Hay países que conjugan la belleza de sus lugares con cierta maldición. Bolivia es uno de esos pueblos. Fue escenario de múltiples guerras desde que accedió a la independencia y sigue teniendo el mismo PIB que hace 50 años.
En 180 años de historia ha sufrido casi 200 golpes militares, contragolpes y revoluciones fallidas. Es un país con una extensión territorial del doble que España pero apenas poblado con nueve millones, algunos de ellos habitantes de zonas situadas a más de 4 000 metros y con una diversificación inmensa de etnias y niveles muy altos de pobreza (el 64%), pero con altas cotas de alfabetización y un gran potencial. Está dividida entre una pequeña elite económica que pretende introducir el país en la modernidad y una mayoría indígena muy pobre.
Tres presidentes en los últimos dos años, dos de aquellos depuestos por la presión popular. Los resultados de las elecciones de hace tres semanas dieron un triunfo rotundo a la candidatura del Movimiento al Socialismo (MAS) de Evo Morales. Ante las divisiones de su país, el nuevo presidente va a tener que demostrar un sentido integrador. Es una oportunidad para restablecer la confianza y acabar con el nepotismo. El periodo que ahora se inicia es de gran convulsión pero también es una gran oportunidad. Para ello será preciso que se produzca un cambio en la cultura política. Es esencial que se asimile el respeto a las reglas del juego tanto por la dirigencia como por los propios ciudadanos. Bolivia no se transformará en un Estado moderno mientras no deje atrás sus corporativismos y divisiones.
Los nuevos dirigentes bolivianos deberían ser ejemplo de respeto y cumplimiento de la ley democrática. Es esencial generar seguridad y estabilidad. Deben facilitarse las inversiones extranjeras, algo sobre lo que lamentablemente existen dudas si tenemos en cuenta las declaraciones del nuevo presidente, y permitir la autonomía de ciertas regiones.
España debe ayudar a Bolivia e impedirle caer en las derivas bananeras de Hugo Chávez y Fidel Castro a quienes Morales afirma admirar, lamentablemente.

Fuente
El Mundo (España)

«Riesgos y oportunidades de la victoria de Evo Morales», por Jesús López-Medel, El Mundo, 2 de enero de 2006.