Abordar la labor periodística desde la década de los 90 hasta hoy, deja un saldo ambivalente. En esa década, en consonancia con la aplicación de las políticas neoliberales, se privatizaron lo medios, se conformaron los grandes grupos multimedia y quedaron plantadas las bases para la progresiva extranjerización de las empresas periodísticas. Este fue el contexto político desde donde se impuso el discurso del pensamiento único, que entronizó al mercado pretendiendo desterrar el rol activo del Estado. Como contrapartida, esos fueron los años en que los medios se erigieron como la principal tribuna de denuncia frente a la corrupción generalizada, engendrada -paradójicamente- desde la matriz ideológica que los había habilitado en su nueva versión de corporaciones altamente concentradas conformadas mayoritariamente por capital extranjero. Hoy, igual que ayer, cabe preguntarse si el alto nivel de legitimación del que gozaban los medios en esa etapa se depositaba sobre las empresas o sobre los periodistas.

Así, mientras distintas instituciones caían en el descrédito, la prensa gozaba de una importante cuota de legitimidad y confianza por parte de la ciudadanía.

La crisis económica, política y social, que se mostró en toda su dimensión a fines de 2001, pero cuyos síntomas habían comenzado a manifestarse mucho antes, arrastró -junto a la debacle- esa percepción ciudadana sobre los medios. La actividad profesional de los periodistas comenzó a ser objetada, tanto por la forma en que se abordó la información en los meses previos al colapso, como así también por reality shows y "televisión basura" en los que el derecho a la intimidad fue avasallado bordeando el límite de lo morboso.

Muchos fueron los factores que llevaron a la caída de la credibilidad de los medios.

El desencanto

Las paredes de la ciudad comenzaron a traslucir el desencanto con frases como "los de arriba nos mean y la prensa dice que esta lloviendo"; en algunas Asambleas Barriales se estimuló a los vecinos a leer y escuchar medios alternativos; en diferentes cadenas de correos electrónicos se llamó a boicotear el consumo de los principales medios. Lejos estaban los tiempos en que el periodismo se ubicaba en la cima de la credibilidad (55,1 por ciento) por encima de instituciones como la Iglesia (11,5 por ciento) y los empresarios (5,8 por ciento). Esas cifras corresponden a una encuesta realizada por el licenciado Ricardo Rouvier, a pedido de la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (UTPBA), en agosto de 1998, previo al Primer Congreso Mundial de la Comunicación. En 2004, en cambio, los resultados ubican al periodismo con un 35,5 por ciento de credibilidad, debajo de un 54, 3 por ciento de ciudadanos que no le cree a "ninguno". La iglesia, en cambio, se elevó a un 24,9 por ciento, mientras el empresariado sigue sin concitar credibilidad y bajó a un 4,1 por ciento (Ver encuesta).

La opinión de los periodistas respecto a la credibilidad, es variopinta.

"En un país donde tanto el sector público como el privado han defraudado y traicionado a los ciudadanos, los medios son creíbles porque la realidad los forzó a ocupar espacios vacíos. Pienso que cuando nuestra democracia vaya alcanzando grados más elevados de madurez, los medios de comunicación van a ver cuestionada su credibilidad actual y se van a ver obligados a instrumentar medidas tendientes a mejorar la calidad de sus servicios", asegura Mariano Spezzapria, de Noticias Argentinas.

"El periodismo, así, generalizando, no es creíble. Sí son creíbles muchos periodistas que dignifican la profesión -subraya Daniel Enzetti, periodista y director de Derechos Humanos de la Municipalidad de Morón- pese a las presiones políticas y económicas que soportan de las empresas y los grupos de poder que controlan los medios. Los que definitivamente no son creíbles son los que ahora, adaptándose a los tiempos, la van de denunciantes cuando durante la dictadura fueron cómplices del genocidio, y durante el menemismo bailaban con el dólar barato."

Federico Corbiere, de la agencia alternativa Argenpress, articula el grado de credibilidad que el periodismo ejerce "desde su poder inmediato de informar" con las demandas sociales de un ejercicio profesional "comprometido con valores verdaderamente democráticos y no corporativos". Para Corbiere, "los periodistas somos miembros y tomamos parte en la sociedad, desde la cobertura diaria de la noticia, las columnas de opinión, los editoriales, la investigación de los hechos y, especialmente, el chequeo de fuentes para comprobar su veracidad".

Inés Farina, de FM La Tribu, se mostró preocupada porque "no se hace una lectura lineal 100 por ciento del rol del periodista y tampoco se promueve una lectura crítica de los medios, ni la recepción de distintas voces. Eso hace que al escuchar siempre la misma voz, sea la única creíble".

Hernán Brienza, de Tres Puntos, ubica el máximo nivel de credibilidad "a mediados de los noventa cuando estuvo en auge el periodismo de investigación. Hoy hay una franca decadencia aunque mantiene un nivel más alto que otros sectores."

Pero, ¿por qué el periodismo es poco creíble?

En consultas con distintos profesionales sobre este tema, aparecen diversos "culpables". "La concentración de los medios, su integración a conglomerados con intereses diversificados y su decidida conversión en moneda de canje de otros negocios generaron un creciente deterioro de las condiciones laborales y profesionales de los trabajadores de prensa, cuya libertad de acción es cada vez menor" afirma el periodista Roberto Pagura. "En esas condiciones, se han abaratado no sólo los costos sino también la credibilidad y la calidad de los productos periodísticos, un proceso cuyas consecuencias están todavía por verse", concluye. Alberto Catena, periodista de la revista Cabal entiende que "la credibilidad del periodismo se debilita cuando cede a la presión del Estado, de los partidos políticos, de las empresas, de las iglesias u otros grupos de poder que tienden a colonizarlos y subordinarlos a sus propias estrategias de comunicación. También, la progresiva tendencia a la sumisión que, luego de diciembre de 2001, se ha acentuado y acaso nos enfrente a nuevos debates acerca de las distintas formas de censura que afronta hoy el periodismo argentino". Paula López, periodista colombiana que se encuentra en Argentina estudiando la Maestría en Periodismo y Medios de Comunicación organizada por la UTPBA y la Universidad Nacional de La Plata, considera que el principal factor que incide contra la credibilidad "es el económico", pero enseguida incluye otros como "la presión del jefe, que ejerce su función como tal, el medio como grupo empresarial, el director o el círculo de amigos de éste a la hora de escribir sobre determinados temas. Tampoco podemos descartar la cuestión de los escrúpulos, sin ellos es imposible garantizar un periodismo responsable".

De todas formas, los resultados que se desprenden de los gráficos que acompañan esta nota, dejan en claro que la progresiva caída en los niveles de credibilidad de la sociedad a los periodistas, no sólo deben depositarse sobre aspectos económicos o presiones de diversa índole, si bien éstas juegan un rol fundamental sobre la calidad informativa. Las prácticas y el compromiso social de los periodistas, son dimensiones emergentes que no deben perderse de vista al preguntarse sobre la credibilidad profesional.