No hemos botado aún al delincuente Fujimori de Palacio y tampoco echado el guante a su siamés colega Montesinos y menos erradicado a la taifa parlamentaria supérstite del oficialismo y ya empezaron los improvisados y los carnavaleros en el anuncio de sus postulaciones. Como si fuera tan fácil revertir diez años de corrupción y trocarla, como por arte de magia, en un nuevo Congreso, con algunos rostros remozados y otro presidente y ministros. ¡Y todo ello en el festín consuetudinario que la porquería es la misma y lo que cambian son las moscas! Hay una receta cívica ineludible en la hora presente: ¡unidad: sí o sí!

El ejercicio de la cosa pública no es una broma o un banquete. ¿Alguien se ha preguntado cuánto le cuesta al Perú la estulticia y falta de honradez que han caracterizado al régimen fujimorista? Ciertamente que miles de millones de dólares, pero, peor aún, la destrucción aviesa de un pueblo que se convierte por el hambre en un filón clientelista, hoy aquí, mañana acullá. ¡El baldón histórico del que son responsables todos los fujimoristas y sus cómplices, es inmenso, aberrante, criminal!

Y pareciera que no asimilamos aún que sin unidad política para los comicios venideros, nos vamos directamente al precipicio. Con fuerza a que un anti-cholo, reaccionario, racista, fifí y colaboracionista como Francisco Tudela, se haga de una votación importante u orientadora de situaciones de contingencia política. Gracias a la profunda imbecilidad de cierta gente, cómplice de la dictadura, podríamos allanar el retorno del "fujimorismo sin Fujimori", que, como ya he dicho, es la doctrina del robo, de la estafa, de la lisura y de la monra hecha menú de gobierno y expoliación.

El Frente Democrático Nacional, en 1945, con todos los partidos, elevó a José Luis Bustamante y Rivero a la presidencia con más del 60% de los votos de entonces. Teniendo como pilar fundamental de ese abigarrado conjunto democrático al Apra, la civilidad se hizo triunfo, gracias a una unidad sufrida y desarrollada como estrategia política imbatible. Ha poco, en abril de este año, en ocasión del robo de la presidencia a Toledo y el fraude que consagró a 120 hueleguisos al Congreso, la atomización casi desbarranca al sector democrático. No fue así porque Toledo amalgamó una expectativa que juntó a varios millones de peruanos, tras su candidatura y después su protesta indesmayable mantuvo la llama viva, incandescente, por calles, avenidas y plazas de todo el Perú.

¿Qué pretende la señorita Lourdes Flores? Hasta hace pocos días era la más conspicua viga de la tesis que la transición debía conducirla Alberto Fujimori. Ex-legisladora con gran experiencia no dudó en fabricar una ley con nombre y apellido: la que está contra Alan García Pérez. ¿No votó porque Perú regalara Tiwinza al Ecuador en ocasión de ratificar los acuerdos entreguistas de su ídolo Fujimori? ¿Qué pueden tener de populares sus planteamientos cucufatos o social-cristianos? Demasiados errores para una persona que apenas si tiene menos de 20 años en la arena política. ¿Y quiere ser candidata presidencial? ¿No estará jugando alguna carta inconsciente pero de claro tinte divisionista y anti-democrática? ¿El señor Bedoya tiene aún algo que decirle al país que no haya expresado antes, sin correlato popular, ciertamente?

Olivera asemeja al gato que persigue su cola y aún así se extravía en el universo de la circular meta. El se pone cabes a sí mismo. Apotegmático, da una imagen autosuficiente de ser él, la andadura magistral por donde camina la historia peruana. Sólo él dice que está preparado para gobernar. ¿Gobernar, qué? ¿No fue este mentecato el que condujo, y por ello ganó el mariscalato, a la oposición sentada y cobradora, al ridículo fracaso de la primera censura de la Hildebrandt? Todo indica que el primer vídeo fue una contribución generosa y ecuménica de Luis Iberico sobre la que Olivera se montó literalmente. En el vídeo de días recientes, no hay siquiera sombra de su augusta y dislocada figura de ojos perdidos. ¿Quién predicó por la "cordura, la serenidad, responsabilidad"? ¿No fue acaso Olivera, el otro socio inventor de la ley contra Alan García Pérez? ¿O el que estuvo sosteniendo que Fujimori debía conducir el proceso de transición? ¿Para después sostener que también podría ser Tudela? ¿No esta haciendo el triste papel de quintacolumna antidemocrático, borracho de su pretensa gloria de líder conductor?

La unidad es una fórmula política que demanda la alineación estratégica detrás de quien convoque más o tenga más chance de conducir los ejércitos a la victoria. No necesitamos Césares de Carnaval o Catones de Juguete, sino hombres y mujeres firmes y enérgicos a la hora de meter a la cárcel a los cacos y a la hora de decirle al pueblo la verdad dramática de nuestros días. Juntos todo lo podemos, desunidos nada somos.

Nuestro deber, nuestro gran imperativo, es seguir siempre adelante y la causa popular del pueblo unido, vencerá. Y esa es la gran tarea de los partidos: unirse en un gran frente, en una poderosa plataforma política en que se aprovechen los mejores cuadros en el Legislativo y en la responsabilidad de gobierno. Los ambiciosos y ambiciosas por la pura y efímera lucidez episódica merecen el repudio más manifiesto de todos los demócratas. Son los traidores en potencia que no vacilarán en clavar el puñal si con ello consiguen un programa televisivo más o un titular periodístico.

El fujimorismo no está vencido y no hay que cantar himnos de triunfo. Tampoco están muertos los esquiroles y oportunistas que proclaman atentados divisionistas. A unos y a otros hay que pulverizarlos. Sólo la unidad democrática puede lograr ambos cometidos.

*Liberación, 19-11-2000