Las pacatas pseudo explicaciones del ministro del TLC y Asuntos Foráneos, oficialmente de Comercio Exterior, Alfredo Ferrero y de Pablo de la Flor, “jefe del equipo negociador” en torno a que necesitan afinar los textos en castellano e inglés para dar publicidad al acuerdo que define un Tratado de Libre Comercio entre Perú y Estados Unidos, son ridículas, intragables, insultantes. Bien ha sostenido Alan García Pérez, corrigiendo su primera –también torpe- expresión: ¡los peruanos no son retrasados mentales!

¿Cómo García Pérez tuvo la aberración política de sostener que como no había leído el texto, no podía pronunciarse? En menos de 24 horas diose cuenta del yerro y ahora camina, con olfato, por otra avenida. Si quiere ganar la credibilidad que mucha gente le niega, por su afición más o menos pública de mentir en medio de giros oratorios que suenan bien pero dicen poco o nada, García tendrá que hacer un enorme esfuerzo y caminar con más frecuencia por los grandes temas de Estado. ¡Y declinar el uso de la pirotecnia verbal que ya no le produce sino menos votos!

Si el acuerdo del TLC privilegia a grupitos agro-exportadores y en cambio, no se subraya la importancia y la necesidad de proteger y promover la vida rural, caminamos por un verdadero genocidio al dejar que nuestros campesinos se mueran de hambre. El valor agregado que constituye una auténtica y progresista vida rural no tiene precio. Es absurdo y demencial considerar al comercio como un fin en sí mismo, eso puede ser para los fenicios como San Dionisio Romero, a quienes no interesa la patria, sino amasar dólares. Pero para los peruanos auténticos y para alguien medianamente inteligente solo tiene sentido el comercio si éste va aparejado de medidas para mejorar el bienestar de los campesinos y de protección del medio ambiente.

En algunos momentos de estos largos más de quince meses, siempre se obtuvo la impresión que la observadora era Regina Vargo y los “negociadores” norteamericanos Alfredo Ferrero y Pablo de la Flor. Hoy pretenden disimular las puñaladas aviesas cometidas contra Colombia y Ecuador, so pretexto que es estar primero o tener iniciativa si nos arrodillamos más o proclamamos un vasallaje del que han dado convincentes muestras estos dos elementos de acendrada vocación de servilismo orgánico.

¿Hay necesidad de ocultar, no es otra la palabra, durante quince o más días, el texto de lo inicialmente acordado con EEUU? ¿Es un problema de idioma? ¿A eso se reduce el pavor que demuestran tanto Ferrero como de la Flor cuando son inquiridos por lo que han “negociado”? ¿No será más bien, que quieren adormecer a la opinión pública que está por ingresar a la modorra navideña que invoca pacifismos y perdones aún con los vendepatria públicos?

Este Congreso agonizante no tiene ninguna clase de representatividad. La perdió en su lustro de mediocrísima vida. Con excepciones poquísimas, el escrutinio de cualquier parlamentario, es el compendio tristísimo de un dinero del contribuyente botado literalmente al tacho. Por tanto ¿con qué representatividad podría discutir un TLC que compromete al Estado y a la nación, con el poderoso país del norte? ¿Qué se puede decir del gobierno? ¡Casi lo mismo! Debe ser un nuevo gobierno y Parlamento los que tengan el beneficio de la urna pública los que firmen o desechen un TLC que aún está entre gallos y medianoche. ¡Por increíble que esto parezca!

Si no hay nada que ocultar, ¿por causa de qué no se muestran los textos? Hay muchos peruanos que entienden perfectamente el inglés y otros idiomas. Por ejemplo en la burocracia estatal hay otros que son especialistas en el lenguaje del dólar y el euro y saben bien cómo mejor vender sus conciencias hacia esos horizontes.

Hay que dar señales de alerta y precisar ¡desde este mismo momento! que ninguno de los “negociadores” o sus parientes o firmas relacionadas, pueden tener ninguna clase de relación presente o futura con las empresas que están involucradas en el TLC. Lo contrario significaría la confesión escandalosa que no cumplieron con el Perú. Pero sí con sus intereses particulares y egoístas.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!