Angela Merkel se ha convertido en canciller de Alemania en un momento crítico para este país, sumido en dificultades económicas y, en cuanto a la construcción europea, acorralado entre sus tradiciones y la necesidad de transformar la Alianza Atlántica. Después de presenciar el resultado de las elecciones, pensé en un bloqueo irreversible, pero ya no pienso así. Los dos grandes partidos necesitan colaborar para no perder fuerza ante los partidos pequeños en las próximas elecciones. La dinámica personalidad de la nueva canciller es también un elemento esperanzador. En poco tiempo pasó, de su oscura posición de científica de Alemania Oriental, a ocupar el cargo de canciller de la Alemania reunificada.
La política exterior será un terreno crítico para juzgar sus acciones. Durante la Guerra Fría, Europa necesitó a los Estados Unidos. El trauma de la II Guerra Mundial llevó igualmente a Alemania a reintegrarse a la comunidad internacional, convirtiéndose en aliada de los Estados Unidos, un miembro de la Alianza Atlántica y respaldo de la integración europea. Hoy la amenaza soviética ya no existe, una nueva generación política rompió con la dependencia emocional hacia los Estados Unidos y Gerhard Schröder pudo incluso realizar dos campañas electorales sobre el tema de la oposición frontal a Washington. En esta corriente de alejamiento, el unilateralismo de George W. Bush no existe por gusto. En nuestros días, sin embargo, tanto en Alemania como en los Estados Unidos hay una voluntad de acercamiento.
Merkel es hábil y se negará a escoger entre Europa y Estados Unidos, no querrá alejarse de Francia ni de Rusia. Por tanto, elaborará una política exterior que permita abarcarlo todo en un conjunto coherente.

Fuente
Washington Post (Estados Unidos)

«Will Germany’s Coalition Work?», por Henry A. Kissinger, Washington Post, 22 de noviembre de 2005.