Claro y terminante, el señor Alan García Pérez ¡por fin! habló de un gravísimo tema de Estado, la Convención del Mar, y sostuvo que el gobierno de Toledo había planteado este contrabando que promovía no un dominio del Mar de Grau sino un condominio internacional. Por tanto, el aprismo, se oponía a su firma apresurada, sin conocimiento cabal de los propios legiferantes y que los pescaditos de la millonaria propaganda mediática tampoco eran argumentos elocuentes. ¿Sería atrevido decir que esta torpeza y traición grosera impulsada por un régimen alicaído empezó su nadir sin pena ni gloria?

Los medios de comunicación, algunos, destacaron las afirmaciones de García Pérez en torno a que su partido se opone a la adhesión frívola del Perú a una Convención del Mar que representa serias e insalvables discrepancias con la Constitución del Perú. De un plumazo, las posiciones panegiristas o simpáticas, al interior del mismo Apra, quedan aniquiladas y olvidadas. ¡Esta es una acción que no puede dejar de felicitarse! A los traidores, adláteres de las ONGs, entreguistas de lo que no es suyo y a los gonfaloneros muy bien pagados de una causa antipatriótica, les convendría entender que en calles y plazas el veredicto de censura y condena es abrumador.

Lo importante de lo dicho por García Pérez no estriba en sus cuitas y preocupaciones personales en torno de su futuro político. Si pierde, como él mismo empieza a barruntar, será un asunto de mala estrategia, miopía monumental, falta de entendimiento para comprender un país con dinámicas diversas, plurales y auto-gestionadas en muchos casos y para los que su partido no se adecuó ni preparó porque estuvo afincado en manejos raros de caciques intestinos y perniciosos. Pero, hay que decirlo, son asuntos singulares que a él corresponderán definir en su fuero íntimo. O tendrá que asumir la responsabilidad que bases furiosas puedan, eventualmente, reclamarle.

Sin embargo, cuando García Pérez, habla de los grandes temas del Perú, empieza, muy tarde ciertamente, a meter el diente en el meollo mismo de las venas abiertas por donde se desangra el país de a pocos y en la multitud de giros tradicionales que han hecho del Perú una chacra de cabilderos poderosos, delincuentes de cuello y corbata y de pendencieros políticos amiguísmos de la componenda, de la licitación con nombre propio y de la ley llave en mano para grupos empresariales que nunca ponen de la suya sino del dinero del Estado, es decir del contribuyente. Alan García como hombre de Estado sí importa y su experiencia gubernamental, desastrosa y fallida, no le quitan una visión integral nacional que nunca debió haber olvidado.

Asombra, por decir algo delicado, la millonaria y palurda propaganda en torno a la Convención del Mar. En los medios que se benefician con pingues tarifas por difundir esta monserga no se advierte ningún sentido pedagógico. Se nos pretende embutir el galimatías que porque hay 148 naciones adscritas a la Convemar, Perú, cual borrego ramplón, también tiene que hacerlo. Pero se cuidan muy mucho los traidores de hacer mención del artículo 3º de la Convemar que habla de 12 millas y no de 200 como dice el Artículo 54 de la Constitución. No hay soberanía sin dominio y éste se ejerce sobre el mar territorial. Además, también eluden “convenientemente” de decir que Chile adhirió a la Convemar declarando unilateralmente que NO usarían su articulado para la solución de diferendos limítrofes con países con mar y costas adyacentes, en buena cuenta con Perú.

No sé si está a tiempo el señor García Pérez de enmendar los erráticos rumbos de su campaña tan confusa y claroscura. Acaso deba entender que el nacionalismo no es una palabra a la que hay que tener miedo. Debía recordar, de repente, que Haya de la Torre fundó el aprismo como una corriente renovadora y revolucionaria y, por tanto, profundamente nacionalista y custodiadora de lo peruano y latinoamericano. Si por casualidad, Alan García entendiera que allí hay secretos embrujos de contacto con la savia genuina del pueblo, de repente tiene posibilidades de remontar lo que hasta hoy se presenta como una tercera y bastante alejada opción electoral. Nunca podrá echar la culpa a nadie de un pretendido fracaso porque es a él a quien corresponde asumir los yerros absolutos de una muy deficiente dirección política. ¡Así de simple!

El contrabando de la Convemar es la crónica de una total derrota en la conciencia del pueblo. Y a los traidores hay que desenmascararlos aunque se camuflen de “especialistas”, “analistas”, “politólogos”. Entre esos hay muchos que han ganado medallas por las victorias militares del país del sur y también felicitados por su participación en negociaciones con la misma nación austral. ¡Caso insólito en que los contendientes otorgan lauros a nuestros supuestos defensores!

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!