En las últimas semanas se viene señalando desde diversos sectores que el eventual triunfo de un candidato presidencial conduciría al Perú al fascismo o al nazismo. Esta afirmación puede ser leída o vista en medios de comunicación o en divulgaciones vía Internet.

El nazismo y el fascismo fueron movimientos políticos de masas, en los que la voluntad y libertad individual fueron entregadas al líder. El nazismo construyó sobre la base de un Estado todo un aparto de información, de manipulación y de guerra que le permitieron consolidarse en Alemania. Se sustentó en un poder militar enorme, llevó a la práctica sus proyectos expansivos con éxito al inicio y asesinó a millones de personas apoyándose en una ideología abyecta. Las condiciones para que este fenómeno político se haya desarrollado en determinada época son muy particulares y de difícil repetición.

¿En realidad se cree en la posibilidad de que el Perú pueda convertirse en un Estado nazi o fascista? O es una herramienta que se utiliza en teoría para aminorar los índices de preferencia electoral de Ollanta Humala. ¿Alguien cree en realidad que el temperamento nacional y las condiciones del Estado peruano dan como para teorizar sobre un nazismo estatal peruano? En todo caso, lo que más se acercó al fascismo en el Perú fue el gobierno de Montesinos-Fujimori, con su control y manipulación de la información, con sus insultos y vejaciones a los opositores, con un discurso antisemita en el caso de Frecuencia Latina, o Sánchez Cerro y sus camisas negras en un momento en el que el fascismo reinaba en Europa. ¿Pero acaso insinuaron eso lo que ahora gritan a voz en cuello que estamos a punto de convertirnos en nazis?

Antauro Humala es está siendo procesado por los asesinatos que se le imputan, y lo que merece es terminar condenado. Isaac Humala, el padre, es el creador de una ideología sin pies ni cabeza, qué puede que tenga analogías con el nazismo. Ollanta Humala es un ex militar que casi lidera la intención del voto y que lleva en el número uno de su lista por el Callao al hasta hace unos días presidente de la Comunidad Judía, y que cada día se rodea más del stablishment político. Ninguno de estos tres personajes con o sin gobierno, tiene la capacidad de colocarnos en las puertas del infierno. El que podría estar más cerca de ello sería Ollanta, pero así esa fuera su intensión, cosa muy discutible, la sociedad peruana y sus socios políticos no se lo permitirían. Primero porque, en el caso de ser electo, ese probable gobierno estaría arrinconado y observado desde el primer día; y segundo porque el Estado peruano no tiene ni la capacidad económica ni militar, ni nuestra sociedad la unidad de pensamiento para iniciar una aventura nazi.

Como estrategia política, esto de levantar el fascismo y el nazismo, que ya tiene tiempo de venirse difundiendo, no le ha quitado un punto a Humala en la intención de voto. Sin quererlo los que lo sostienen le siguen haciendo un favor a su candidatura. A pesar de eso seguiremos oyendo estas afirmaciones mientras más se acerque la hora electoral. Y las seguiremos oyendo porque no hay un discurso político coherente que le haga frente a las cuatro generalidades que Humala sostiene repetitivamente a lo largo del año.

Ante ese vacío de argumentos por un lado, y de incapacidad de llegar a la población por el otro, hay sectores que han optado por el fácil expediente de recurrir al cuco nazi y fascista. El nazismo y el fascismo son cloacas, nidos de podredumbre. Por eso tratar de llevar nuestra campaña electoral hacia esos rincones es un despropósito. ¿No hay maneras más inteligentes y creativas de hacer frente a un candidato que se despunta? Pues si las hay. Que no las quieran observar o no puedan hacerlo los que levantan este tema, es su entera responsabilidad.