Fortalecido por el resultado de las recientes elecciones, el Dr. Kirchner parece haber puesto en ejercicio un poder que, aunque acotado, es mayor que aquel con el que asumiera hace dos años.

La Ministra de Economía, Dra. Felisa Miceli, piensa que los aumentos salariales no son los causantes de la inflación; los trabajadores -ha dicho- "llevaron la peor parte de la crisis" y todavía no han recuperado lo perdido.

Opina que un país capitalista no puede existir si no tiene industria, y en esta línea de pensamiento, considera que el Banco de la Nación debe ser un ente de financiación productiva (como Vicepresidenta de la Asociación de Bancos Públicos y Privados de nuestro país, cuyo presidente es Carlos Heller, representante del Banco Credicoop, ha firmado documentos públicos en los que ratifica esta concepción).

Si estos dos pensamientos, confluentes, se tradujeran en decisiones concretas encaminadas a redistribuir la riqueza y encarar la reconstrucción del aparato productivo, habría, entonces sí, señales ciertas de la iniciación de una nueva etapa, en un gobierno que, en estos dos aspectos fundamentales, no ha producido cambios.

La Dra. Miceli, manifestó también su intención de controlar, eslabón por eslabón, la cadena de producción; pero, simultáneamente, la línea discursiva del gobierno sigue pasando por el control de la inflación, sólo mediante el establecimiento de ciertos mecanismos de acuerdo de precios.

El foco puesto sólo en los aumentos de precios y no en las ganancias empresariales.
Así se viene haciendo desde el siglo pasado, bastaría revisar la historia.

¿No sería más efectivo y concluyente revisar la exorbitante tasa de ganancia que la clase dominante argentina obtuvo en la década del ‘90 y hoy se niega a resignar, tal como indirectamente lo señala la Ministra de Economía?

El comienzo de una etapa de “crecimiento con equidad”, anunciado por el Presidente, es tan auspicioso como necesaria, los crecientes reclamos de aumento salarial indican su impostergabilidad.

Claro que sacarle una parte a los pocos que se llevan la porción más grande de la riqueza y distribuirla entre la mayoría que recibe la parte más chica tendrá su costo. Quienes disfrutan el “grueso de la torta” no la resignarán fácilmente, y no carecen de poder.

Pero la existencia de una minoría dueña de ganancias exorbitantes, mientras la mitad de la población está sumergida en la pobreza o la indigencia, es una injusticia intolerable.

Será ardua la tarea de la Ministra de Economía en lo que respecta a recomponer el aparato productivo, terminado de desmantelar en la década del ’90, según precisas indicaciones del FMI. Sobre todo cuando el organismo no tiene intenciones de modificar sus políticas hacia el sur, (bastaría, simplemente, analizar el discurso de Bush en la ONU, o en Mar del Plata).

No será fácil encontrar en el empresariado argentino aquellos que tengan interés en convertirse en “burguesía nacional”, como sueña el gobierno, (más allá de las consideraciones que el concepto pudiera motivar), ya que sus intereses están transnacionalizados; requerirá mucho empeño cambiar una voluntad históricamente siempre más dispuesta a asociarse al imperialismo, y no precisamente en beneficio de los intereses del país.

¿Se podrá producir un necesario desarrollo industrial manteniendo a rajatabla el superávit fiscal, y el aumento continuado de las reservas del Banco Central en procura del pago de la deuda externa?

¿Cómo se recompondrá el aparato productivo, sin tener en manos propias los recursos energéticos y comunicacionales entregados por Menem-Cavallo?

¡¿Cómo hacerlo sin, por lo menos, reencuadrar jurídicamente a las privatizadas?!

En la Cumbre de Mar del Plata, Bush reclamó por “eso” que ellos llaman “seguridad jurídica” y podríamos definir como una trama jurídico-política tendiente tanto a asegurar a las privatizadas los “frutos de la entrega”, como a impedir cualquier intento de desarrollo productivo.

Una coraza tendiente a proteger la cuota argentina en el orden mundial dibujado por el imperialismo.

La mirada latinoamericana

En cancillería fue designado el Dr. Jorge Taiana, quién tuvo a cargo la Cumbre de Mar del Plata, presencia que ratifica las líneas de pensamiento que tienden a fortalecer la relación con Latinoamérica.

Política en la que coincidieron los Presidentes Kirchner y Lula, ratificando en Puerto Iguazú la fuerte vigencia del Mercosur y anunciando una “alianza estratégica” entre Brasil y Argentina que fundamenta los discursos que rechazaron la proposición norteamericana en la Cumbre de Mar del Plata.

Es interesante resaltar los acuerdos firmados con el Presidente Chávez, entre los que se incluye la construcción del gasoducto desde Venezuela hasta Argentina (proyecto al que se suma Brasil, tal como fuera considerado en el encuentro de Puerto Iguazú).

Los presidentes de Venezuela y Argentina firmaron, en Puerto Ordaz, diversos protocolos de “cooperación en la investigación nuclear” y la construcción de reactores. En estos documentos quedó expresado “el derecho inalienable a desarrollar, con usos pacíficos, la energía nuclear”, que tiene un papel relevante en la matriz energética de ambos países.

Los papeles firmados promueven además la cooperación en ciencia, tecnología, transporte, defensa y trabajo.
Como se ve, una integración regional que incluye cada vez con más firmeza lo político.

Relaciones interesantes, con sus matices, si se considera un mapa latinoamericano con presencia continental frente a la presión y amenaza permanente de EE.UU.

La designación de Nilda Garré en el Ministerio de Defensa impacta más por ser una ratificación de la política del pensamiento del Presidente de la Nación en relación con la reciente trágica historia del país, en la segunda mitad de los ’70, que por la biografía total de la Ministra, que supo ser también funcionaria de la Alianza.

Tal vez su designación haya sido imaginada como un segundo acto de aquel en el que el Presidente Kirchner descolgara los cuadros de los genocidas en el Colegio Militar, y condenara el terrorismo de Estado implementado por la dictadura en las puertas de la ESMA. No es poca cosa que unas fuerzas armadas, con la historia de crimen que las caracteriza, deban cuadrarse ante una sobreviviente de aquella generación.

Todos los nombramientos parecen adecuarse a diferentes aspectos de la política gubernamental.

Cuando en la periferia alguien manifiesta voluntad de soberanía política y económica, aún dentro de los límites del capitalismo, debería pensar en las implicancias del camino.

El Presidente Chávez, por ejemplo, sabe del poder que confiere la movilización y la concientización popular.

El gobierno ha inaugurado nuevo gabinete, anuncia una nueva etapa creando una natural expectativa.

Veremos si los anuncios se transforman en hechos sobre dos aspectos impostergables: redistribución de la riqueza y reconstrucción del aparato productivo. No queda demasiado tiempo.

Un país con la mitad de la población sumida en la pobreza, es probable que no soporte nuevas frustraciones.