Alemania cuenta ahora con un gobierno de amplia coalición que reúne a democristianos de la CDU-CSU y a socialdemócratas del SPD. Ambos partidos han logrado ponerse de acuerdo en lo que se refiere a un programa económico común, centro de las preocupaciones fundamentales de los alemanes a quienes el desempleo masivo y el cuestionamiento de las bases de su modelo social llenan de inquietud. Sin embargo, si bien es posible hacerse una idea bastante precisa de la orientación económica del país en los próximos años, es mucho más difícil prever su política exterior. Angela Merkel ha multiplicado las declaraciones atlantistas o pro israelíes en los últimos años pero el Ministerio de Relaciones Exteriores fue confiado a Frank-Walter Steinmeier, cercano a Gerhard Schröder. En estas condiciones, los diferentes actores sólo pueden formular pronósticos sobre el futuro de la diplomacia alemana; pronósticos que reflejan con toda probabilidad sus deseos y no un futuro que dependerá en gran medida de la correlación de fuerzas en el seno de la coalición y de los partidos que la integran.

En Le Figaro, el ministro francés de Relaciones Exteriores, Philippe Douste-Blazy, se manifiesta en el sentido de que Francia y Alemania vuelvan a desempeñar un papel fundamental en la construcción europea. Al afirmar que desde la firma de los acuerdos del Elíseo entre Charles De Gaulle y Konrad Adenauer, hace más de 40 años, las rotaciones políticas han influido muy poco en el acercamiento entre París y Berlín, rechaza rápidamente cualquier riesgo de reorientación de la diplomacia alemana y lanza un llamamiento a favor de una nueva dinámica europea. El autor no precisa ni la forma ni las políticas que deben ser defendidas.
En el Washington Post, el ex asesor de Seguridad Nacional estadounidense Henry Kissinger pronostica por su parte un acercamiento entre Berlín y Washington. En su opinión, la salida de Gerhard Schröder y el hecho de que el gobierno de Bush tome en cuenta las imperfecciones del unilateralismo ofrecerían interesantes perspectivas para el acercamiento. Sin embargo, el autor se muestra prudente: no debemos pensar que los vínculos que unan a Estados Unidos con Alemania podrán compararse con los del pasado. Los tiempos han cambiado, Alemania ya no necesita a Estados Unidos para enfrentarse a la URSS y la nueva generación en el poder no se siente ya en deuda con Washington. De esta forma, si bien no debemos esperar una fuerte oposición de Angela Merkel al gobierno de Bush, tampoco debemos esperar que ésta renuncie a los lazos que unen a Alemania a Francia y Rusia en beneficio de su amistad con Estados Unidos.
En Alrai, el periodista y escritor jordano Mofid Nahla comienza a añorar la presencia de Gerhard Schröder. Si bien el canciller socialdemócrata se opuso a la invasión de Irak y visitó oficialmente diferentes países árabes en varias ocasiones, éste no fue el caso de su predecesor Helmut Kohl y Alemania podría volver a ese tipo de política exterior. Se lamenta además de las restricciones en las políticas de inmigración que parece favorecer la nueva canciller.

No perdamos de vista que ninguno de los tres autores aborda el tema de la integración de Turquía a la Unión Europea, punto de enfrentamiento entre socialdemócratas y democratacristianos durante la campaña electoral.

Con motivo de la visita a Londres de Angela Merkel, en el marco de su gira europea, The Guardian pone sus columnas a disposición del jefe de redacción de Die Zeit, Michael Naumann, quien fuera secretario de Estado para la Cultura durante el primer mandato de Gerhard Schröder. El autor nos ofrece un análisis de lo que debemos esperar de Alemania en materia de política económica pero le cuesta trabajo realizar el más mínimo pronóstico sobre su política exterior. No obstante, saca a relucir un aspecto que al parecer no ha sido suficientemente tomado en consideración por los restantes analistas: Angela Merkel es originaria de Alemania Oriental, por lo tanto su cultura política es diferente a la de sus predecesores. ¿Basta esto para marcar una ruptura?

La prensa alemana tampoco ofrece respuesta a este tema y los analistas se contentan una vez más con formular suposiciones.
Para Claus Leggewie, politólogo y ex asesor del gobierno de Schröder sobre el Islam, aunque Angela Merkel tenga un estilo más atlantista, sólo se tratará de un cambio de lenguaje y no de hechos. En Deutsche Welle afirma que Merkel tratará de acercarse a los países del Este pero no podrá poner en tela de juicio una asociación con Rusia, esencial para Alemania, incluso cuando la nueva canciller se muestre menos favorable a Putin que su predecesor. Berlín se mostrará mucho más agresivo con China en el tema de los derechos humanos pero no debemos olvidar que Pekín ha invertido de manera masiva en Alemania. Finalmente, será imposible enviar tropas alemanas para que se unan a las tropas anglosajonas en Irak o, eventualmente, en Irán, sin que la gran coalición de gobierno estalle o se debilite su propio partido. Por consiguiente, el autor considera que las tendencias fundamentales de la diplomacia alemana no deberán cambiar.
Este análisis parece ser el fruto del sentido común, lo que no impide que algunos miembros atlantistas de la CDU sueñen con un giro de 180 grados de la diplomacia alemana. De esta forma, el presidente del gobierno del estado de Sarre, Peter Müller (de la CDU), aconseja a Angela Merkel en el Welt Am Sonntag convertirse en agente moderador en los enfrentamientos euro-atlánticos al desempeñar el papel de intermediario entre Londres y París, pero sobre todo entre europeos y estadounidenses en caso de que se produzca un ataque futuro a Irán (¿quiere esto decir que el autor prevé la participación de Alemania en una acción militar en caso de que esta tenga lugar?). Desea que Berlín se aleje de Francia y Rusia, se acerque a Estados Unidos y sobre todo a Polonia. Para concluir, pide que la política exterior no sea dejada en manos del SPD y que la canciller deje en ella su impronta.
¿Lo aceptará el SPD?