¿Habría aprobado Víctor Raúl, la abominable cantidad de trampas, cambiazos, anforazos, carruseles, improvisaciones criollas y demás barbaridades de que la prensa ha dado cuenta en los comicios internos de los candidatos apristas al Congreso? ¡Evidentemente que no! ¡Y no sólo eso, sino que tampoco hubiera franqueado la puerta a sinverguenzas que viven desde hace más de 10 años con la curul como prolongación de sus cuerpos! Haya de la Torre hizo de la política un apostolado y denunció a los que la convirtieron en vil negociado culpable. Murió pobre y en casa familiar, pero ajena. ¿Con qué autoridad el Apra puede pedir el voto popular si incurre en los mismos vicios y taras que todo el resto?

¡Ni siquiera hubo originalidad! ¡Las mismas bajezas, idénticas prácticas de trocar las ánforas y engañar a los electores; la captura de manadas de simpatizantes con el señuelo de una bolsa de víveres como si jugar con el hambre del pueblo no constituyera delito contra un derecho humano! Al margen de los honestos e íntegros, que los hay, cuyo interés en ir al Congreso es luchar por el pueblo, reduciendo los sueldos a la tercera parte, organizando consejos consultivos para fiscalizar al centímetro a los legisladores, poniendo sus vidas enteras y pobrezas dignas como muestra de su limpieza; existen, ¡no cabe la menor duda!, logreros, capituleros, oportunistas y facinerosos miserables que han viciado el proceso electoral aprista del domingo 11.

No delinque tan solo quien es vector del acto, también lo hacen quienes, investidos del poder interno, debieron haber previsto, evitado y ¡cercenado! cualquier demostración de pobreza cívica, de miserabilidad social y de inverosímil chatura política. ¿Cómo se puede impulsar la profilaxia nacional y librarla de cacos y rufianes, si dentro de la organización, coexisten, al lado de los honrados, pillos y tramposos que son un cáncer incurable? Decir en voz alta que la reacción del liderazgo aprista ha sido deplorable, no es una aventura ¡es un deber y un reclamo inevitable! ¡Sólo soy súbdito de mi conciencia y de mis ideales nunca abdicados!

Al Apra se atribuyen, más por inercia y falta de análisis riguroso, virtudes que a otros clubes electorales falta o son inexistentes. A saber: organización, contextura ideológica, presencia nacional, renovación institucional. Habría que preguntarse si fueron más los rostros conocidos, aspirando a repetir el plato, que aquellos nuevos con ganas incontaminadas de probar su esfuerzo político. Conviene preguntarse si, como antaño, las directivas obedecen a un mando unificado o a varios y en direcciones distintas, a veces hasta contradictorias. Y, por último, no deja de inquietar la certidumbre que en el aprismo de nuestros días, persista una cabal y sorprendente ignorancia programática e ideológica frente a los fenómenos contemporáneos tanto en lo social como económico.

¡No hay buenas ni malas masas, sólo hay buenos y malos dirigentes! repetía con mucha frecuencia Víctor Raúl. Como muchos otros, le oímos reírse, no pocas veces, de los adalides que él formó y le acompañaron durante décadas. Una vez dijo: “estos dirigentes apristas se ahogan en un vaso de agua”, refiriéndose a una coyuntura durante la dictadura militar. Bastaba uno de sus rugidos para alertar a la militancia y persuadir a los grandes líderes que tenían que exigirse más, como lo hacía el propio jefe del Partido. ¿Qué puede haber ocurrido como para que todo eso no sea más que historia y recuerdo y no presencia intangible de sabiduría política inmediata?

Lo ocurrido, abyecto como lamentable, al interior de los comicios apristas, da mucho que pensar. Y no precisamente en los términos optimistas y combativos que debieran presidir las grandes luchas sociales, sino al contrario, asoma, en formato pequeño como idéntico, la vorágine social desgraciada del Perú que no acierta a encontrar soluciones y, en cambio, sí halla, con asombrosa facilidad, los caminos hacia la disolución irrefrenable. ¿Hemos llegado al fin de un capítulo histórico, es decir, se ha arribado a la cancelación del otrora gran movimiento del pueblo?

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!