¡Qué espectáculo esta semana durante el viaje por Europa de Condoleezza Rice viendo a cada paso gente indignada por el hecho de que la CIA haya podido –tal vez– encerrar a terroristas en las cárceles europeas! Si la secretaria de Estado no hubiese sido también diplomática, hubiese anulado tajantemente su viaje y anunciado que sólo volvería cuando los políticos del continente decidieran comportarse como adultos.
Esto forma parte de las obsesiones europeas de preocuparse todo el tiempo por la inminente llegada del fascismo a los Estados Unidos, mientras que es en Europa donde cada década parecen surgir nuevos dictadores. Y cuando eso ocurre, Europa grita pidiendo ayuda y Washington se esmera por cumplir su tarea. La última vez fue hace algunos años, cuando Estados Unidos puso fin al reinado de Milosevic, que asolaba a Europa desde hacía largo tiempo. Sería bueno que Europa, al menos una vez, nos diese las gracias y se decidiera a ayudar a los Estados Unidos en el problema de seguridad que confronta, aunque sólo fuese porque el terrorismo islámico afecta también la seguridad europea. En vez de eso, la Sra. Rice tuvo que aguantar las peroratas que le lanzaron acerca de las así llamadas «cárceles secretas» donde hay terroristas que han asesinado a más de 3 000 norteamericanos.
Y decimos «así llamadas» porque es inimaginable que la CIA haya podido actuar sin que los países implicados lo supieran. Por el contrario, en la mayoría de los casos, el gobierno estadounidense se anota puntos contra los terroristas «gracias a la estrecha colaboración de nuestros servicios secretos con los servicios extranjeros», tal como lo recordó la Sra. Rice. Las medidas de «Rendición», que incluyen la participación de diversos servicios nacionales en el transporte, encarcelamiento e interrogatorio de terroristas, es exactamente el tipo de arma en la lucha antiterrorista que debería agradar a los europeos multilateralistas.
Pero cuando el Washington Post publicó un artículo sobre esas «cárceles secretas», aquello fue un festival de hipocresía. El ministro británico Jack Straw se declaró conmocionado en nombre de la Unión Europea y exigió aclaraciones por correo, y el Comisario europeo de Justicia amenazó a los Estados miembros que habían apoyado a los Estados Unidos aludiendo a las graves consecuencias que podrían producirse, incluida la prohibición de votar en las instancias europeas. La prensa antinorteamericana que domina en Europa estaba a toda marcha.
¿Por qué todo esto? Esencialmente por oportunismo y cobardía política. Habría que felicitar a los países que ayudan a los Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo. Pero los medios europeos de comunicación no han dejado de publicar historias absurdas sobre el modo en que Estados Unidos trata a sus prisioneros, lo cual da a los demagogos antinorteamericanos la oportunidad ideal para echar leña al fuego sin que los políticos europeos amigos tengan siquiera el valor de refutarlo.
La palabra de la Sra. Rice, que recuerda firmemente que Estados Unidos no tortura a nadie ni en Europa ni en ningún otro sitio, debería bastar a los europeos. Además, si se cree en los informes de la CIA, en esas cárceles «secretas» sólo hay una docena de altos jefes de Al Qaeda, entre ellos el organizador de los atentados del 11 de septiembre, Khalid Sheikh Mohammed. El método de interrogatorio más duro utilizado contra esos terroristas es el «Waterboarding», que provoca sensación de ahogo. Es un método brutal, pero que también se emplea con soldados norteamericanos como preparación para los interrogatorios. Suponemos que muchos europeos lo aceptarían si supieran que eso permitiría evitar un nuevo Madrid.
Tanto antes como después del 11 de septiembre, los servicios secretos europeos han colaborado estrechamente con los Estados Unidos. Quienes no lo han hecho son los dirigentes políticos, los representantes del pueblo que se niegan a reconocer esta colaboración y a defender su necesidad moral. Esto es menos peligroso para los Estados Unidos –contamos con los medios para defendernos a nosotros mismos– que para Europa. Los europeos deberían preocuparse por lo que ocurriría cuando la opinión pública norteamericana les haga lo mismo, cuando Europa vuelva a rogarle a los yankees que la libere de uno de esos fascistas que ella sabe engendrar tan bien.

Fuente
Wall Street Journal (Estados Unidos)

«Condi’s European Torture», por Paul Gigot, The Wall Street Journal, 7 de diciembre de 2005.