El presidente de Irán Mahmud Ahmadineyad sigue insistiendo en que el Holocausto es un mito creado por los europeos. Al principio se refirió a ello en la Cumbre de la Organización de la Conferencia Islámica en Meca, a lo que siguieron la discusión de lo dicho, las puntualizaciones, etc.

En cuanto a las puntualizaciones, los últimos días todas las declaraciones altisonantes de Ahmadineyad al respecto están llamadas, según afirma la parte iraní, a defender los derechos del pueblo palestino. De esta manera, el mandatario iraní intenta presentarse como un nuevo líder del mundo islámico.

¿Le seguirá este mundo? ¿Si son compartidas sus ideas por los musulmanes? Parece que sí, lo que es de lamentar. Entre aquellos que condenaron las recientes manifestaciones de Ahmadineyad no figura ningún eminente dignatario oficial del mundo musulmán. Por lo menos, si alguien las objetaba, los amplios medios sociales no lo saben.

¿A qué se deberá la aprobación tácita de la postura adoptada por el presidente iraní? Está claro que defender los derechos de los palestinos es cuestión de honor de cada musulmán. Pero procede señalar que, de hecho, ninguno de los demás países cuestiona los derechos de los palestinos de tener su Estado propio y llevar una existencia digna.

Pero todo depende de la manera de salvaguardar esos derechos. Las opiniones divergen precisamente en torno al problema palestino. ¿Hasta dónde llega la tolerancia? ¿Será admisible hacer manifestaciones análogas a las hechas por el mandatario iraní, es decir, poner en duda el hecho de la liquidación de judíos por Hitler, habiendo propuesto, además, entregar parte de la tierra europea a Israel?

En realidad, el problema palestino, mejor dicho, el conflicto palestino-israelí, es no sólo la fuente de desestabilización en el Próximo Oriente, sino también la base del actual conflicto de las civilizaciones. Las opiniones divergen precisamente en torno al problema palestino: qué es el terrorismo, si será admisible (y en qué formas) la resistencia de los palestinos. En esta guerra propagandística fusilan moralmente a los tránsfugas y no perdonan la neutralidad.

Durante mucho tiempo el mundo islámico no podía reconciliarse con la existencia de Israel. Tal es la causa, precisamente de que muchos árabes ponían en duda el hecho del Holocausto. Pero Ahmadineyad utiliza un argumento muy viejo que, al parecer, debía ser relegado al pasado.

En efecto, el Holocausto precisamente, el reconocimiento por Europa, EE.UU. y la URSS de la tragedia del pueblo hebreo, persuadió definitivamente de la necesidad de crear el Estado de Israel. También a estas alturas el Holocausto determina en muchos aspectos la política del Israel contemporáneo. Pero el hecho de la existencia de Israel no puede provenir del Holocausto. Israel, como cualquier otro país, es miembro de la ONU y, en general, no ha de justificar el hecho de su existencia.

La soberanía de los miembros de la ONU es una realidad histórica, y quien no quiere admitirla o aparenta que no lo quiere, se dedica francamente a los juegos políticos muy peligrosos.

A este respecto es importante la enseñanza de 1947, año en que la ONU tomó la decisión de crear dos Estados: árabe y judío, en el territorio de Palestina en fideocomiso de la Gran Bretaña. Entonces los palestinos devinieron rehenes de las ideas del mundo árabe de que la resolución de la ONU respecto al Estado judío podía ser cambiada y que, en lugar de una parte, ese mundo podía hacerse con todo. En esencia, este desacuerdo con la ONU devino una causante del interminable conflicto en el Próximo Oriente.

Ahora los palestinos y muchos países árabes que reconocieron el hecho de la existencia de Israel, se portan de manera distinta. Sin embargo, les falta decisión de condenar a Ahmadineyad.

En ello radica un problema más. Los cacareados «dobles estándares de Occidente» son resultado de que sus palabras encuentran resonancia entre determinados grupos poblacionales del mundo islámico. Ellos precisamente sirven de terreno abonado para las declaraciones semejantes a las hechas por Ahmadineyad. Las principales y predilectas tesis propagandísticas del mandatario iraní no se refieren al Holocausto (a este respecto observamos un caso especial de su retórica), sino al hecho de por qué a unos se les permite todo y a otros nada.

En este caso concreto - por qué Israel puede desarrollar los programas nucleares, mientras que Irán no lo puede, etc. Lo dicho por Ahmadineyad es continuación de la añosa disputa sobre el terrorismo: por qué la explosión de una bomba en una ciudad israelí, europea, rusa o norteamericana significa terrorismo y es reprobada, mientras que la muerte de habitantes civiles en medio de las operaciones militares se presenta bajo la consigna de que «la guerra, especialmente la guerra contra el terrorismo, lo justificará todo». No será así.

Simplemente los políticos lo pasan en silencio. Por lo común, sus cuentas corren a cargo de los inocentes a ambos lados de la quiebra de la civilización. Sea como fuere, los juegos políticos en desgracia humana, como es la negación del Holocausto, no pueden ser justificados de ninguna manera. Tanto como no puede ser justificado ningún asalto terrorista.

Fuente
RIA Novosti (Rusia)