Evo Morales

“Vamos a trabajar y colaborar con el que ustedes elijan”, dijo ayer el director de Asuntos Antinarcóticos de EEUU en Bolivia, William Francisco, cuando fue consultado sobre la posición de Washington ante la posibilidad cada vez más cierta de que Evo asuma la presidencia, tras las elecciones de este domingo en las que vencería ampliamente el jefe del reformista Movimiento al Socialismo (MAS).

La declaración del alto funcionario de la influyente Embajada de Estados Unidos pareció marcar un cambio de rumbo en la orientación de Washington hacia el líder cocalero, al que hasta hace poco lo vinculaban directamente con el narcotráfico y lo consideraban como un verdadero peligro para la estabilidad de toda la región si es que lograba concentrar más poder.

El anuncio de que Estados Unidos trabajaría con el cada vez más moderado líder indígena es mucho más revelador de lo que parece en términos diplomáticos, habida cuenta de la permanente injerencia norteamericana en los asuntos internos de Bolivia. Washington, que nunca ahorró comentarios y adjetivos para decir qué se debe hacer o que no en el centro de Sudamérica, trata a Bolivia como si fuera su colonia, definiendo sus grandes políticas, especialmente en los temas vinculados a la economía, la coca y a elección de sus autoridades.

El pragmatismo del gran capital

Pero, ante la evidencia de que este domingo Morales virtualmente arrasaría con los candidatos favoritos de la administración Bush (como son el ultraderechista ex presidente Jorge “Tuto” Quiroga y el millonario empresario de derecha Samuel Doria Medina) y la imposibilidad real de la derecha para revertir la previsible derrota electoral, a pesar de los millonarios y desesperados esfuerzos de la oligarquía, las transnacionales y de su propia Embajada, habrían obligado a Washington a desechar la alternativa “A” (Tuto Quiroga) y adoptar ahora la opción “B” (Evo), pese a todos sus peligros y ambigüedades.

Para la administración Bush, llevar a la Presidencia de Bolivia a Tuto Quiroga equivalía a defender los intereses imperialistas a través de la bala y la metralla, mientras que la elección presidencial del líder indígena significa preservar estos mismos intereses mediante el control y la estatización de los sindicatos y organizaciones populares y revolucionarias, que son el enemigo principal para Washington y que luchan abiertamente por expulsar a las petroleras y acabar con el neoliberalismo y la dominación capitalista.

La sumisión indígena

Para ganar este aval, el MAS, Evo Morales y el candidato a vicepresidente, Alvaro García Linera, habían intensificado en las últimas semanas su viraje hacia la derecha, renegado públicamente del socialismo y prometido respetar la propiedad privada y las inversiones extranjeras, impidiendo las expropiaciones de los recursos naturales y la tierra, tal como demandan las organizaciones más radicales que se alistan para derrocar al nuevo presidente, si es que éste no nacionaliza los hidrocarburos, reparte tierra a los campesinos y da fin con el neoliberalismo.

En una abierta derechización, el programa del MAS contempla otorgar compensaciones en dinero y especie para que las petroleras extranjeras, que saquean Bolivia y se han apoderado de más de cien mil millones de dólares en reservas de gas y petróleo, cambien sus inconstitucionales e ilegales contratos por otros que se ajusten a la nueva ley de hidrocarburos, cuestionada en su momento por Morales por ser muy favorable a las transnacionales.

En lo económico, el MAS y Evo postulan un “capitalismo andino y amazónico” para construir una “sociedad justa y equitativa”, como dice machaconamente en un spot televisivo García Linera, el guerrillero converso que se había levantado en armas a principios de la década de los 90, curiosamente, en contra del capitalismo que hundía en la miseria a los indígenas, que son la mayoría de la población.

Las promesas del MAS son mantener el libre comercio, la libre importación, la libre contratación, pilares que sustentan el modelo neoliberal que, desde 1985, hace gemir de hambre a un tercio de la población, mantiene en la pobreza al otro tercio de los bolivianos y concentra la riqueza en las trasnacionales y minúsculas élites que controlan las tierras, minas, bosques y yacimientos hidrocarburíferos. Razones suficientes para que Washington avale la opción “B”, que también ya cuenta con la adhesión de círculos empresariales y militares de alta graduación.

Con apoyo militar y de la derecha

Ayer, durante una disertación de Morales ante las Fuerzas Armadas, la cúpula militar le dio su virtual apoyo si vence en las elecciones del domingo, lo que ya nadie, excepto los perdedores, parece discutir. Las palabras del jefe de Estado Mayor del Ejército, general Marco Antonio Vásquez, no dejan lugar a dudas: “Tenga usted señor diputado Evo Morales (la seguridad de) que siendo usted gobierno la institución también va a obedecer sus órdenes y cumplirá al pie de la letra lo que diga”.

Días atrás, en un tácito apoyo a Morales, el comandante general de las Fuerzas Armadas, Marco Antonio Justiniano, demandó a todas las fuerzas políticas a respetar la primera mayoría en las elecciones del 18 de diciembre y ungir al vencedor como nuevo presidente de Bolivia.

De este modo, la cúpula militar, dominada por la mayoritaria tendencia “institucionalista”, está lista para cumplir con las armas las órdenes presidenciales de respetar la propiedad privada, las leyes y la inversión extranjera, tal como ocurrió con los últimos gobiernos neoliberales.

En este escenario, la decisión del millonario empresario del cemento, Samuel Doria Medina, de la derechista Unidad Nacional (UN) para favorecer con su voto en el Congreso al candidato que gane las elecciones con cinco puntos porcentuales de ventaja, contribuye a viabilizar la presidencia de Morales. Según la Constitución Política del Estado, el Congreso elige al presidente de entre los dos candidatos más votados, si es que ninguno obtiene la mitad más uno de los votos. Las encuestas y sondeos más confiables ubican a Morales con cerca del 40% de apoyo electoral y a Quiroga con un poco más del 25%.

Los temores de Washington

En este escenario, no es casual la decisión de Washington de convivir con Evo y el MAS. Sin embargo, en el análisis de ECONOTICIAS, hay al menos cinco áreas conflictivas en esta relación y que obligarán a la administración Bush a ejercer una constante y férrea presión y vigilancia para que Morales cumpla desde la Presidencia los compromisos que adquirió con los organismos internacionales, las compañías nacionales y extranjeras y los gobiernos de Lula y Kirchner. Los temas más conflictivos son:

 Coca. Es y será uno de los principales focos de tensión y conflicto en la relación EEUU – Evo, a pesar de la intención del líder indígena para legalizar y preservar los cultivos de coca en escala limitada (3.200 hectáreas y un cato por familia en El Chapare), política que ya fue tolerada y parcialmente avalada por Washington, aunque de mala gana, durante el gobierno del ex presidente Carlos Mesa.
 Confianza. Washington también tiene escasa confianza ante la sinuosa trayectoria de Evo y el MAS con relación a las luchas populares y a su doble discurso. La extraordinaria facilidad con la que Evo cambia de libreto y asume posiciones “radicales”, especialmente cuando la protesta y el ascenso de la lucha de las masas parece incontenible, molesta a la Embajada, que no olvida que en las jornadas de mayo y junio, las direcciones campesinas y cocaleras del MAS se sumaron a la rebelión popular y amenazaron con expulsar a las transnacionales. Hay temor de que las bases rebasen a sus direcciones tradicionales.
 Debilidad. Otro factor que inquieta en extremo a la administración Bush, complementario al anterior, es que Evo y el MAS en el gobierno sucumban fácilmente a la presión popular y contribuyan, por omisión y/o acciones incontroladas de campesinos y cocaleros, a la lucha antiimperialista de los sectores más radicales de la Central Obrera Boliviana, de la Federación de Mineros y Campesinos y de la Federación de Juntas Vecinales de El Alto.
 Temor. El mayor temor de Washington es que el nuevo gobierno no sea capaz de garantizar la propiedad privada ni las inversiones extranjeras, y que no se atreva a usar la fuerza militar y policial en la escala necesaria para controlar a los revoltosos. La resistencia de Evo para dar inmunidad a las tropas norteamericanas que vayan a operar en Bolivia también molesta mucho al Pentágono y al Departamento de Estado
 Chávez y Fidel. Los estrechos contactos de Evo y el MAS con los gobiernos de Hugo Chávez y Fidel Castro son otro foco conflictivo.

De todos modos, Washington toma sus previsiones y, simultáneamente a optar por la opción “B”, ha procedido a estrechar su control sobre el Ejército boliviano y a desarmar a regimientos y militares que simpatizan con las demandas populares de la nacionalización de los recursos naturales.

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