Nicolas Sarkozy y los revoltosos de los suburbios son resultado de la misma situación: un país que, yendo a los extremos, convierte a sus artistas en mendigos o en multimillonarios, que desprecia a sus líderes, que se enfrenta a su historia y donde Salman Rushdie se deja amenazar de muerte en los escenarios televisivos del servicio público. Sarkozy es el defensor de la «gente dura», quiere transformar al país en una sociedad anónima y utiliza los principios republicanos como tapujo de sus ambiciones personales. Más que ideas, busca celebridad, combate y dinero, al igual que sus enemigos de los suburbios.
Las causas de la violencia son ya obvias (integración deficiente, políticas urbanas erróneas, desempleo masivo, importación irrealista de los problemas del Medio Oriente y de África, política social costosa que cede su espacio a la religiosa gratuita, etc..) pero la dimensión de la violencia es un hecho nuevo. El gobierno no había dado importancia a las manifestaciones del 4 de octubre y se esperaban otras de ese tipo que, sin embargo, no ocurrieron en la Plaza de la República en París, sino en los suburbios donde todo lo que parezca representar al Estado crea un clima candente. Por aquí y por allá hay manifestantes que disparan de verdad contra la policía... Gente que tira piedras, pernos, o bolas de petanca, como en Palestina... Más que el complot organizado que denuncia Sarkozy, se trata de una convergencia de pasiones y de cólera cuya mezcla provoca resultados coherentes, frutos de las mutaciones del racismo y del antirracismo.
Actualmente, el antirracismo ya no sabe qué camino tomar. Los «indígenas de la República» quisieran poner en un mismo plano la colonización, la esclavitud y la Shoah, no tanto con el objetivo de dar más valor a los dramas que vivieron sus antepasados, sino de dar un carácter relativo a la Shoah con el objetivo de triunfar allí donde fracasaron los negacionistas demasiado minoritarios de Faurisson. Los Dieudonné, los Thierry Meyssan aplican las mismas falacias para alimentar el odio, que se ha convertido en lo non plus ultra de una oposición radical... Ha sido el retroceso del Estado lo que lo ha permitido esto y la radicalización de los ghettos. No se trata ya de combatir por defender los derechos, la igualdad y el respeto mutuo, sino de justificar la expresión de una violencia por la maquiavélica perfidia del culpable judío, norteamericano y, por extensión, del ciudadano blanco de un Estado de derecho. Ese movimiento no puede compararse con los sucesos de Mayo del 68, pues un hombre como Daniel Cohn-Bendit, por ser judío, no podría tener cabida en ello. Además, los hechos de Mayo del 68 se desencadenaron porque los muchachos querían tener acceso a los dormitorios de las muchachas y viceversa. Con los revoltosos de nuestros suburbios ocurre exactamente lo contrario. Rechazan esa mezcolanza, quieren que las jóvenes lleven velo y sean inaccesibles a los que consideran extraños. Dios se pasó al otro bando. Hoy en día los sacerdotes —en este caso, los imanes— apoyan a los revoltosos.

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Charlie Hebdo est un hebdomadaire phare pour toute une partie de la gauche radicale française. Lancé en 1992 par Philippe Val, il peut s’enorgueillir d’une filiation avec Hara-Kiri et Charlie, des revues satiriques des années 60 et 70. Libertaire et anti-religieux à ses origines, il a progressivement évolué et adopté un ton plus atlantiste et brocarder systématiquement les populations arabes ou musulmanes.

«Jours pas tranquilles à Clichy», por Philippe Val, Charlie Hebdo, 9 de noviembre de 2005.