El abogado Nicola Picardi, procurador general del Vaticano, quiere que el Estado pontificio firme los Acuerdos de Shengen –aunque no sea miembro de la Unión Europea– a fin de perfeccionar «las medidas de la seguridad» frente al «terrorismo internacional».

El objetivo del «procurador de justicia» o fiscal sería favorecer «el intercambio de información, las operaciones comunes, las iniciativas represivas y preventivas tendentes a la seguridad de las personas» entre los miembros de la Unión Europea y el Vaticano.

Sin embargo, parece poco probable que las cláusulas referentes a la supresión del control de las fronteras, previstas en los primeros acuerdos de 1985, sean respetadas por el Estado Vaticano, pues el procurador Picardi precisa que únicamente «las cláusulas referentes al fortalecimiento de la cooperación jurídica y policíaca» [1] son las que «especialmente» le interesan. La zona secreta del Estado pontificio permanecerá inaccesible a todos, incluidos los altos dignatarios de la Iglesia que no tengan pasaporte vaticano.

Sin embargo, nada justifica esta repentina preocupación por la seguridad. Ningún delito ni acto de «terrorismo» ha sido cometido en el período comprendido entre la muerte de Juan Pablo II y la solemne inauguración del pontificado de Benedicto XVI, a pesar del tránsito de millones de fieles, ya que la criminalidad intramuros de la Ciudad Vaticana, en el corazón de Roma, es casi inexistente en tiempos normales.

Algunos expertos tienen otra explicación: la Santa Sede quiere apartarse de Estados Unidos y ponerse bajo protección europea. Durante las recientes ceremonias fúnebres y de consagración, la seguridad del Estado pontificio fue garantizada por la OTAN «L’OTAN assure une surveillance aérienne pendant les Journées mondiales de la jeunesse catholique», Voltaire, 16 de agosto de 2005.]. Sin embargo, hoy el papado se preocupa por las pretensiones del presidente George W. Bush de erigirse en jefe espiritual del movimiento evangélico y enviar a sus misioneros junto a las tropas del ejército norteamericano [2].

[1Contenidas en la Convención de Aplicación del Acuerdo Shengen, 1990.

[2«Franklin Graham, aumônier du Pentagone», por Edgar González Ruiz, y «Les Églises évangéliques et le jeu des États-Unis dans le monde arabe», por Charles Saint-Prot, Voltaire, 7 de octubre de 2004 y 14 de noviembre de 2005.