¡Puédese discrepar o blasfemar del aprismo! ¡Es hasta posible guardarle odio por el fracaso de su gobierno entre 1985-1990! No hay duda que cada quien es dueño de su frustración, diferencia o insalvable lejanía. Pero lo que es ocioso –o torpe- es negar que anoche, en el Campo de Marte, más de 100 mil peruanos votaron con los pies acompañando al señor García Pérez, en su mitin de inicio de campaña, quien tuvo durísimas, justificadas y enormes condenas de desprecio para parlamentarios, embajadores, ministros, burócratas dorados, empresarios retrógrados y vividores de la mamadera de un Estado pobre y expoliado como el Perú.

¿Cúanto valor sociológico tienen las encuestas frente a una votación popular como la del viernes en las calles de Lima? Recordé días atrás que estuve presente acompañando a grupos marxistas que celebraron un convite y constaté un entusiasmo plasmado en varias miles de voces adherentes. También estuve en la marcha contra el TLC, básicamente integrado por organizaciones del mismo color ideológico. No hay quien pueda, frente a una demostración masiva, contundente y sumamente entusiasta, evitar reconocer que el Partido Aprista dio una firme señal de cómo será la contienda electoral de los meses siguientes: la justa no se va a ganar en los cómodos sillones de empresas inmorales que dan el resultado por el que les pagan, el voto se gana en las calles, centímetro a centímetro y la lucha ¡a muerte! es contra la derecha reaccionaria, plena en fifís tecnócratas y vendepatrias y que ya tiene su candidata conservadora y cultora del status quo.

Una de las definiciones más importantes y categóricas de García Pérez fue aquella referida a su negativa rotunda a que Perú adhiera a la Convención del Mar. Y eso constituye un anuncio de alerta para todos los traidores que bufan, muy bien pagados, en ese sentido. No sólo el silencio cobarde del 95% de los medios de prensa que pretende pasar por alto la directa acusación, de días atrás, que hizo García sobre la traición a la patria cometida por Javier Pérez de Cuéllar, mudo en todos los idiomas, sino que a todos los que opinaron en contra de las aspiraciones del Perú habrá que investigarlos exhaustivamente, degradarlos y aplicarles las penas más severas que prevé la ley contra los quintacolumnas, elementos sucios y cancerosos en el cuerpo de la patria, estén donde estén o se escondan bajo la piedra que encuentren, aquí o en alguna parte del mundo.

¡Vamos a ver si García es coherente con aquello que anunció en la plaza pública! La mujer del César no sólo debe serlo, sino parecerlo. Y para que ello ocurra, sus candidatos, a lo largo y ancho del país, tienen que mostrar una acrisolada acción pública limpia y ajena a latrocinios y monras de cualquier clase, monto y naturaleza. Sólo así podrá completar cuanto comenzó el viernes en las calles. Si el Apra pretende fletar la candidatura de sinverguenzas, pegadores de mujeres y comerciantes fenicios que sólo aspiran a vivir del Congreso por ser inútiles en la vida común y corriente, será muy difícil o imposible que mucha gente, aún indecisa, les otorgue el respaldo que necesita García para llegar nuevamente a la presidencia.

La impecable presentación de García debe materializar, si el pueblo le otorga el respaldo el 28 de julio o en una segunda vuelta, una profilaxia en varios bolsones intocados de la vida oficial del Perú. Y para ello tendrá que cortar cabezas, zaherir y sacudir de sus nichos nefastos de influencia a pandillas enteras que tienen organizaciones poderosas y mafiosas. Y tendrá, también que enfrentar a pillos que se hacen llamar por periodistas inmorales, empresarios. Entre esos ¡qué duda cabe! Dionisio Romero Seminario, uno de los corruptos más sucios de que se tenga memoria en este país. ¡Y que no nos venga a contar cuentos lindos o cortinas de humo a través de sus empleados en el Partido!

Estoy cierto, y no hay quien pueda sostener lo contrario sin caer en la mentira grosera o estupidez más abominable, que la vibrante votación popular que hizo el aprismo en las calles el viernes, tendrá que ser corroborada, en los días siguientes, con un comportamiento rectilíneo, moral a prueba de balas, de firme e incorruptible identificación con todo lo que ofreció el señor García Pérez. La antítesis sólo significa la cancelación histórica y un puntapié a la memoria de Víctor Raúl Haya de la Torre. Y habemos quienes no tiemblan a la hora de decir sus modestas y filudas verdades. Amén.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!