¿Hay que esperar hasta el 9 de abril para ratificar que este Congreso perdió hace mucho su legitimidad nacida del voto popular? En esa fecha la ciudadanía, vía el sufragio, confirmará que este Parlamento y la gran mayoría de sus integrantes, ¡tiene que irse a su casa de una buena vez! Por tanto cuando algunos legisladores aventuran el debate del TLC o la Convención del Mar y su aprobación o negativa por el actual establo, se meten en la comisión de una cantinflada más bien grotesca. ¡E inaceptable!

Seamos objetivos. Pese a que hay logros y avances económicos, continuación del intocado esquema fujimorista, especialmente en concesiones, privatizaciones y negocios con dedicatoria, gran parte del electorado opina porque la administración Toledo NO merece mayor votación. De repente, no consigue ¡ni siquiera un parlamentario! Más bien estaría a punto de ser borrada del mapa electoral. Entonces ¿qué podrían discutir –y menos votar- quienes perderán cualquier vestigio de mandato popular? En realidad, lo único que deberían hacer es largarse, pero hasta eso demanda de una reforma constitucional cuyos preceptos determinan su estancia hasta julio.

Las matemáticas no mienten y existe la percepción que la lid comicial estará básicamente entre tres candidaturas: la de Lourdes Flores, Ollanta Humala y Alan García. La derecha tradicional y vendepatria, aspiraría –y para eso invirtió decenas de miles de dólares- a una final entre Lourdes y Alan. Pero existe el obstáculo Humala que, si sigue en la grotesca y mentecata trifulca familiar, facilitará con su monumental torpeza, el desenlace antedicho. Para ello Lourdes tiene que impulsar una imagen popular e identificada con los sectores populares. García apela a un discutible Frente Social, más bien un club de amigos y simpatizantes y Humala aparenta estar comprometido con empresarios de muy dudosa calidad moral como financiera. Ergo: podríase producir la repetición del dicho popular porque nadie sabe para quién trabaja.

Me llegó un mensaje por interpósita persona de Ollanta Humala. Sostiene él que no se ha reunido con San Dionisio Romero Seminario, el banquero de los banqueros. ¡Enhorabuena! Mi pregunta directa es: ¿qué espera para hacer un desmentido público, categórico y tajante? ¿O no se da cuenta que esa clase de relaciones o versiones le retratan en un ámbito de dudosísima prolijidad personal o política? ¡Es hora que Ollanta Humala reflexione que la liza en que está metido no es un rosario de órdenes militares que se cumplen sin dudas ni murmuraciones, sino el metódico, humilde, pacienzudo ejercicio de la persuasión con ciencia y consciencia si quiere llegar invicto al solio presidencial! ¡Precisamente, las indefiniciones, cobardías, falta de pantalones, mediocridad insalvable del actual Congreso, le han colocado en el subterráneo de los cariños populares! ¿O no entiende este intríngulis tan sensible el candidato Humala?

Ni la Convención del Mar, tratado internacional que colisiona directamente con el artículo 54 de nuestra Constitución y cuya propaganda televisiva (¿quién explica este millonario gasto inane?) cesó por elemental y ociosa, o el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, del que aún no se conocen, hasta hoy, los textos completos, pueden ser aprobados por un gobierno o un Congreso con tan exiguos niveles de aprobación ciudadana. Ningún pueblo debe aceptar que regímenes desprestigiados, deslegitimados por su propia dinámica banal, tomen decisiones que no comprometen al gobierno episódico sino al Estado peruano que merece mayor reflexión y mejor suerte por parte de sus gobernantes y futuro.

Si existiera alguna cordura, los parlamentarios actuales, prontos a ser expulsados por la voluntad popular, debieran callarse y preparar las maletas. Son muy pocos, una minoría de minorías, los que se salvan en algún escrutinio más bien bondadoso. Por tanto, no existe mayor virtud en la hora postrera, para evitar mayor vergüenza, que silenciar las trompetas y liar bártulos para decir ¡adiós para siempre!

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!