A pesar de su importancia, el Mediterráneo da cada vez más la impresión de ser el pariente pobre de Europa. Existe una línea divisoria neta entre el Norte y el Sur, pero Europa durante estos últimos veinticinco años se ha refugiado en una actitud de negación y rechazo que sólo puede explicarse por la falta de proyecto estratégico de conjunto para su flanco sur. La política de ampliación europea se dirigió primero al norte, luego al sur de Europa y, por último, hacia el gran Este en detrimento de los países del sur del Mediterráneo. De entrada, se trazó una frontera que delimita cuidadosamente los países del sur mediterráneo, incluyendo a Turquía, con relación a «Europa». Esa política ha sido dramática para las relaciones entre las poblaciones de las dos orillas debido a la falta de libertad de circulación y las dificultades para desarrollar las relaciones comerciales. Ello creó la sospecha y el cuestionamiento perpetuo de la inmigración y la transformó en una frontera preocupante para los europeos.
Hasta la Conferencia de Barcelona en 1995, en realidad la relación es más de indiferencia que de vecindad. A partir de esa fecha, se estableció una política estrictamente comercial; ésta, a cambio de transferencias financieras y de la promesa de participar en una zona de libre comercio con Europa en 2010, exigía el desmantelamiento de las barreras arancelarias al Sur y la apertura de los mercados a los productos europeos. El balance de esa política es sombrío y el proceso de Barcelona debería desaparecer en provecho del de la «gran vecindad». Sin embargo, el Mediterráneo es pródigo en conflictos que, desde Irak hasta Palestina, tienen una incidencia directa en la vida de los europeos. Pero Europa le vuelve la espalda a esta región y se dispone a enterrar con gran pompa el proceso de Barcelona.
Sin embargo, Europa no puede ignorar el sur del Mediterráneo. La presión migratoria proveniente de los países de esa región no se detendrá. Los movimientos migratorios africanos se desarrollan primero en el interior de África, pero se dirigen cada vez más hacia el Norte, para acceder a Europa. Ahora bien, frente a esa demanda migratoria, la UE no tiene otra estrategia que no sea la de construir una inmensa trinchera. Quiere transformar a España, Italia y también a Marruecos, Argelia y Libia en zonas tampón, mediante la institucionalización de campos de detención para refugiados y emigrados.

Fuente
Libération (Francia)
Libération ha seguido un largo camino desde su creación en torno del filósofo Jean-Paul Sartre hasta su adquisición por el financiero Edouard de Rothschild. Difusión: 150,000 ejemplares.

«Le mal de Méditerranée», por Sami Nair, Libération, 29 de noviembre de 2005.