Los pueblos de esta América Latina han sufrido duros y repetidos procesos encaminados a liberarse de las imposiciones económicas y políticas, tanto interiores como exteriores, estos procesos tienen elementos importantes de ser estudiados para no vivir edificando dioses de barro, cuyo origen se encuentra en los partos no registrados de la Malinche, y por el contrario, reconocer a los verdaderos exponentes de sus realidades, con o sin padrinos financistas.

En nuestros países hemos tenido verdaderas guerras de liberación, y también refriegas, escaramuzas insignificantes encaminadas a afianzar en el poder a las hordas oligárquicas, han jugado a la guerra diferentes actores, por diferentes intereses y con diferentes tipos de resultados, que a la larga nos muestran cómo los pueblos son víctimas de la manipulación de los politiqueros de oficio.

Para estas escaramuzas, traídas desde las vanidades de los criollos, mandaderos de sus anteriores delincuentes hispanos, y ahora de sus herederos, los sirvientes de los intereses de las transnacionales, se ven en la necesidad de recurrir a imágenes comerciables, que optan en última instancia por vivir del dolor de sus pueblos, transformando las vocaciones más nobles, en basura mercantil.

Estas imágenes son sacadas del imaginario popular, son empaquetadas para ser utilizadas en cualquier ocasión según las necesidades de los grupos de poder.

El Ecuador es un país en sus últimas etapas de extinción, declarado como país uno de los vecinos, con la anuencia de los entreguistas internos. Las demostraciones de los gobiernos de los dos vecinos por ganar votos frente al imperio son realmente vergonzantes, el cínico envenenamiento de nuestras aguas, tierras, animales y personas con las fumigaciones, acompañadas de una invasión descarada, la compra de tierras y negocios, todo cubierto por la ociosa justificación de no querer parecer Xenófobos, hace que nos miren como a meretrices en entrega, sin más trámites.

La exposición de dibujos y pinturas del artistas colombiano Fernando Botero, a más de encajarse de este afán, no deja en la boca un viejo sabor a engaño urdido desde la fábrica de genios del capitalismo, avalado y precedido por un enorme derroche publicitario, como parte activa de la imposición de esquemas mentales sobre las formas de pensamiento, propio de nuestra pequeña burguesía que sí está en posibilidades de pagar por ver cualquier circo, diferente cosa con el pueblo de las calles, éste no tiene ni para alimentarse, mucho menos para embrujarse con cualquier cosa que no entiende y le haga parecer inteligente pequeño burgués.

¿Cómo se hace un genio, en estos tiempos de estos tiempos de desengaños atados a las necesidades de sotenimiento de los esquemas del imperio? De la manera más sabiamente simplona: Para empezar, se debe contar con el grado más avanzado de snob y desinformación de un público embotado con fútbol, religión o exceso de títulos universitarios, bien o mal habidos. Esto hace el maquillaje perfecto para la consagración de artistas concebidos como hitos del capitalismo; desde ellos y hasta ellos se puede pensar en arte, con ellos nace la comprensión histórica del devenir de los pueblos. Artistas auto exiliados de las realidades de sus pueblos en los cenáculos de la vejez cultural como Europa -en este caso Francia-, incapaces de ver de cerca, de palpar el olor, el sabor y la textura de las luchas de sus pueblos, exentos del peligro de exponerse e influirse de realidad en los procesos reales.

Una revista canadiense (¿?), en los años ochenta publicó en un reportaje el deplorable hecho de la donación de diez millones de dólares a una galería de Arte de Munich (¿?), por parte de un millonario cercano al Cartel de Medellín, condición de que ésta publicitada Galería adquiriera una obra del Pintor colombiano Fernando Botero, radicado desde hace años en Francia.

La realidad del pueblo colombiano desde París, quedó lejano para él, pero expuesta a su experimentación de mal dibujante encubierto con un esquemático maquillaje de gordura casi inexistente entre los pobres de su país, con una emotividad despersonalizada, con personajes despersona-lizados, que garantiza en el público una visión despersonalizada, sobre una terrible realidad de delito político en un Estado nada despersonalizado, entreguista, represivo y criminal como el de Uribe en Colombia.

Fernando Botero es el elemento perfecto para hacernos pensar y publicitar la catástrofe de un pueblo, como nacida de su propia naturaleza, pues los culpables del crimen – según él. En el mundo capitalista, y en Colombia más, no tienen nombres o apariencias identificables, no son ni el imperio y sus secuaces nacionales, desde la matanza de Gaitán, no son los empresarios de la Oil Fruit y sus asesinatos y saqueos, no son quienes participan como amigos yanquis o nacionales, parientes y coidearios del señor Presidente en los grupos de producción, mercadeo y crimen de las drogas. No, no son ellos, solamente son “UN ASESINO, UNA VICTIMA, UNA VIDA PERDIDA”, cualquier cosa menos un militar creado para el crimen, no una mujer del pueblo víctima de asesinato y violación por las hordas del gobierno, llamadas paramilitares.

Un artista es un ser humano, que para poder ser más que un cadáver o una acémila, en su formación debe necesariamente formarse políticamente, no como politiquero; es decir un ser humano que dedicado a una tarea de creación, el arte plástico, se constituye en ser responsable, parte de un mundo en conflicto, partícipe o enemigo de los asesinos de sus pueblos.