La reunión y fiesta de la Plaza de Mayo donde se anunció la radio de Madres fue conmovedora. La alegría, la frescura de las “Viejas más jóvenes que nunca”, la música, los cantores, el público, las palabras. Me emocionó, y lo dije. Para mí allí, en el centro, donde estaban sentadas las Madres ya estaban sus Hijos. Las Madres habían logrado su regreso. De “desaparecidos” a “siempre presentes”. La dictadura y algunos de los gobiernos siguientes trataron de borrarlos, hacerlos olvidar, en último caso convertirlos en el “otro demonio” como trata de hacerlo Ernesto Sábato en el prólogo del “Nunca Más”. Pero nunca lo lograron. El recuerdo de sus ejemplos es constante. Estuve este mes en dos de esos recuerdos: el que se le hizo a Haroldo Conti en el teatro San Martín, y la memoria constante en la facultad de Arquitectura de La Plata, de los estudiantes que los bestias de Camps trataron de borrar para siempre y lograron nada menos que estén siempre ahí, en el centro de las miradas, en el monumento que se levanta por ellos. En cambio, de los represores, nada, nada, sólo el repudio hacia ellos, han muerto para siempre con el cargo de asesinos bestiales, corruptos execrables.

La Radio de las Madres. En la continuidad de los luchadores por la libertad de Latinoamérica. El ejemplo de aquellos Bolívar, San Martín. Emiliano Zapata, Augusto César Sandino, Che Guevara. Porque se está abriendo el cielo de nuevo para dejar pasar el sol. Los Estados Unidos Latinoamericanos, como próximo paso, pero al mismo tiempo la justicia social, la educación para todos, el trabajo digno, el respeto a la niñez. Único camino. Lo demás es el suicidio, la muerte. Bush.

Por eso, mientras las Madres desde la Nada van creando los pasos hacia la Dignidad, nos entristece la posición de la Iglesia Cristiana que se preocupa sobre temas tan absurdos como que los chicos no bautizados van al Limbo. No pueden ir al paraíso. Aquella ley papal indiscutible: “Sin bautismo no hay paraíso”. Los niños mientras que no son bautizados son portadores del pecado original.

Y nosotros les gritamos: no hay niños con pecado. Los niños son limpios de alma con la cara sucia. TODOS LOS NIÑOS.

Algo tan irracional de culpar a los niños como la creencia en el diablo o el pecado original. El único diablo es el poder que guarda celosamente la riqueza del egoísmo, las armas de los imperialismos, que condena a los niños del mundo a revolver la basura. No son de otros mundos esos diablos sino bien de este, tienen nombre y apellido, y tienen uniforme marrón terroso, azul o de lo que sea y usan botas o visten cínicamente de civil para disimular el ojo tapado de piratas.

Por eso da pena y tristeza que para la Iglesia Católica sea más importante si los homosexuales pueden ser curas o no, que censurar el sistema capitalista. Lo hace para disimular el caso de violación de menores por parte de curas en todo el mundo. Un millar de curas acusados en Estados Unidos de abusar de menores. La cobardía, el abuso del “poder divino” para la morbosidad cobarde con los que no pueden defender y que se disimula bajo el patronímico de pedofilia. Una cosa es la violación de menores, la pedofilia. No por ser homosexuales son pedófilos. El mal viene de la irracionalidad del llamado voto de castidad. Negar la vida sexual, que es lo humano y lo sano, dentro del amor o del afecto. Se trata de negar lo que es creación de la naturaleza. Lo hemos repetido, el gran acto de coraje civil de Lutero fue proclamar en tiempos de las hogueras de la Inquisición que los sacerdotes podían casarse y tener hijos, y no autocaparse mentalmente. Los homosexuales no son degenerados ni pecadores sino que la naturaleza -o “Dios en su infinita bondad” como suele decir el Papa Ratzinger para explicar los tifones y tormentas en los barrios pobres- los ha hecho así. El no a la violación, sí, no al abuso, pero el sí al afecto y a la libertad de sentimientos no violentos. Comprensión y amplitud con todos los fenómenos naturales de la naturaleza y del ser.

Prohibir es fácil. Abrir los caminos a la comprensión y la no violencia, es difícil. El populismo de esta medida nos hace acordar al eslogan de Macri: “Para poder dejar abiertas las puertas de nuestras casas cerremos bien las cárceles”. Claro, eso es fácil, en vez de terminar la violencia de las desigualdades. En vez de solucionar los problemas, represión. Palo y cárcel, o multa a los sindicatos. Una novedad.

Es que la Iglesia en vez de dedicarse a ayudar a vivir, se encierra en el egoísmo de los que niegan la vida. Lo vemos. En Alemania hay sólo mil seminaristas estudiantes de sacerdotes en un pueblo de ochenta millones de habitantes. La vida está en otros horizontes, no en el encierro ni en la masturbación.

El anuncio del Papa Ratzinger apareció al mismo tiempo que las declaraciones de Bush. Represión. Policía. Expulsión. Juicio. Contra quién pues: contra los pobres, contra los que piden trabajar. Textual (ANSA y DPA): El presidente Bush prometió ayer mano dura contra los inmigrantes ilegales y un mayor control de fronteras para atrapar y rápidamente deportar a cada extranjero que ingrese ilegalmente al país. El presidente advirtió que rechaza cualquier plan de amnistía para los extranjeros que están actualmente residiendo y trabajando en forma ilegal en el país, porque premiar a los que violaron la ley alentaría a otros a violar la ley.

¿Qué ley? Cabe preguntarse. ¿La ley del capital que hace inmensamente ricos a unos y tristemente pobres a otros? Agrega Bush: Usaremos más recursos, nuevas políticas y tecnologías más modernas para atrapar más extranjeros y para que el proceso de deportación sea más efectivo.

Señor Bush, en vez de más armas, más policías, más cárceles, dedique ese dinero en crear fuentes de trabajo más allá de la frontera. La gente no abandona sus países por puro gusto. Le gusta vivir en su idioma, con su gente, en su paisaje. Si se van y cruzan la frontera como pueden es porque están desesperados, porque quieren mantener a sus familias, trabajar -aunque sean dieciséis horas, pero trabajar, tener una entrada digna. No lo hacen por vagos ni delincuentes. Los antepasados Bush también abandonaron Inglaterra y fueron para Estados Unidos para poder vivir y no padecer la miseria de aquellas épocas. Con armas y castigos no se logra nada. Sólo el resentimiento y también el terrorismo que preocupa tanto a usted. Su política egoísta no es otra cosa que un nuevo impulso para la violencia.

Como si fuese poco, el Pentágono acaba de informar (30 de noviembre) que seguirá usando fósforo blanco, un arma incendiaria de efectos devastadores, en Irak. Y la señora Condoleezza Rice, el prototipo de la colaboracionista dolarizada, por su origen, haciéndose la importante, ha anunciado el arresto preventivo por tiempo ilimitado de presuntos terroristas. Presuntos. Estamos poco a poco volviendo a las leyes de Auschwitz. Para todo hay explicación. El jefe del Estado Mayor del Ejército de Estados Unidos, ha dicho: El fósforo blanco es un instrumento legítimo de los militares. No es un arma química, es incendiaria (AFP, AP y DPA). Menos mal. El cinismo ya traspasa los límites del crimen impune. Es una desvergüenza criminal. Occidentales y cristianos.

Lo paga Francia. Ahora le queman los autos los hijos de los inmigrantes. Claro, porque en aquel tiempo, la cosa era ganar y ganar. Las grandes empresas están para eso. Trajeron millones de inmigrantes. Y ahora, los hijos de esos inmigrantes no tienen trabajo y no saben a dónde pertenecen. Porque siguen siendo extranjeros porque tienen otra tez. Son bolitas, paraguas, perucas, chilotes de otros continentes. Y el poder siempre fue así. La culpa los tienen los de afuera, a los cuales se los trajo para rendir más ganancias. En la Patagonia Rebelde, el ejército argentino fusilaba a todo que fuera peón chilote hasta que vinieron los estancieros a pedirle que no fusilara más peones chilenos porque cobraban la mitad y trabajaban en invierno liberando a las ovejas de dos metros de nieve.

Nos imaginamos el desconsuelo y la tristeza de esos hijos de inmigrantes en Europa que no son ni europeos y que han perdido contacto con sus países de origen. El ser humano en vez de regular, repartir y permitir vivir a todos, hace al revés. Para pocos, todo: para la mayoría, el castigo por ser pobres. Sí, así es la fórmula. Así lo dicen las estadísticas oficiales. No es ni demagogia ni propaganda revolucionaria. Es nuestra actualidad mundial. Indiscutible.

Pero los pueblos no se rinden. El espontaneismo de las masas, una vez más. Salir a la calle. “Cutral-Có 2, Gendarmería O”, es el cuadro hecho por manos anónimas que más quiero y cuelga en mi biblioteca. El pueblo con una piedra en la mano, la Gendarmería Nacional, con palos, pistolas, cascos, chalecos, ametralladoras, corriendo perseguida por el pueblo indignado, a cara descubierta.
Por eso, las Madres con su radio. La voz de los que no tienen armas pero tienen una piedra en el puño cuando los humillan. Como Tupac Amaru contra el arcabuz de los virreyes. Como Agustín Tosco con su traje de mecánico de laburante y su palabra inconfundible en el Cordobazo, frente a toda las armas de la cobardía oficial.