Con el tradicional facilismo peruano se difunde en los medios que Ollanta Humala representa una candidatura anti-sistema. Sin embargo, si así fuera, es abstruso e incomprensible, cómo hasta hoy mantiene como postulante a la segunda vicepresidencia al nada decoroso Carlos Torres Caro para quien una salida a paso de polca y puntapiés constituiría un premio cívico ineludible. ¿Qué tiene de anti-sistema esta criollísima y aberrante falta de tino y criterio para no escoger bien a su gente?

Ollanta es un militar básicamente. Con todo lo que eso puede significar como experiencia de campo y pensamiento. Entrenado para el combate, pedirle que en pocos meses discurra con habilidad por los tortuosos y enfangados senderos de la política es casi un disparate. Sin embargo se le exige demasiado y la improvisación, aquí o en cualquier parte, siempre da frutos inciertos. Y los resultados, con escándalos que rebrotan prontuarios, juicios, sentencias, intentos de violaciones o conocimiento para hablar en torno a grandes temas geopolíticos, son variaciones de una misma sinfonía disonante, maltrecha, debilísima y anémica de savia y contenido.

Los aportes sensatos y de los últimos quince días del señor Daniel Abugattás que demuestra sabiduría y olfato, son insuficientes porque para los medios, y sus entusiastas y activos auspiciadores crematísticos y poderosos, es vital procurar la invalidez en vida del candidato Ollanta Humala. Si a ello sumamos sus propios y gigantescos yerros, el asunto no puede ser mejor para los reaccionarios y peor para quienes albergaban alguna esperanza reivindicacionista en la persona de Humala.

Cuando la vanidad y los malos consejos invaden el espacio de lo que debiera ser la humildad más modesta y la apelación a los que muestran interés buido en lo patriótico y absoluta carencia de ambición de puestos o figuraciones, se producen terremotos como el actual en la candidatura de Ollanta Humala. En algún momento fue esperanza inequívoca, derrotero formidable como único, por encima de Alan García y 80 años de historia; y también por delante de la vendepatria derechista Lourdes Flores, la candidata de San Dionisio Romero Seminario, el banquero de los banqueros. Con buen asesoramiento, parsimonia y ágiles pies de plomo para no incurrir en incontinencias verbales ociosas, lo correcto era manejar el navío con mucha prudencia. Pero, todo se hizo al revés. Los logreros, capituleros, en deprimente proporción, se apoderaron del espectro partidario y proyectaron una imagen equivalente: mediocre, criolla, ultra-tradicional y de muy baja calidad moral o intelectual. ¿De qué modo Ollanta Humala podría ser considerado el candidato anti-sistema con estos gigantescos resabios del vil sistema?

Meses atrás, en una asamblea que se pactó como pequeña y que terminó siendo demasiado grande, expuse al señor Ollanta Humala los intríngulis de lo que constituía la concesión del Aeropuerto Jorge Chávez a la empresa tramposa Lima Airport Partners (LAP). Durante semanas reuní recortes, compilé artículos, junté opiniones, con el único propósito de enterar a un candidato presidencial de los detalles de lo que es una de las más grandes estafas acontecidas durante tres gobiernos: el de Fujimori, el lamentable del anodino Valentín Paniagua y del que se va, Alejandro Toledo. Jamás supe si leyó una sola línea o revisó el material. Hasta donde sé nunca, ese tema, de suyo importante, ha ocupado alguna de las preocupaciones del aspirante.

Me fue presentado, Ollanta Humala, por un común amigo, hoy en el recuerdo porque falleció en junio del año pasado, el ingeniero Carlos Repetto Grand. Y cuando estaba de gira eran no poco frecuentes los intercambios de opiniones por teléfono. ¡Qué días aquellos cuando Humala recién empezaba lo que a muchos pareció un camino interesante e iconoclasta! Y siempre con el afán de aportar procuré aunar esfuerzos, criterios y pareceres de otros ciudadanos que también querían hacer lo mismo. Ciertamente Humala nunca demostró interés por escuchar a nadie.

Si las fuerzas humalistas quieren recuperar terreno no tienen sino muy pocas opciones, entre éstas se cuenta la chance de deshacerse de rémoras y elementos perniciosos como Carlos Torres Caro. Javier Diez Canseco ha ilustrado públicamente sus reparos a la actuación de aquél y su cercanía al delincuente Vladimiro Montesinos en hechos reprobables. ¿Qué espera Ollanta para hacer una profilaxia anti-sistema dentro de su propia agrupación? Sus simpatizantes actuales y potenciales, entenderían ese gesto como uno de limpieza y autocrítica. Mientras que eso no ocurra, y como le dije en aquella oportunidad: ¡dése con una piedra en el pecho y sea feliz con algunos parlamentarios! ¡Nada más!

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!