Consigna la nota periodística que “La Organización Mundial de Comercio (OMC) deberá ratificar el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Perú y Estados Unidos luego de que sus respectivos congresos lo aprueben, informó ayer su director general, Pascal Lamy. Prefirió no hacer comentarios sobre el impacto de estos TLC para el libre comercio.” Es decir, lo que eventualmente pudieran acordar los Congresos de Gringolandia y Perú ¿tiene aún que pasar por un supuesto padrinazgo bondadoso y vigilante de la Organización Mundial del Comercio? ¿Qué clase de zafarrancho están armando los sumisos y orgánicamente serviles que braman porque se firme el TLC sí o sí?

El Congreso moribundo, la misma corporación de la cual, como escribió Manuel González Prada, hasta el caballo de Calígula se avergonzaría de ser integrante, NO tiene poder de ninguna especie y, por tanto, representación popular. Carece de fuerza porque se ha deslegitimado ante la ciudadanía. Sus dictados son papeles, sus expresiones son estertores de hora undécima. ¿Con qué derecho puede firmar un tratado que compromete al Estado para los próximos decenios, careciendo, del refrendo soberano que otorgan los peruanos, única fuente de la soberanía?

Algo parecido, como lamentable, ocurre con el gobierno. La administración Toledo se mantiene por la inercia pura que propala el mensaje que ya se van. La perspectiva para el partido oficialista es sumamente crítica: al parecer ¡NO conseguirá ni un representante en el Parlamento! Y eso puede ser manantial abundante de acusaciones por presuntas irregularidades y faltas deshonestas de las que hay sospechas múltiples. Ciertamente, tampoco, y esto a simple vista, tiene el respaldo ciudadano para firmar nada.

La desesperación tremebunda y nerviosa de los ministros Lemor y del titular del TLC y Asuntos Foráneos, oficialmente de Comercio Exterior, Alfredo Ferrero, se inscribe en la lógica perversa que los negocios hay que cerrarlos a como dé lugar. Hay mucho más que una gestión ministerial porque son los angurrientos intereses de bufetes de abogados; ujieres en forma de burócratas cabilderos; hambrientos tecnócratas vendepatrias aspirantes a custodiar los negocios foráneos, los que priman antes que el enjuiciamiento crítico sobre qué se está empujando para la firma.

¿Es, por decirlo de algún modo, aceptable que una decisión del Congreso peruano tenga que ser escrutada aún a posteriori por la Organización Mundial de Comercio? No se tiene información que esto sea usual o corriente. Todo pareciera indicar que hay alguna precipitación o vocación lenguaraz en las expresiones de Pascual Lamy, funcionario de la OMC. Que nos digan que aún hay que pasar por el filtro de la OMC y que sea una decisión del Congreso la puesta en exposición, no puede producir sino rechazo contundente. En teoría el Poder Legislativo emite decisiones soberanas.

¿Qué dicen los candidatos presidenciales? ¿O están ajenos a estos acontecimientos de la vida cotidiana? ¿No es hora ya que dejen las irresponsables muestras de luchas intestinas y se propongan cautivar al electorado a través de posiciones firmes ante álgidos problemas nacionales? Aquel quema una Constitución. El de más allá es sospechoso de violador. Otro habría sido comprado. El pelotón no suena ni truena porque son simples aventureros y su pegada es inexistente. Variaciones lamentables de un carnaval que brinda pocas o escasas esperanzas de renovación y saneamiento de la vida política nacional.

¿O sea que el TLC sí o sí, reconoce aún otras estaciones de aprobación aparente? Valgan verdades, son muchas las mentiras oficialistas y muy vulgares las explicaciones angustiadas de los ministros encargados. Cuando es la ambición desmedida y no patriótica la que predomina sobre cualquier otra consideración soberana o digna, los Estados firman cualquier cosa. Verbi gracia: un TLC con Estados Unidos.

Hay que vigilar atentamente a los “negociadores”. Cualquiera de esa patota que se enrole o se haga representante de alguna de las transnacionales que vengan vía el TLC, será un sospechoso de comportamiento desleal con el Perú. Y a esta clase de vendepatrias hay que fusilarlos moralmente, por calles y plazas, por la simple razón que no trabajaron por el país, sino por sus pequeños intereses de chacra particular. Pero ¡pagados con el dinero de los peruanos!

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!