En Cuba “apareció una nueva clase”, afirmó el presidente cubano Fidel Castro, decidido a perseguir a estos “nuevos ricos” y a detener el desvío masivo de los bienes del Estado, único “dueño” autorizado por una sociedad que su gobernante prometió “totalmente nueva”.

Por otro lado, el gobierno decretó aumentos de salarios y pensiones, y un alza escalonada de las tarifas de electricidad para sancionar a quienes consumen más de 100 kv/hora -con aumentos de hasta 333%-, señalando que es necesaria por los altos precios del petróleo y para frenar el derroche de energía.

No hay sistema político, no hay justicia social, no hay socialismo, sin economía, afirmó Castro.

Fidel quiere pasar la página del “período especial en tiempos de paz”, inaugurado con la caída de su aliado soviético en 1991, perseguir a los “nuevos ricos” que aparecieron luego, y extirpar la debilidad de ciertos sectores de la población: el “despilfarro”, para su propio provecho, de los bienes del Estado.

Este “arsenal de medidas”, que inaugura un verdadero “nuevo camino” para una revolución socialista de 46 años, tiene por objeto reimponer el igualitarismo y aumentar las arcas del Estado.

“Tenemos una nueva clase”, “apareció una nueva clase”, repitió el miércoles Castro antes de preguntarse: ¿Cuántos viven en Cuba sin trabajar? Todo el mundo sabe que quienes viven mejor en Cuba son los que trabajan menos.

Contra ellos, Castro prometió un huracán de categoría 5.
Es casi una guerra, afirmó, lanzada para reducir las grandes desigualdades de ingresos entre los asalariados y pensionistas y aquellos que obtienen sus recursos de especulaciones, malversación y otras formas de enriquecimiento ilícito.

Propietarios de pequeños restaurantes privados o talleres, arrendatarios de habitaciones para extranjeros, funcionarios corruptos, intermediarios comerciales: aunque poco visibles, los “nuevos ricos” cubanos lograron sacar provecho de la situación, muchas veces gracias al turismo y la despenalización del dólar en 1993, hasta su retiro de circulación hace un año.

A estos “nuevos ricos” se suma una gran cantidad de cubanos acostumbrados a encontrar en el mercado negro, y no en las tiendas del Estado, productos a menudo de primera necesidad.

¿Las armas del presidente? Miles de jóvenes trabajadores sociales, así como estudiantes universitarios y “verdaderos combatientes” de la revolución, que según Fidel previno, “saturarán La Habana”.

De hecho, cerca de 6.000 miembros de esta “joven guardia” de la revolución se apoderaron el pasado 15 de noviembre de las estaciones de servicio de la capital (dando a los empleados vacaciones de 45 días) para detener el tráfico de gasolina.

Ahora se vende el doble, aseguró el jefe de Estado, anunciando que el 7 de diciembre entrarán en acción estos nuevos combatientes en todo el país; y estos no son más que los primeros pasos, advirtió Castro.

Por ahora, Fidel anunció, “en una sola píldora” estas medidas que merecieron un año de estudio: aumento de salarios y jubilaciones, pero también un alza considerable de tarifas de electricidad, el sector más decaído de la economía cubana.

No hay cultura económica en nuestro país: la gente no sabe de dónde viene el dinero, deploró el presidente.
En una economía administrada como la cubana, donde el salario promedio es de 350 pesos (14,5 dólares), todos los cubanos se benefician gratuitamente de la salud, de la educación y de la subvención de precios.

La lucha contra el “despilfarro” se emprendió con el mismo empeño que la batalla contra la malversación: 14 millones de bombitas de luz incandescentes serán reemplazados casa por casa, departamento por departamento, por bombitas de bajo consumo.

Ventiladores improvisados que funcionan con motores de máquinas de lavar, viejos climatizadores o refrigeradores soviéticos, televisores fuera de época, e incluso ollas de presión desprovistas de junta: son todos elementos que forman parte del minucioso inventario del jefe de Estado, con el que todos los hogares se sintieron aludidos.

No obstante, Cuba no tiene de qué avergonzarse: Es una revolución socialista que logró una igualdad real, desconocida hasta ahora en la relativamente breve historia de la humanidad de los últimos 4.000 a 5.000 años, aseguró su fundador. El gobierno augura un crecimiento de 9% del Producto Interno Bruto (PIB) este año, cuatro puntos más que la previsión anual de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), y estima que ello confirma la validez del nuevo rumbo económico basado en la centralización, en su alianza con Venezuela y China, y ahora en la guerra declarada contra el mercado negro.