«El Mediterráneo, ¿finalmente una zona de paz y estabilidad?» La respuesta es, evidentemente, negativa. Todavía estamos lejos de ser una zona mediterránea democrática según el deseo de sus jefes de Estado y de los de la Unión Europea, expresados en Barcelona en 1995.
Desde entonces, los países de Europa Central, comparados con los mediterráneos, han logrado un enorme progreso. Este último se debió, principalmente, a la voluntad de los países implicados y de sus pueblos de unirse lo más rápidamente posible la Unión Europea, la cual no tardó en ayudarlos ofreciéndoles la asistencia necesaria. En cuanto a los regímenes mediterráneos, excepto Chipre, Malta y Turquía, la falta de una voluntad política impide llevar a cabo cambios profundos en sus países.
Además, los acuerdos de 1995 semejaban una lista de opciones, elaborada por diplomáticos y aceptada por los jefes de Estado, que no pensaron en los medios que permitían concretar el objetivo principal, el de crear una zona de paz, seguridad y prosperidad. Sin embargo, los acontecimientos políticos y económicos que tuvieron lugar en la zona mediterránea, durante los últimos diez años, son notables. Así, por ejemplo, los ciudadanos y gobiernos mediterráneos, finalmente, se dieron cuenta de que en lo sucesivo era indispensable llevar a cabo profundas reformas políticas. De igual forma, los índices de fecundidad bajaron a un ritmo impresionante, lo que sin dudas va a limitar, a largo plazo, las tasas de desempleo. Por otra parte, la zona supo evitar las confrontaciones militares, con excepción del conflicto israelo-palestino y argelino-marroquí en cuanto al Sahara Occidental. Ello no impidió aumentar los presupuestos y gastos militares en los países involucrados. En dos palabras, los resultados no eran malos, salvo que al comparar los países mediterráneos con otros países, de fuera de la zona, se comprueba que estos últimos dieron pasos más importantes en diversas esferas.
¿Se puede decir que los acuerdos de Barcelona y la Unión Europea estuvieron detrás de esos cambios? Nadie puede negar el hecho de que los acuerdos de Barcelona han creado un clima de discusión y negociación entre las diferentes partes, al facilitar la liberalización de las economías árabes, pero los verdaderos autores de semejante desarrollo son, en primer lugar, los ciudadanos y, después, algunos altos responsables mediterráneos deseosos de edificar una verdadera democracia, apegada al respeto de los Derechos Humanos y a un sistema económico liberal. Todo ello solo puede representar el inicio de una fase de desarrollo en la historia de los países mediterráneos. Un comienzo que debía ser instaurado por parte de los socios europeos, para los cuales esas reformas son la única garantía de una seguridad profundamente deseada.

Fuente
As Safir (Líbano)

«المتوسط، منطقة سلام واستقرار أخيراً؟.», por Abrahard Rain, As Safir, 24 de noviembre de 2005.