La democracia y la lucha por ella, caracterizadas por el crecimiento de la participación, han hecho que millones de personas se interesen por esas reflexiones, a las que se integran por medio de su presencia en las organizaciones y movimientos y por la prensa que los mantienen actualizados.

En ese proceso es de vital importancia el dominio del contenido de los conceptos que sirven de herramientas para comprender tanto las ideas, las tesis y las teorías, como los procesos reales.

El uso de los términos “derecha” e “izquierda” es un magnifico recurso para identificar y ubicar convenientemente a los actores del proceso político. Esos conceptos, forman parte de una metodología extraordinariamente popular que tiene el mérito de convertir a la política en un espacio físico, un fenómeno geográfico, un tablero en el cual colocar a las más disímiles corrientes en un esquema que, de ninguna manera, constituye un dogma.

La izquierda política es un amplio espacio en el que actores afiliados a muy diversos filosofías, credos y puntos de vista, con muy diferentes grados de radicalismo, adoptan como programa la promoción del cambio, apuestan por el progreso y auspician la participación de las masas.

Las referencias a la izquierda, no aluden sólo a los elementos tradicionales, como pueden ser socialistas, comunistas y socialdemócratas, sino a todos los que, en la palestra política, adelantan transformaciones o actitudes progresistas. Tales son los casos del movimiento anticolonialista y de liberación nacional, los luchadores por la paz, los movimientos sociales, los sectores avanzados dentro de la oficialidad militar, los políticos nacionalistas y comprometidos y naturalmente los elementos revolucionarios.

Matices aparte, la izquierda se identifica por el carácter avanzado de sus planteamientos, la proximidad a los enfoques humanistas, la identificación con los sectores populares, incluyendo la clase media, la tendencia a la socialización, la defensa del sector público, el pacifismo y la solidaridad.

En el amplio espacio político ocupado por la izquierda actúan desde los elementos más radicales, comunistas y socialistas que se plantean como meta la toma del poder político para trasformar la sociedad, sectores que auspician reformas más o menos profundas, hasta quienes se conforman con mínimos de justicia social.

En ocasiones, al amparo de corrientes, partidos y líderes políticos suficientemente flexibles, carismáticos y unitarios, la izquierda logra unir a importantes fuerzas, creando poderosas plataformas comunes, fenómeno que gana actualidad en la América Latina de hoy, no sólo mediante coaliciones formales e institucionalizadas, sino por el predominio de corrientes de opinión, tal como ocurre en Uruguay, Argentina, Brasil, Bolivia y sobre todo en Venezuela.

La derecha apenas requiere comentarios. Se trata de los sectores retrógrados, conservadores y apegados al mantenimiento del status quo, apartados de las masas y asociados a la oligarquía de la que forman parte. La derecha actúa como retranca y como reserva estratégica de la reacción, la contrarrevolución y el imperialismo.

La derecha, en nombre del mantenimiento del orden, defiende la exclusión y los privilegios de las elites reaccionarias, el liderazgo de políticos y partidos tradicionales, exclusivistas y corruptos.

La derecha no vacila en acudir a estereotipos de carácter religiosos, con frecuencia invoca a Dios y aun inexistente orden divino del que forman parte la propiedad privada y todos sus privilegios. La derecha es por definición conservadora, reaccionaria y refractaria a lo popular.

La izquierda ha cometido errores y pagado las consecuencias, no obstante con todos sus matices y con la riqueza que aporta su naturaleza innovadora, será siempre la opción de las mayorías. No es extraño que la derecha tenga el poder, lo que no ha tenido nunca es el favor de las masas y de los pueblos.