aseguran que todo el cuento de la consulta popular y la Asamblea Constituyente solo fueron cortinas de humo para distraer a los ecuatorianos, y evitar así su capacidad de reacción cuando las cosas a favor de las transnacionales y en perjuicio del Estado estén santificadas.

En el tema del TLC, el presidente Alfredo Palacio utiliza el consabido doble discurso: por un lado dice que no se firmará el Tratado si las condiciones no benefician al Ecuador, y por otro su equipo negociador dice que “lo principal es terminar las negociaciones”. Es decir, a como dé lugar, incluso cediendo lo que haya que ceder, porque una negociación solo puede concluir en el momento en que exista un acuerdo.

En estos días se ha venido hablando de lo inevitable que es firmar el TLC, primero porque así lo exige el mundo globalizado, y luego bajo la idea de que no son muchos los sectores que se verían perjudicados frente a los que supuestamente se verían beneficiados. “hay que hacer un sacrificio”, se dice. Evidentemente todos sabemos que si habrá un gran perjudicado será el sector agropecuario, que es la base de la economía interna de nuestro país. En eso, el pueblo mejicano puede darnos una idea de lo que podría pasarnos: desde que se aplica el TLC, en ese país se ha perdido el 41% de autosuficiencia alimentaria.

En el tema de la Oxy, pese a que la razón jurídica y el sentido de patria indican que lo único que tiene que hacer el Gobierno es declarar la caducidad del contrato, pues no tiene otro camino legítimo, Alfredo Palacio le apuesta a un proceso de renegociación del contrato, con lo cual el tema de fondo quedaría olvidado.

Como vemos, si hay algo que reconocerle a Palacio es que no resultó del todo improvisado, pues su presencia está logrando afirmar la aplicación de las políticas a favor de las transnacionales y del imperialismo. A eso se debe la aprobación por parte del Congreso de su proyecto de ley (en asocio con los socialcristianos) de estímulos tributarios, que exonera del pago de impuestos a empresas nacionales y extranjeras que realicen inversiones en el país, facilitando así la adecuación del marco jurídico a las nuevas condiciones que traería el TLC.

Incluso el tema del Plan Colombia está garantizado para los Estados Unidos con este gobierno. Las Fuerzas Armadas colombianas se dan el lujo de violar descaradamente nuestra soberanía territorial y desembarcar con helicópteros a cientos de sus efectivos militares y policiales. Extraña, por decir lo menos, que mientras existe tanto despliegue militar en la frontera norte y que la Policía continúa capturando supuestos guerrilleros en nuestro territorio, con un formidable trabajo de inteligencia, no se hayan podido dar cuenta del tiroteo aéreo y desembarco de semejantes naves y semejante cantidad de hombres armados en nuestro territorio.

Y no solo ese tipo de soberanía es la que corre riesgo en estos días, ahora también el gobierno peruano (otro incondicional vasallo de Washington) quiere su parte: pretende quitarnos parte de nuestro mar territorial. En el Congreso y en varios sectores de la oligarquía proimperialista ya vemos formarse la opinión favorable a la entreguista tesis de que lo viable es la firma de la Convención de Mar, con la que se nos restaría 188 millas de nuestro mar, lo que al final nos costaría tanto o más que lo que nos costó la traición de Jamil Mahuad en la firma de la paz con el gobierno de Alberto Fujimory.
El cardiólogo Palacio, en este corto período, anotará así su nombre en la lista de los más entreguistas y antipatrias de los presidentes que ha tenido el Ecuador en toda su historia.